jueves, 5 de enero de 2017

Un pato cojo soberbio y poco elegante

Un pato cojo soberbio y poco elegante


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El presidente de EEUU, Barack Obama. (CNBC.COM)
Al presidente Barack Obama le quedan unos pocos días en la presidencia de esta gran nación.
Lamentablemente, parece empeñado en que sean los peores de sus ochos años de gobierno, y pasar a la historia como el presidente que más problemas, dificultades y trampas dejó concientemente a su sucesor, quizás con la esperanza de que un fracaso de Donald Trump resaltaría factores positivos de la administración del presidente saliente.
En realidad, cualquier fracaso de su sucesor podría ser un fiasco para EEUU más que para el presidente Trump personalmente, pero nada cambiaría el balance de la Administración Obama.
Al presidente saliente hay que reconocerle que al llegar a la Casa Blanca en 2009 evitó tanto que la crisis financiera que estalló en 2008 se hiciera más profunda y dañina para EEUU, como que el desempleo escalara hasta niveles insostenibles. Obama hizo regresar el desempleo a cifras aceptables y entre sus logros también es obligado mencionar que envió al paraíso a Osama Bin Laden, y que adoptó políticas más justas hacia la comunidad LBGT.

Un balance sereno no puede desconocer que desde el primer día de su administración enfrentó una brutal resistencia y sabotaje a todas sus políticas y decisiones desde los sectores más conservadores de la sociedad americana, en parte por sus proyectos y estrategias de gobierno, pero también por el color de su piel.
Ni tampoco omitir que intentó materializar programas fundamentales de política interna y externa, como un seguro de salud accesible para todos los americanos, sarcásticamente conocido como Obamacare, o una nueva política exterior buscando ganar aliados donde anteriormente existían enemigos o simplemente apáticas naciones a quienes EEUU no les interesaba más que como suministrador de ayuda financiera o material, o protección ocasional en caso de conflictos.
Que los esfuerzos no hayan sido todo lo exitosos que se hubiera deseado no desmerece haberlo intentado, pero solo quedarán en el legado resultados y no intenciones.
Sin embargo, habría que considerar también en ese balance promesas de Obama no cumplidas, entre ellas la de eliminar la prisión de la Base Naval de Guantánamo durante su primer año de gobierno. Y ostensibles fracasos, como no haber protegido significativamente a Ucrania frente a las presiones rusas, o ante la situación en Siria, donde el dictador violó la "línea roja" de las armas químicas sin que EEUU respondiera contundentemente.
O firmar un acuerdo nuclear con Irán que deja muchas incógnitas y probablemente será descartado por el Congreso. Para no hablar del escandaloso fracaso de Benghazi, que costó la vida a cuatro ciudadanos americanos ante la pasividad de Washington, o el de la ofensiva aliada sobre Mosul que debería haber liberado la ciudad y gran parte de Irak antes de fin de año y terminó siendo otra operación improvisada por el flamante comandante en jefe de las fuerzas armadas de EEUU.
Entonces, en las aproximadamente ocho semanas de gobierno como "pato cojo" Barack Obama ha pretendido hacer lo que no hizo en ocho años de presidencia, como expulsar a 35 diplomáticos rusos en represalia por una supuesta interferencia de ese país en las elecciones presidenciales, aunque no lo haya demostrado fehacientemente; prohibir perforaciones petroleras en la costa del Atlántico; permitir pasivamente mediante abstención en la ONU la condena a los asentamientos israelíes; transferir aceleradamente terroristas detenidos en la Base Naval de Guantánamo; perdonar y conmutar sentencias a más de 300 presos; dictar regulaciones medioambientales para proteger monumentos; asegurar el financiamiento de clínicas de planificación familiar; o nombrar a más de 100 personas en cargos superiores de gobierno.
Naturalmente, como presidente de EEUU, Obama puede tomar las decisiones que considere oportunas hasta el último día de su mandato. Sin embargo, nunca debería olvidar que su predecesor, George W. Bush, a pesar de su calamitosa administración, está considerado como uno de los presidentes que más facilitó y cooperó con la transición de su sucesor.
Obama está haciendo precisamente lo contrario. Tal vez considerando que de esa manera su legado estará más "seguro". En el caso de Cuba, su asesor más comprometido con el tema acaba de declarar que las relaciones económicas con el régimen tras el "deshielo" se mueven alrededor de 6.000 millones de dólares, mezclando el potencial de negocios con la cifra real de menos de 400 millones. ¿Ignorancia o mala fe?
En el momento oportuno la historia juzgará el legado del presidente Obama durante sus ocho años de gobierno. Y dentro del balance de su actividad deberá valorar también su comportamiento y acciones como "pato cojo".
De momento, si continúa por el camino que va, quedará como un pato cojo soberbio y poco elegante. Pero esa conducta no empequeñecerá la presidencia de su sucesor, sino la suya propia.
Simplemente, Obama debería entender que ya su momento terminó, que los ciudadanos estadounidenses desean algo diferente. Y que los pataleos de ahorcado no pueden cambiar esa realidad.

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