sábado, 27 de diciembre de 2014

Mi protesta de Baraguá en el siglo XXI. Por Oscar Elías Biscet





                                                                       



Mi protesta de Baraguá en el siglo XXI. Por Oscar Elías Biscet




"Ahora bien, conocía que este cambio de política se avecinaba y por eso prioricé mi cura individual y fortalezco mi cuerpo y espíritu para seguir la lucha por la libertad con solidaridad o sin ella hasta el triunfo definitivo". Dr. Oscar Elías Biscet ante los funcionarios diplomáticos norteamericanos en La Habana.
La historiografía de la humanidad nos hace recordar el sabio principio salomónico que refiere que los hechos históricos pueden repetirse nuevamente en las vidas de las personas y su sociedad. Ese registro cultural nos dice “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya”.
En realidad, debiéramos nutrirnos de toda esta sabia histórica para poder resistir los embates de la vida, sobre todo cuando vivimos bajo el yugo de la esclavitud de la tiranía más prologada y taimada de Las Américas.
Por eso cuando fui encarcelado injustamente por la dictadura castro comunista, no solo viví diariamente con los conceptos de la fraseología salomónica, sino que resistí a los tratos crueles y torturas, al armarme de fortaleza en otras ideas como las de Platón y Nietzsche. “Nada, en los negocios humanos, debe inquietarnos mucho”, dijo el primero. El otro filósofo expuso, “Todo lo que no acaba conmigo me hace más fuerte”.
Al conocer la noticia de que el presidente estadounidense Barack Obama comenzaba una nueva etapa de las relaciones entre su país y la Cuba comunista, tuve que volver a refugiarme en todos esos pensamientos históricos que les comenté con anterioridad.
Ante las medidas del presidente Obama, la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana tuvo la amabilidad de invitarme para darnos a conocer y comentar sobre el nuevo rumbo de su Gobierno. Como uno de los líderes de la oposición en Cuba he tenido muchas conversaciones con diplomáticos acreditados en nuestro país.
Nunca he comentado sobre conversaciones sostenidas con esos funcionarios pero debido al impacto de la posición del Presidente en el mundo y sobre todo en Cuba, debo hacer un breve comentario sobre lo expuesto en ese conversatorio, ajustándome a mi persona y sin mencionar nombre.
Soy un hombre de carácter fuerte y convicciones profundas, pero moldeado en la educación de los principios judeocristianos y socráticos. No obstante tuve que valerme de ellos, para controlar el intenso disgusto que me produjo la componenda de Obama con los cesáreos de Castro. Una vez domadas mis pasiones, el hombre civilizado se presentó para la que considero la plática más importante en los últimos años de la historia entre EE.UU. y Cuba.
Sabía que esos acuerdos eran una realidad concreta, imposibles de variar; también que los estadounidenses y sus gobiernos han sido aliados por la libertad y la democracia con el pueblo cubano durante más de cincuenta años de dictadura castrista. Y siento ese amor en mis venas y alma sin perder mi independencia. Por ello recordé al Titán de Bronce, Antonio Maceo, en los acuerdos de la Paz del Zanjón, durante su diálogo con el general español Martínez Campo. Éste es uno de los actos históricos más trascendentales de nuestra nación, difícil de igualar en esta época contemporánea pero que debemos de imitar en determinados momentos de nuestras vidas para dignificar a nuestro pueblo. Y éste fue uno de esos momentos.
En el coloquio, mi exposición fue la siguiente: "Me alegra que Alan Gross este libre y con su familia. También que la guerra fría haya terminado en Las Américas". Vi algunas caras como extrañadas por mi ponencia, pocos preocupados por esta postura, quizás la mayoría contenta porque pensaron que yo había cambiado de posición política. Se equivocaron.
Después de una breve pausa donde creé la expectativa deseada, dije:"¡Pero no debía haber terminado así..., legitimando a la dictadura!
Luego continué exaltando las buenas relaciones del pueblo americano y cubano durante los últimos siglos, en especial en su solidaridad con los cubanos en la búsqueda de la libertad y la democracia en la isla y su lucha contra la tiranía castrista (Algunos de los disidentes en sus exposiciones aprovecharon estos sinceros afectos para atacarme subrepticiamente como pro americano, o como dice el gobierno castrista: anexionista. Realmente no me importó; sé que amo a mi patria, lo he demostrado, soy soberano y deseo lo mejor para ella. También admiro a muchas personas de allá por sus principios y por cambiar la historia universal para bien. Además tengo muchos amigos allí y mi descendencia tuvo que huir del tirano y hacer una nueva vida y familia en esa tierra). Hice especial mención al hecho de que el Presidente estadounidense no hizo referencia en su discurso en cuanto a la naturaleza dictatorial y totalitaria del régimen comunista de Cuba.
El tiempo estaba limitado a una hora y había muchas personas. Dije: Me gustaría presentar mi protesta intelectual. Pienso que es un error estratégico político beneficiar a una dictadura. Que en el caso de China comunista lo fue también porque, después de más de cuatro décadas, no existen las libertades esenciales y la libertad económica es limitada.
En el asunto de Vietnam se pudiera justificar como un problema humanitario. Sabemos que China quiere usurpar territorios vietnamitas y de otras naciones asiáticas y debido a esto es el acercamiento de Washington con los vietnamitas. También EE.UU. tiene preocupaciones por el manifiesto hegemonismo en la región y mundial de la China comunista.
Continué manifestando que mi protesta era a nombre de la Fundación Lawton de Derechos Humanos, del Partido Unión por Cuba Libre y del Partido Nacionalista Democrático de Cuba. También a nombre del Proyecto Emilia y otros partidos, movimientos y ONG que firmaron el Proyecto Emilia (el Movimiento Unidad Cubana y el Partido Unidad Cubana más tarde me dieron sus autorizaciones para mencionarlos en esta protesta por nuestra dignidad nacional).
Para finalizar mi intervención oral debía escoger palabras bien pensadas y equilibradas que me hicieran ganar y mantener amigos en nuestra causa por la liberación de Cuba. Estas fueron mis palabras: "Me siento como si me hubieran dejado solo en el campo de batalla y recuerdo las palabras del presidente John F. Kennedy cuando dijo a los combatientes por la libertad que vinieron por Bahía de Cochino, que eso era un problema de los cubanos. Muchos de esos combatientes afirman que fueron abandonados cuando los dejaron sin reservas de proyectiles para asegurar la ganada cabeza de playa".
Más adelante agregué: "En mi caso particular me veo abandonado en el campo de batalla pero como un herido de guerra, al cual el paramédico sanitario le negó la asistencia médica. Ahora bien, conocía que este cambio de política se avecinaba y por eso prioricé mi cura individual y fortalezco mi cuerpo y espíritu para seguir la lucha por la libertad con solidaridad o sin ella hasta el triunfo definitivo".
Posteriormente, terminadas las intervenciones de la disidencia cubana, se pasó a aclarar dudas a través de preguntas las cuales en su mayoría fueron respuestas para satisfacción de los interesados.
Percibí falta de esperanza en los disidentes invitados; también alegría en algunos pero sin un verdadero plan para ponerle fin al castrismo y permitir su continuidad en una variante más moderada, quizá como la del socialismo serbio de Milosevic. Formulé que a pesar de lo ocurrido me siento esperanzado porque varios cubanos decidimos teóricamente ponerle fin a la dictadura castro comunista y hacer realidad la libertad de Cuba a través del Proyecto Emilia. Éste es la esperanza del pueblo cubano.
 Oscar Elías Biscet.

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