martes, 15 de noviembre de 2016

Curar la resaca izquierdista

Curar la resaca izquierdista


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Protesta en Argentina contra los despidos y los recortes sociales. (EFE)
El pueblo se lanza a las calles en Argentina y Brasil protestando los despidos y la pérdida de beneficios sociales. Los sindicatos, estudiantes, amas de casa y demás descontentos alentados por la izquierda, manifiestan públicamente su desacuerdo con las medidas de restricción económica dispuestas por Mauricio Macri y Michel Temer.
Cuando los gobiernos socialistas de los Kirchner y Lula-Rousseff durante años gastaron a manos llenas el dinero público, un poco favoreciendo a la mayoría y otro poco favoreciéndose ellos mismos, esos manifestantes estaban contentos, nadie se preguntaba cuál era la fórmula mágica  para crear empleos públicos, asistencia médica gratuita y otros beneficios por el estilo para la población y, de contra, los líderes del país darse la gran vida e incrementar sus ahorros personales.

Todos esos beneficios de la época socialista provocaron deuda pública, inflación, corrupción y lo peor, el acomodamiento de los ciudadanos a no trabajar, no ahorrar, vivir de los subsidios y no tener incentivo al emprendimiento.
Las manifestaciones de hoy son provocadas por las irresponsabilidades de los gobernantes socialistas, en tanto que  las medidas antipopulares que se ven obligados a tomar los presidentes actuales, buscan sacar a sus países de la profunda crisis en que los metió el populismo.
Las nacionalizaciones (estatizaciones) de empresas transnacionales, el aumento de salarios sin respaldo productivo, la creación de puestos de trabajo injustificados, el aumento de la burocracia tanto del Gobierno como de los sindicatos, los subsidios desestimulantes del esfuerzo individual, el control de precios y otros marcados errores administrativos, provocaron lo que aun el pueblo de esos países no alcanza a ver, que estaban consumiendo más de lo que se producía.
Las necesarias medidas de carácter liberal son dolorosas ahora, pero necesarias. Los gobernantes socialistas ejercen el gobierno como si no les importara el futuro, y creen que atacando la propiedad privada y redistribuyendo riquezas que no les pertenecen pueden perpetuarse en el poder manejando el voto de las mayorías favorecidas.
Eso solo dura hasta que, de tanto redistribuir sin producir, el país se agota y el pueblo exige más beneficios sociales que no son gratuitos, porque alguien ya tuvo que pagar por ellos. El Estado socialista se complica más cuando se mete en deudas con instituciones financieras que en un momento dado exigen su paga.
No son la derecha neoliberal, o los acreedores extranjeros los culpables de las crisis, son los ineficientes y corruptos gobiernos de la izquierda socialista y autoritaria que insisten en imponer un sistema desacreditado por la historia.
En la Cuba socialista, ejemplo para toda la izquierda trasnochada de América, el propio Raúl Castro se vio obligado a reducir en un millón los empleos públicos dejados por el hermano, privatizó servicios, eliminó gratuidades, aumentó los impuestos, estimuló la empresa privada y llama a las empresas transnacionales para que inviertan en el país ofreciéndoles garantías de lucro. La economía cubana tiende a dividirse entre el monopolio del Estado y las compañías extranjeras.
De hecho, las medidas tomadas por el General Presidente son profundamente procapitalistas y antipopulares,   además de insuficientes  y discriminatorias al negar a los nativos la posibilidad legal de convertirse en personas jurídicas.
Si en Cuba no se lanzan los trabajadores a las calles es solo porque los sindicatos obedecen al Gobierno y la dictadura no se anda con miramientos en eso de manifestaciones callejeras y otros malos hábitos y debilidades propias de las democracias.
La campaña antiliberal e integracionista que lleva a cabo la izquierda latinoamericana guarda semejanza con el antiliberalismo y la geopolítica del comunismo soviético, el nazismo alemán o el fascismo italiano. La idea es crear bloques políticos para fortalecerse unos a otros en lo externo, a la vez que reprimir las ideas de libertad y desarrollo de los pueblos.
Es peligroso lo que fragua la izquierda latinoamericana porque, como cualquier corriente política alineada con los sistemas totalitarios, no dudarán en utilizar la violencia militar y policial contra las ideas liberales que hoy renacen en esta parte del mundo.
El socialismo marxista-leninista es un mito, una gran estafa que cumplió su periodo de prueba sin haber mostrado resultados positivos, pero que tiene el poder de movilizar las bajas pasiones de los seres humanos; la envidia, el odio, la violencia y la intolerancia, todo con la promesa de un paraíso terrenal que para los que lo hemos sufrido, es el mismo infierno.

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