domingo, 21 de septiembre de 2014

trabajar para el Estado puede resultar un buen negocio

trabajar para el Estado puede resultar un buen negocio 

Conseguir materiales de un trabajo estatal para luego hacer con ellos un "negocio personal", deja atrás la posibilidad de convertirse en un emprendedor
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... "Las estructuras del empleo privado en Cuba están diseñadas para que no prosperen las personas, si se rigen por las normas en vigor, dice Santiago, un cubano que admite vivir "de las trampas". (Gráfica de Pinilla)
LA HABANA - IVÁN GARCÍA / ESPECIAL DLA
Cuando usted le pregunta a Santiago por qué no inicia una pequeña empresa privada de construcción, responde con una sonrisa un tanto cínica.
“Es el peor de los negocios. Las estructuras del empleo privado en Cuba están diseñadas para que no prosperen las personas si se rigen por las normas en vigor. Es más labor de subsistencia que otra cosa. Desde luego, un tipo emprendedor puede hacer dinero. Pero siempre haciendo trampas financieras, evadiendo el fisco y pagando sobornos a los inspectores. No veo otra forma de prosperar. Pero si tienes un trabajo estatal, puedes utilizar los materiales que te asignan para negocios personales”, explica.

Mientras Joan, albañil particular que cobra 8 pesos convertibles por el metro cuadrado de piso o azulejos, depende de que su cliente tenga comprado los materiales para hacer la faena, Santiago en sus obras constructivas a privados incluye la cerámica, pintura, cemento cola y hasta barnices.
“La cerámica y otros materiales de acabado tienen precios por las nubes en las tiendas estatales por divisas, además de su baja calidad. Los particulares no tenemos capital ni existe una norma legal para importar materiales de otros países con precios inferiores a los de Cuba. Los jefes de brigadas constructivas que trabajan para el Gobierno desvían los recursos del Estado y pueden ofrecer precios competitivos”, afirma Joan.
Reparar a fondo una casa puede costar entre 4.000 y 6.000 cuc, cifra que equivale al salario de 15 años de un profesional de calibre en la isla. Junto a su esposa y tres hijos, Ricardo demoró 12 años en remodelar su vivienda.
“Es que dependes de muchas cosas. La remesas de los parientes en el extranjero, lo que se pueda hurtar en el trabajo y hasta de la suerte, si te sacas el premio gordo en la ‘bolita’ [lotería clandestina]. Luego de terminar las obras, debes adquirir muebles nuevos y electrodomésticos, cuyos precios son elevados”, explicó Ricardo.
Los precios
En una tienda de la calle Infanta, Centro Habana, un metro de losas de piso de cerámica cuesta 17 cuc. No lejos de allí, en el centro comercial de Carlos III, un saco de cemento cola vale 7.50 cuc, un inodoro, 145 cuc, y el metro de azulejos, 15.50 cuc.
Aún más caros cuestan en las tiendas del oeste de la capital. En el centro comercial Palco, muy cerca de Punto Cero, complejo de residencias donde vive la familia del exgobernante Fidel Castro, el metro de losas de pisos cuesta 33 cuc.
Los altos precios gravados por el régimen de manera escandalosa, obligan a los cubanos que tienen que reparar sus casas a recurrir al mercado negro.
Es ahí donde entran en juego tipos como Santiago. Un experto en acabado que aprovecha su posición en una firma constructora del Estado para desviar recursos y hacer dinero.
“Todo lo obtengo en mi empresa. Es una cadena de negocios irregulares donde todos se 'mojan'. El gerente y el almacenero cobran su parte por debajo de la mesa en cada contrato. Cuando he trabajado en el extranjero, sólo cobro el 30% del salario que paga el empresario que nos ha contratado. En cada obra que emprendemos en Cuba, recibo los materiales con un descuento del 20%, ésa es la ganancia del jefe de almacén".
Santiago amplia: "Con esos recursos, me apropio del 35% para uso particular. No me da negocio venderlo. Es más rentable utilizarlo en obras de acabado de clientes particulares. Hay un segmento de mercado, entre los que se encuentran artistas de éxito, funcionarios corruptos, cuentapropistas boyantes y personas que reciben dólares o euros, que tienen posibilidades de reparar sus casas con materiales de primera calidad”.
Eulogio, economista jubilado, afirma que en cualquier obra constructiva emprendida por el Estado, se desvía una gran cantidad de recursos. “Fui el inversionista en la reparación del hospital Miguel Enríquez, en la barriada de Luyanó. Con la cantidad de cemento, losas y pinturas robadas, se hubieran edificado tres hospitales de 800 camas”.
Por su parte, Santiago considera que mientras el particular se encuentra asfixiado por gravámenes elevados y precios minoristas de escalofrío, un trabajador estatal obtiene los materiales sin invertir un centavo ni pagar impuestos. "Es cierto que corres riesgos. Si te atrapan vas a la cárcel. Pero en las empresas del Estado roba todo el mundo", asegura.

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