Todavía hoy el chavismo lucía descolocado, vacilante, al referirse al histórico acercamiento anunciado por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama este miércoles.
Incluso se preguntaba en redes sociales y artículos de opinión si Caracas habría estado al tanto de las conversaciones que llevaron a tan trascendental acuerdo, que se celebraba en términos desconfiados, más aún cuando en la tarde se encajó el segundo golpe: la firma por parte de Obama de las sanciones propuestas por el Senado estadounidense contra funcionarios del gobierno venezolano.
El presidente Nicolás Maduro, desde la Cumbre de Mercosur en Argentina el mismo miércoles elogió la dignidad del pueblo cubano y la valentía del líder estadounidense y de pronto de su discurso desapareció el “Imperio”
.
En cambio, el guión mostró por primera vez una jamás reconocida “sabiduría” del “gigante del Norte” en una intervención corta y cortante, y hasta anoche el mandatario no había vuelto a decir una palabra al respecto, ni siquiera sobre las sanciones.
En cuestión de horas algo quedó claro, la base y objetivo del discurso chavista, el antiimperialismo a ultranza, quedó huérfano de su referente esencial.
Y para una revolución fuertemente anclada en el verbo y el discurso, que se cansó hasta ayer de emular a la “isla rebelde” y convertirla en su principal aliado político, esto no es poca cosa.
"No hay que darle muchas vueltas, el gobierno venezolano queda muy mal frente a los acontecimientos, por tres razones”, explica el politólogo y profesor de la Universidad Central, Carlos Romero. “La primera, porque queda demostrado que Cuba tiene sus propios intereses y poco parece haberle importado la estrechez de su alianza con Venezuela".
"La segunda, porque Cuba acaba de dar una lección de negociación diplomática al lograr cierto status de equilibrio sin groserías ni bravuconadas –que sería el mejor estilo venezolano-, y tercero, porque Estados Unidos demostró que desea una relación pacífica con América Latina y echó por tierra todo discurso imperial o colonizador", agrega.
Dejó a Venezuela sin palabras, no sólo tiene este acercamiento histórico con Cuba, ya tiene buenos lazos con gobiernos como los de Ecuador y Bolivia”, concluye.
El analista cubano-venezolano Fausto Masó, columnista del periódico venezolano El Nacional fue más tajante y aseguró a EL TIEMPO que el gobierno venezolano “simplemente quedó en ridículo, pues dos días antes organizó una marcha anti-imperialista mientras Cuba pactaba con el Imperio”.
“Chávez tenía un discurso altisonante pero nunca le llegó a pasar algo como esto y Maduro no tiene la maestría para tratar, por la vía del discurso, de anotarse algún punto positivo. Maduro queda en ridículo porque los cubanos decidieron lo que es importante para ellos, una lección muy dura de pragmatismo pues estoy convencido de que el gobierno de Maduro no sabía nada de las conversaciones entre Washington y La Habana. Vamos a ver cómo y a quién acusan ahora de los problemas”.
Romero destaca que el gobierno de Caracas queda ante el mundo con un discurso “anacrónico, antiguo, atrasado, pues hasta Cuba parece haber entrado en otra sintonía”, por lo que se impone la necesidad de reformular su posición interna y externamente, ante lo que parece el comienzo de una transformación de su principal aliado y ejemplo (Cuba) y su enemigo (Estados Unidos).
“Le toca a Maduro y al gobierno sobreponerse de la cachetada que le ha dado Cuba a la relación con Venezuela y redefinir su tono o quedará fuera de la nueva tónica hemisférica, sin duda más armoniosa”.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
CARACAS
Corresponsal de EL TIEMPO
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