martes, 3 de enero de 2017

Metáforas económicas: ¡de frente, march!

Metáforas económicas: ¡de frente, march!


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Raúl Castro y miembros de su régimen en la Plaza de la Revolución, durante el desfile militar y movilización del 2 de enero. (GRANMA)
La muchedumbre de este lunes en La Habana, los eufóricos combatientes en marcha, no saben que Cuba alcanzó en 2016 el estado paralizante, la paraplejia, esa anemia de las naciones que llaman recesión económica. Ningún periódico nacional puso el titular en letras naturalmente negras: decreció la economía por primera vez en un par de décadas. Como si solo fuera un rasguño pudo usarse la frase desapasionada, aunque esto parezca, más que mengua, el fracaso de la elaboradísima estrategia económica de los "lineamientos"
.
Que se murieron de pereza, ellos. Y el cebo para la inversión extranjera no resultó tan apetitoso como pronosticaron los ministros. Ni el mundo, el dramático exterior de la Isla, el afuera, renunció a sus propias cartas. Entonces rebajó dividendos de las exportaciones cubanas, restó combustibles, siguió el dictado de su caos.
Una semana después de la muerte de Fidel Castro andaba Joseph Stiglitz por La Habana. A unos días de ponerle sordina al anuncio de la recesión en el periódico Granma, el Nobel decía que el país está listo para "asimilar los cambios acelerados de la economía mundial". En el auditorio figuraban funcionarios, tecnócratas diletantes y Ramón Labañino, héroe.
Parecía que llamaron a Stiglitz para confirmar si será posible el socialismo con un poco de paciencia, para oírle decir una perogrullada feliz: aquí no hay petróleo, pero sobra sol. En aquel discurso el sol era, sin metáfora, energía fotovoltaica, pero también fue, de seguro, alusión al amanecer. Cuba goza de una prolongada afición a la sinécdoque.
El petróleo y los alimentos, según costumbre, pasan como las grandes carencias. Sin referirse abiertamente a las circunstancias de Venezuela, Raúl Castro repitió a la Asamblea Nacional que el costo de los combustibles "pende como espada de Damocles sobre nuestra economía". Dicho esto, coreó a Stiglitz en su ponderación de las insolaciones: "la energía solar es uno de los sectores estratégicos donde debemos potenciar decididamente la inversión extranjera".
Si los extranjeros quieren. Se sabe que les entusiasma la inversión en telecomunicaciones, donde el Gobierno cubano, a su turno, no quiere que inviertan. Este asunto de las inversiones se embrolla, en gran medida, porque Cuba no acaba de desatarse, según la apropiada imagen del comentarista Ariel Terrero. Hay que desatarse, dice Terrero en Granma. Pero ni los beneficios tributarios ni la simplificación de trámites bastan para recuperar la credibilidad. La cartera de oportunidades, al parecer, no gusta. El desate suena, por asociación frecuente, a tormenta.
Por primera vez, de cualquier modo, el discurso político cubano —Raúl Castro, presidente; Ricardo Cabrisas, ministro de Economía— reconoció la prioridad de ciertos contextos, de algunas fallas de la estructura y relegó a nota complementaria el eterno argumento del bloqueo.
El informe de Cabrisas a la Asamblea Nacional sugirió una razón parcial para el improbable crecimiento en la producción alimentaria: la industria no estimula la producción agrícola. Este enigmático aserto apunta a las cosechas perdidas por falta de previsión, por falta de cajas para cargar el tomate.
Una sola garantía deja el presupuesto cubano para el 2017: quedará intocado el gasto social. Su recorte dejaría al sistema sin el último argumento para justificar su existencia. El déficit pronosticado ascenderá al 12% del PIB, pero no hay modo de atenuarlo. Queda el recurso de emitir bonos soberanos, explicó Lina Pedraza, ministra de Finanzas. No explicó, para no estropear la bella retórica, que eso es deuda, más deuda. "Cuba demora en pagar, pero paga", dijo Raúl orgullosamente a los diputados.
Y así empieza el año, en permanente clímax: la marcha en la plaza quiere disimular la tragedia de la recesión; genera sentimiento, construye optimismo a golpe de patadas al aire, ¡de frente, march! El desfile transcurrió en un sitio donde la dramaturgia económica impone sus puntos de giro y empieza a rubricar, con sus irremediables designios, las peripecias de un país entretenido siempre en sus monólogos políticos.
Leído en versión negativa, Stiglitz apuraba a emplear el sol que nos queda. Lo dijo a pocos días de la muerte de Fidel Castro. Ahora estamos, finalmente, solos frente a las fuerzas del mercado y de la naturaleza.

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