domingo, 21 de diciembre de 2014

Al fin el enemigo

Al fin el enemigo

Los observadores internacionales reflexionan y los noticieros no paran de hablar de Cuba. Los amigos nos escriben o llaman preguntando, pero sobre todo opinando sobre lo que nos ocurre.
¿Alguien se ha preguntado qué piensa cada uno de los 12 millones de cubanos que viven en esta isla?
Se ha incubado una soledad, un aislamiento espeso en medio de la multitud fotográfica que avanza a todo color, esta lejanía ya resulta endémica y hasta es natural creer que los cubanos, por miedo o por falta de foros, hemosperdido el criterio y con ello, la palabra.
¿Qué pensamos de los acontecimientos?.
La mayoría de los noticieros internacionales especula porque no son muchos los medios locales que pueden o quieren trasmitir con claridad nuestras verdaderas impresiones. ¿Nuestra opinión ha dejado de contar para el mundo? De tanto hacer silencio se habla por nosotros.
Es la primera vez que un presidente de Estados Unidos decide dirigirse directamente al pueblo cubano. -"No es fácil"- nos dice, intentando penetrar los códigos internos que traducen ese sentimiento colectivo y familiar sobre el día a día.

Hemos llegado al final de un viaje bordado por el famoso embargo.
A los 7 años de edad te contaban que a causa del bloqueo y por las consecuencias económicas que todo esto originaba, ya no recibirías el litro de leche que, desde tu nacimiento, te era asignado por la libreta. Adiós a la leche y con ello, adiós a una buena parte de tu ingenuidad infantil.
A partir de entonces aparecieron los tempranos seminternados, las escuelas al campo como apoyo a la producción en un país bloqueado y empobrecido, los entrenamientos de tiro repletos de estudiantes adiestrando el ojo o el brazo para disparar al enemigo. "Cada cubano debe tirar y tirar bien"... ¿A quién le vamos a tirar? Al enemigo, los yanquis.
La imposibilidad de tener una vivienda, el hacinamiento de varias generaciones en una casa, la imposibilidad de comer bien, de alimentarse o de tener libertades como viajar, hablar libremente o expresarte como quisieras era parte (supuestamente) de la protección a  tu país acosado, bloqueado, acorralado por el enemigo.
Hoy por fin ha llegado el enemigo.
¿Vamos a discutir sobre lo pedido? ¿Vamos a intentar regatearle la parte de mentira y de verdad que tienen todos estos capítulos de sacrificio histórico?
Una mujer sigue el mensaje de Raúl Castro desde La Habana. | REUTERS
No, tampoco vamos a disparar con todo y nuestro entrenamiento militar ni a sacar cuentas sobre lo que nos hicieron padecer, según la versión oficial, en estos largos cincuenta y tantos años.
Vamos a abrirles las puertas y a reconstruir el camino.
No hubo un solo discurso en el que no se les mentara o citara. No hubo una sola "tarea" donde el incentivo no fuera vencerles; y es que nadie ignora que los americanos son nuestra obsesión. Hoy, poco a poquito el enemigo va dejando de estar a noventa millas de la patria. La isla a flote se acerca y ellos navegan con nosotros en una rara deriva que ha iniciado ayer. ¿A dónde vamos? No lo sabemos.
Los vecinos bajan la guardia. La épica está en otra parte y tendremos que reacomodarla en la lírica de un país que está cambiando pero no de golpe.
Muchos pensaron que el muro de agua caería en una noche. Algunos especulaban que nos despertaríamos con la noticia de una muerte o de un derrocamiento y que entonces todo cambiaría. Vivir en este país te enseña que eso no es posible, no importa cuál sea tu ideal político. Las cosas en esta isla son mucho más complejas, las recetas foráneas no nos sirven. La vida política se ha enraizado en una eternidad desgarradora, honda, una eternidad infinita que ha vencido a mis abuelos, a mis padres y que puede, poderosamente, vencerme a mí y a los míos.  
El desconocimiento de los americanos sobre Cuba nos ha hecho alejarnos y mal interpretarnos. Percibir a los americanos desde Cuba era casi un imposible. Leer a los cubanos desde este encierro es bien difícil, hasta hoy nadie pudo o quiso descifrar con nuestros códigos la verdad de lo que aquí sucede. No se trata de derechas o de izquierdas, esta vez se trata de desenredar una madeja tupida, incomprensible y densa. A causa del repliegue hoy ya vivimos detenidos en otro cosmos, se necesita querer estudiarnos para poder entendernos. Obama lo ha hecho y de eso se trata, desentrañar a un pueblo que ha dejado de tener los códigos del resto del mundo y resulta impenetrable.
La lucha por nuestra independencia nos ha hecho profundamente dependientes. Estamos encerrados en nosotros mismos. ¿Alguien escucha?
Los cambios en Cuba se están sucediendo de este modo. Hay que aceptarlo, esta es la forma en que Cuba cambia. Así son las cosas y lo digo caminando por las calles, escuchando a la gente agradecer y aplaudir lo que ayer nos pasaba.
Preguntándose por qué ha sido Raúl y no Fidel quien ha propiciado este gesto, o preguntándose por qué Raúl no hizo este anuncio vestido de traje o guayabera. El pueblo se pregunta tantas cosas...
Negar que poco a poco nos integramos, aceptar que la transición vendrá de otro modo, de otra manera, es no querer aceptar la verdad.
No me gusta hablar en nombre de un pueblo, este error se ha cometido demasiadas veces, pero siento en el aire un agradecimiento profundo por las palabras de Obama, por intentar dar el paso que este pueblo no puede dar solo. No tenemos las armas, el arrojo, la capacidad para hacerlo sin ayuda. ¿Para qué mentirnos? No hemos sido capaces de cambiar las cosas, nosotros que estábamos aquí para revolucionarlo todo. Estamos agotados ¿Qué quedaría entonces? La larga espera, aguardar a una solución biológica que nos llevaría a muchos más años de aplazamiento. ¿Dónde está nuestro eje para los cambios?
En la Habana Vieja varios televisores fueron dirigidos hacia la calle y la genteescuchaba a Obama y a Raúl con gran asombro, pero en ese asombro y casi con incredulidad se filtraba poco a poco la esperanza.
Un cubano exiliado con un cartel favorable a Obama | REUTERS
Repito, son otros códigos y la gente ha dejado de creer en casi todo, pero la luz brotaba con sorpresa en la cara de quienes nos asomábamos a las pantallas.
¿Alguien ha pensado lo solos, lo profundamente solos que hemos estado los cubanos en medio de la multitud?

Este es el invierno más esperanzador que he vivido en La Habana desde que nací en 1970. Y es que, desde 1961, cuando el gobierno de Estados Unidos rompió las relaciones diplomáticas y consulares con Cuba, todas son noticias tristes y complejas. Promesas de que el año próximo serán más y más duras las restricciones. Hemos vivido de crisis en crisis,  de Período especial en ayudas internacionales.
No sabemos cómo cohabitar con normalidad y mucho menos cómo convivir con nuestros vecinos. Ahora toca aprender a mirarnos frente a frente y reconocernos.
En contraste con nuestro espíritu antiimperialista, ese cultivado durante cinco décadas y más, debemos tener claro que la mitad de nuestros afectos vive en Estados Unidos y que todo lo que nos sucede pasa por las mismas aguas y los mismos vientos. Nuestro parte meteorológico es casi casi el de Miami.
Me aterra pensar que los noticieros internacionales hablan por nosotros porque nosotros hemos perdido la voz en el silencio político.
Mi pedido para el año siguiente es que nadie hable por nosotros. Ni políticos ni emisoras. Nosotros tenemos que apropiarnos de los medios tecnológicos que se propicien con estos cambios y decir, vía internet, nuestras verdades en primera persona. Debemos desmantelar el silencio. Cada cubano tiene una excelente historia que contar.
Aquí está el enemigo al fin... vamos a conversar, a caminar con ellos, a firmar la paz, a reconstruir nuestras vidas y a cambiar para bien todo lo que deba ser cambiado sin dejar de ser lo que somos... aquí está el enemigo al fin... Hola, bienvenidos y... adiós a las armas.

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