lunes, 9 de enero de 2017

Una sociedad civil de mentirita

Una sociedad civil de mentirita


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Banderas cubanas.
Ya sabemos que dentro de los regímenes totalitarios la historia no avanza sino a empujones. Y como los empujones totalitaristas reportan más pérdidas que ganancias, no habrá mucho que esperar de la sociedad civil de mentirita que han montado ahora en los ámbitos oficialistas de Cuba. Es otro engendro que responde a la misma estrategia de siempre, perpetuar un sistema de poder antediluviano pero con una fachada que lo haga plausible ante los ojos de las instituciones y los gobiernos embobecidos o cómplices de la progresía internacional.

Con la impronta de lo improvisado, pululan ya en La Habana nuevas asociaciones, fundaciones, organizaciones cívicas y sociales que actúan (o creen actuar o quieren hacer creer que actúan) como mediadoras entre las personas y el Estado. De repente, estamos viendo "representados" diversos intereses de los individuos en un medio en que proyectarse desde la individualidad, y aún más en grupo, se consideró siempre políticamente censurable. 
Mañosas, las instituciones y ciertas personalidades adscritas al régimen le echaron garra a ciertos temas que constituyen prioridades entre las demandas de los altruistas y también entre los hipócritas y farsantes del mundo. Y orquestando la manipulación de tales temas, modelaron el muñeco de la "nueva sociedad civil", con el cuerpo de los individuos y la cabeza malévola de la dictadura.
Desde la ecología hasta la libre opción sexual o religiosa; desde el tratamiento diferenciado a las personas con discapacidades, hasta la protección de los animales afectivos; desde el antirracismo o el feminismo, hasta el rescate de las tradiciones… De lo grave a lo ligero. De lo banal a lo trascendente. Desde la afición por las motos Harley-Davidson, o por el juego de dominó, hasta la vinicultura o hasta la nostalgia por el baile casino. Cualquier asunto les está resultando bueno para manipular opiniones del Morro hacia afuera, y para controlar el comportamiento del personal del Morro hacia adentro, mediante la "espontánea" asociación de individuos en organizaciones "no gubernamentales".
Ya hemos asistido a la farsa de los cuentapropistas marchando organizados para celebrar el Primero de Mayo. Casi tan graciosa como la de los gays y lesbianas que reclamaban libertad para los "Cinco Héroes". O como ciertos intermediarios de Orula cuyos caracoles profetizan según las órdenes de La Raspadura.
Tal vez no todas las personas que se han sumado a esas nuevas asociaciones, fundaciones, organizaciones cívicas y sociales, deban ser vistas necesariamente como cómplices conscientes de la trampa urdida por el régimen. Algunas serán víctimas por partida doble: del engaño en sí mismo y también del clima de penuria económica, indefensión política, vacío institucional e incertidumbre colectiva en el que nacieron y crecieron y en el que todavía viven.
Posiblemente sería mucho pedir que se proyecten con sabiduría y responsabilidad para reclamar sus derechos individuales quienes, a lo largo de varias generaciones, fueron desposeídos del yo íntimo y educados para ser dóciles autómatas.
Lo cierto es que no debemos esperar que asuman con la profundidad requerida el rol que verdaderamente les compete dentro de la sociedad civil, sencillamente porque no lo conocen. La mayoría ni siquiera sabe lo que significan esas dos palabras juntas (sociedad civil) como concepto, y claro que no tienen la menor idea sobre cómo deben funcionar en la práctica sus organizaciones.
Desde luego que en tanto una verdad no elimina necesariamente a otra verdad contraria, es probable que aunque sea perjudicial de momento, esta nueva maroma política de los caciques del régimen termine volviéndose contra sus propios planes. Sin embargo, aun cuando así fuera, no es motivo suficiente para celebrarla. Tampoco para asumirla con espíritu trágico. Solo con la prudencia que requiere. Pues aunque a simple vista no se muestre sino como otra pincelada del pintoresquismo corriente en Cuba, sin duda está regando un tósigo con el que habrá que lidiar en un futuro en democracia, cuando la auténtica sociedad civil independiente pueda al fin jugar su papel con todas las de la ley.
Tampoco hay que olvidar los esfuerzos que desde hace tiempo desarrollan algunos grupos de la oposición pacífica por impulsar la organización de esa auténtica sociedad civil independiente que tanto necesita el país y que demanda a gritos. Ni hay que olvidar el ensañamiento con que los cuerpos represivos del régimen atacan sus más mínimas manifestaciones, demostrando con ello (si fuera necesario que lo demostraran aún más) su absoluto irrespeto ante el empeño, siempre que el empeño no sea viabilizado por ellos y para su conveniencia.

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