sábado, 6 de septiembre de 2014

Los chavistas viajan a Cuba a aprovecharse del mercado negro

Debido a la crisis interna, los venezolanos aprovechan sus viajes a Cuba para usar sus dólares en el mercado negro de medicinas y diversos artículos escasos en el país
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Según un economista habanero, los rigores del desabastecimiento en Venezuela y la corrupción financiera y política han provocado un saqueo constante del erario estatal venezolano. (Foto Archivo /EFE)

Especial DLA

En una época de tarjetas de crédito y cheques bancarios, a Ricardo, dueño de un café particular en La Habana, durante sus vacaciones en Varadero, le llamó la atención un grupo de turistas venezolanos con gruesos fajos de dólares, comprando euros en el mercado negro criollo. 


“En Varadero circula el euro y los cambistas ilegales lo venden un 10% más barato que la tasa oficial. En el hotel donde me alojé, varios venezolanos me contaron que ellos aprovechan la tasa de cambio preferencial del gobierno en la venta de dólares para los viajes al extranjero y viajan a Cuba. Y en el mercado ilegal de divisas adquieren euros a menor precio”, señala Ricardo.

Según un economista habanero, los rigores del desabastecimiento en Venezuela y la corrupción financiera y política han provocado un saqueo constante del erario estatal.

“La progresiva penuria es aprovechada tanto por sectores oficiales, el hampa y los contrabandistas que trafican gasolina, dinero y alimentos hacia Colombia o Aruba. Después está la corrupción imparable en instituciones del Estado chavista, con la creación de empresas de maletín y compra de alimentos a precios absurdos para obtener jugosas comisiones”, acota el economista.

Revender es un negocio
En un bar al aire libre en la Habana Vieja, a tiro de piedra del puerto, una chica venezolana bebe cerveza con tres amigas cubanas. Anda en plan de fiesta.

“Quiero conocer un cubano lindo y bailar en una discoteca. Soy chavista, pero Maduro ha jodido aquello. También aprovecharé para comprar medicinas y revenderlas en Venezuela”, apunta.

¡Bienvenidos al club de los parientes pobres de América Latina! Un club en el cual Cuba, por su longeva cartilla de racionamiento, los planes faraónicos de Fidel Castro que terminaron arruinando el país y una crisis económica estacionaria de más de dos décadas, es socio permanente.

En la isla mueren más de 200 mil cabezas de ganado anuales por hambre y las producciones agrícolas no acaban de despegar.

Hay miles de edificaciones en peligro de derrumbe y los salarios se encuentran entre los más bajos de la región.

Venezuela cerca del abismo
Solo Haití anda peor que Cuba. Venezuela está en la lista de espera. Caracas es un matadero y la inflación de una mordida devora los salarios del venezolano promedio.

“Los anaqueles están vacíos. La harina de arepa tienes que comprarla hasta cuatro veces más cara en el mercado informal”, apunta un estudiante venezolano de medicina. Nicolás Maduro sigue sin dar pie con bola.

El delfín del difunto Hugo Chávez gobierna con el ataúd de su compadre a cuestas. Amenazando a un sector de la oposición, prometiendo estabilidad y casi siempre acusando a los gringos y la burguesía local de complot y planes de magnicidios.

Sus discursos de ciencia ficción combinan misticismos y disparates. Ahora Maduro, el animador principal del extravagante socialismo del siglo XXI en el continente, utiliza la tecnología de punta para imponer un racionamiento eficaz. Se trata de un plan que controla 23 productos alimenticios esenciales en la canasta básica del venezolano.Una auténtica perogrullada.

Un nuevo eslabón burocrático que generará elevados gastos a la depauperada caja de caudales del Estado. Es la versión avanzada de la libreta de racionamiento cubana, implantada en marzo de 1962.

Si la de la isla era un cuadernillo chapucero de hojas blancas, donde se controlaba desde un panecillo de 80 gramos hasta un cake de cumpleaños, la homóloga de Venezuela es un captador biométrico de huellas, acoplado a un programa informático que supervisa a quienes compren equis cantidades de productos que un burócrata detrás de la pantalla de un ordenador, considere van destinadas al contrabando.

La adquisición de harina de arepas, pollo y leche en polvo se fiscalizará mediante un invento que haría palidecer a Orwell, autor del libro 1984.

Descontento general
Los ecos del descontento se escuchan en algunos venezolanos de paso por La Habana.

“Amigos cubanos me han contado que Fidel Castro prometió que la libreta de racionamiento era cuestión de meses, a lo sumo un par de años. Y que cuando la economía se estabilizara habría tanta leche y queso como Holanda y se consumiría tanta carne como en Estados Unidos. 52 años después todavía está vigente la libreta. Con esos truenos, no podemos esperar nada bueno”, dice Carlos, venezolano de visita en Cuba.

Las claves de la pobreza y carestía que atrapa al socialismo marxista y autoritario, con un Estado-Gran Hermano, que controla gran parte de la vida nacional e institucional, radican en las fallas estructurales de un sistema que no ha funcionado en ninguna nación del planeta. Ni en Rusia con su petróleo y armas atómicas.

Ni en Alemania Oriental con su extraordinaria racionalidad y capital humano. Ni en Cuba, una isla donde antes de 1959 existía una desigualdad notable entre el campo y la ciudad, pero su PIB nos situaba entre los primeros del continente.

Hablar en nombre de los desposeídos suena bonito. Vende. Pero después viene el burdo golpe de mano. Apartan a la antigua burguesía.

Entonces los guerrilleros de verde olivo en Cuba o los compañeros de camisas rojas del PSUV en Venezuela, ocupan su lugar.

Son escandalosos los casos de corrupción y nepotismo de la familia del extinto Hugo Chávez y el clan del PSUV.

Entre una corrupción que se dispara, violencia criminal que no cesa e inflación en aumento, Venezuela va en camino de convertirse en un Estado fallido. Nicolás Maduro sigue apostando al caballo equivocado.

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