sábado, 19 de noviembre de 2016

Una guerra de mentiritas

Una guerra de mentiritas


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Conductores de la televisión estatal vestidos de milicianos. (ERNESTO MORALES)
Durante tres días consecutivos se ha desarrollado en Cuba el ejercicio militar al que el régimen llama Bastión. Aunque estas maniobras se han realizado durante décadas, las actuales han suscitado ciertas inquietudes porque han coincidido con el triunfo en las elecciones estadounidenses del republicano Donald Trump, quien ha prometido dar marcha atrás a medidas de la Administración Obama.
Sin embargo, en las calles habaneras la gente ha estado preguntándose dónde está el Bastión, para qué es y contra quién.

"Con la nota que publicó Granma yo me imaginé un despliegue militar enorme por las calles o que tendríamos que correr todos a los refugios como hacíamos antes, ¿recuerdas?", dice una vecina del Vedado. "Salíamos corriendo para las zonas más seguras en cuanto sonaba la alarma aérea, a todos los hombres los movilizaban y veías en las costas, apostados, militares con armas. No se quedaba nadie fuera de la paranoia. Ahora, por suerte, no les ha dado por eso".
El primer día muy pocos estaban informados pese a que Raúl Castro dio la orden de iniciar las maniobras ante las cámaras de televisión.
"Yo no sé si hay maniobras militares, lo que sí sé es que hay cantidad de policías y más inspectores en la calle poniéndonos multas. Nos paran por cualquier cosa, por eso es que ves menos carros circulando", dice un botero que no vio a Raúl Castro porque según él, "eso es para la gente que trabaja para el Estado todavía".
"Si yo no puedo tener un sindicato, tampoco puedo ir a una guerra de mentiritas", agrega.
Amaury Pacheco está seguro de que "este es un Bastión contra el people, para que la gente no pueda vender ni una jabita de nylon, porque desde hace mucho los que de verdad sentimos las cosas pensamos en la paz, en las negociaciones, en dar un viajecito de vez en cuando, en ver a la familia progresar y no en que los americanos nos van a atacar".
Pacheco recuerda el ambiente en Alamar cuando en la década de los 90 se anunciaba un Bastión: "parecía que iba a haber guerra de verdad".
No solo es la falta de movimiento, sino que ni en el centro ni en la periferia de la ciudad se ha sentido el ruido que se supone genere un ejercicio militar.
"Yo lo que he visto es que cada día hay menos transporte —dice Iris, que ha tenido que ir todos los días de La Habana Vieja a Miramar— y muchos hombres vestidos de verde, como si fueran de la reserva, pero en horarios en que deberían estar en prácticas militares".
"Lo mismo a las 10:00 de la mañana, montados en una guagua, que a las 12:00 del día. Parece loco, pero es como si les dijeran 'caminen la ciudad vestidos así para crear ambiente', aunque creo que solo están fumigando en lo que dan idea de otra cosa".
Otros hablan de la ofensiva contra los cuentapropistas, que parece haber terminado, pero no. "Para mí este es un teatro montado para que nos olvidemos que ayer mismo querían quitarnos la licencia a todos los que, según ellos, estábamos lavando dinero, promoviendo la prostitución y la droga", dice el dueño de un pequeño negocio privado que prefiere no decir su nombre porque apenas se repone del susto que sintió cuando quisieron cerrarle el local.
"El Bastión 2016 es un show televisivo", comenta un señor que dice ser mecánico de refrigeradores. "Han sido dos días de noticiero de televisión con [el locutor Rafael] Serrano disfrazado de miliciano y una locutora desconocida al lado, porque supongo que para las habituales no había uniforme en el almacén del ICRT".
En sus emisiones informativas estelares, la televisión estatal ha narrado cómo se han ido desarrollando los simulacros militares en las distintas regiones. En las imágenes se ve cómo altos oficiales hablan entre ellos, mientras una voz en off narra.
"Los mismos personajes que deciden cuánto debe costar el ají aunque no sepan nada de agricultura", dice Efraín, un ciudadano molesto que lo cataloga todo de "ridículo".
Mientras, por la avenida 23 del Vedado solo se escuchan las sirenas habituales por las proximidad de varios hospitales, y la estación de bomberos parece participar del aburrimiento cotidiano: los reclutas se quitan y se ponen la máscara a su antojo, piropean a las mujeres que pasan por la acera y reciben a cuanto turista quiere fotografiar el lugar.
"Parece burocrático, pero es así como debe ser", dice un Abdel un joven que se considera "integrado", aunque a las 11:00 de la mañana del segundo día aún no había sido ni siquiera llamado. "Ellos tienen que reunirse para determinar qué es lo que se haría en caso de guerra. Los que han formado bulla han sido los de afuera porque aquí no hemos cambiado mucho. Se llame Meteoro o Bastión, nunca hemos dejado de estar en guerra contra alguien".
Los Meteoro son ejercicios que organiza la Defensa Civil para "preparar a sus integrantes y a la población ante diferentes situaciones de desastre", según la descripción oficial.
Algunos recuerdan también cómo en maniobras anteriores no quedaba ningún joven por citar y ahora son muchos los que ni siquiera se han enterado de que se están desarrollando ejercicios militares en la ciudad. Si les preguntan, miran con extrañeza, como si les estuvieras hablando en un idioma desconocido; sin embargo, la propaganda televisiva habla de los jóvenes en campos de tiro o siendo instruidos por oficiales u otros jóvenes con experiencia militar.
"Todo muy forzado", dice Ana, maestra retirada que asegura haberse burlado del noticiero frente al televisor. "Ves a un grupo de jóvenes, que seguro son estudiantes de universidades militares, repitiendo un discurso que evidentemente no es de ellos, porque si lo fuera no les saldría tan encartonado.
El tercer día, sobre las 7:30 de la mañana, se sintieron en el Vedado los primeros cañonazos a los que se refirió Ana. "Eran más fuertes los ladridos de los perros asustados, parecían portazos y ojalá lo fueran. A ver si cerramos el año con menos pensamientos guerreristas y una política más apropiada al siglo XXI".

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