LAS IGLESIAS DE CUBA Y DE VENEZUELA.
Por Alfredo M. Cepero
Hace escasamente dos semanas la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba dio a la publicidad su Plan Pastoral para el período 2014-2020. En referencia al embargo norteamericano contra la tiranía castrista, los obispos afirman que la población “sufre el aislamiento del que es objeto Cuba por parte de los Estados Unidos". Añaden que "dicha política contribuye a acrecentar las dificultades de los más débiles”. Como corresponde a una entidad cuya misión milenaria ha sido la protección y el bienestar de los desvalidos, la observación es oportuna y atinada pero, lamentablemente, incompleta. Quienes hemos seguido por años la conducta obsequiosa de la Iglesia Cubana con la tiranía, desde los tiempos de Cesar Zachi hasta los de Tarsicio Bertone, no podemos dejar de cuestionar los motivos para esta ostensible y tendenciosa condena del embargo. Nos preguntamos: ¿Si la denuncia del embargo estuvo basada en principios morales y no con el objetivo de congraciarse con el régimen, por qué hablaron de uno solo y no de los dos embargos, el de Washington y el de los tiranos?
La razón es obvia pero, para beneficio de quienes no han seguido de cerca la relación entre la Iglesia Cubana y los Castro, vale la pena hacer un breve recorrido. Cuando en el 2010 el tirano heredero necesitó de un interlocutor para quitarse de encima la pesadilla de una prensa internacional que denunciaba sus prisioneros políticos, el Cardenal Jaime Ortega se cuadró y dijo presente. Se ofreció como intermediario para poner en marcha un plan de destierro a España, disfrazado de liberación de presos políticos, de los opositores al régimen que aceptaran esas condiciones para su libertad.
Asimismo, mi colega en estas páginas Felix Luís Viera destaca en un reciente artículo sobre las UMAP la admiración y la estrecha relación del Cardenal Ortega Alamino con los tiranos. En su artículo, Félix apunta que el pasado 15 de agosto, la emisora Radio 26, de Matanzas, entrevistó a Ortega sobre su estancia de 8 meses, en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, reales campos de trabajo forzado que existieron en Cuba de 1965 a 1968. Según Ortega, “las UMAP fueron una experiencia única en la vida de un sacerdote”, y agrega: “Si Dios quiso que esto [las Umap) fuera así, entonces ¿qué quisiera él de esto? Ah, que yo sacara una lección tremenda de lo que es el ser humano, de la misericordia que hay que tener, de lo que sufre la gente y eso es importante”. Ortega nos presenta a los Castro como colaboradores de Dios en el plan divino de purificación y redención. ¡Qué horror que un hombre inteligente como éste incurra en tamaña herejía por motivos totalmente oportunistas y materialistas!
Pero diez días después de las declaraciones de Ortega el Nuncio Apostólico de El Vaticano en La Habana, Monseñor Bruno Musaró se salió del libreto y pagó el precio por su "indiscreción". Durante unas breves vacaciones en Italia, Monseñor Musaró dijo a la prensa que "en Cuba todo está controlado por el Estado, hasta la leche y la carne". Agregó que "comer ternero es un lujo y quien mata uno para comerlo es arrestado y llevado a la cárcel". Para el prelado "esa es la razón por la cual tanta gente se escapa de la Isla". Ni tardos ni perezosos, los obispos cubanos se quejaron ante El Vaticano y el nuncio recibió el correspondiente "cepo de campaña".
Regresando al ya mencionado Plan Pastoral, confieso que me leí el mamotreto en su totalidad buscando con ansiedad un párrafo, una oración o aunque fuera una palabra de condena directa a la bestial opresión castrista. Ni siquiera una palabra que pudiera ofender a los tiranos. Por el contrario, los redactores se mostraron como verdaderos artífices en el arte de utilizar las palabras para esconder la verdad y disfrazar su tolerancia de los verdugos que martirizan al pueblo que deberían de defender. Cayeron en generalidades y medias verdades tales como:
"Nos motiva el querer a este pueblo, el dolor por sus angustias y fracasos, compartir sus anhelos y esperanzas, y el saber que tenemos a quien pueda consolar , sanar, alegrar y resucitar, a Jesus de Nazaret". Basta de palabras lastimeras, hipócritas y altisonantes. Lo que ese pueblo necesita y quiere es solidaridad en la lucha por su libertad con palabras claras y conductas firmes.
"Al no haber correspondencia entre el proyecto social del país y el proyecto personal se genera la frustración; éste es uno de los factores que potencian el deseo de emigrar, sobre todo en los jóvenes". ¿Por qué no dicen que la gente se fuga de aquel infierno porque los diablos que lo gobiernan los explotan como esclavos y no les permiten alcanzar su "proyecto personal"?
"Muchos aspiran a un modelo de estado menos burocrático y más participativo, menos paternalista y más promotor, menos autoritario y más democrático" ¿Por qué no dicen que esos "muchos" son un pueblo entero que quiere elecciones libres para elegir un gobierno de gente capacitada y compasiva que atienda a sus necesidades más perentorias?
"Un buen número de profesionales de la educación, de la medicina y del deporte colaboran en misiones a América Latina …aportando divisas para su familias y para el país". Un apoyo cínico y descarado a la política esclavista y explotadora de los tiranos para lograr las divisas con las cuales prolongar su régimen de oprobio.
Admito, por otra parte, que esta vez he detectado una variante en la terminología utilizada por los obispos que bien pudiera obedecer a la percepción de que se avecinan vientos de cambio. El embargo ahora es un "aislamiento" no un "bloqueo". Exactamente la palabra utilizada el 25 de febrero de 2008 por Tarsicio Bertone durante una conferencia de prensa conjunta con el entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Perez-Bruto. Otro indicio de los preparativos de la Iglesia Cubana para una Cuba sin los Castro podría ser el destinatario seleccionado por el Papa Francisco en su misiva en ocasión de la Natividad de María, Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre. Salta el protocolo y no la dirige al Cardenal Ortega sino al Arzobispo Dionisio Garcia, un hombre considerado como menos comprometido con los abusos y crímenes de la tiranía.
En contraste con la conducta sumisa de la Iglesia de Cuba ante la tiranía castrista, es estimulante destacar la actitud desafiante de la Iglesia de Venezuela ante la tiranía madurista. En aquella tierra que fue cuna de la libertad en América la curia no anda con paños tibios ni habla en términos ambivalentes. Aquellos son unos curas que, según el vernáculo venezolano, son "arrechos" y hablan directo. Y prueba al canto.
Cuando los gorilas del PSUV cayeron en el ridículo y la herejía de cambiar el texto milenario y sagrado del Padre Nuestro para rendir tributo de adoración al orate de Chávez los obispos se pararon firmes. Monseñor Baltazar Enrique Porras, Arzobispo Metropolitano de Mérida, los fulminó declarando: "Se investiga el Caracazo pero no se mueve ni un dedo para aclarar y condenar los muchos abusos y muertes que tienen por autores a los que detentan el poder". Y en cuanto a la oración hereje: " Este abuso del Padre Nuestro es moralmente inaceptable".
Cuando los esbirros entrenados y dirigidos por la tiranía cubana se ensañaron con la heroica juventud venezolana, sus obispos dijeron presente. "El derecho a la protesta pacífica, así como el derecho a la libertad de expresión e información, son valores sociales imprescindibles para el ejercicio de una auténtica democracia…. Exigimos una exhaustiva investigación y el castigo a los culpables en el marco de la Constitución y las leyes, observando el debido proceso judicial". Cuando el régimen venezolano trató de organizar una congregación religiosa solidaria con el chavismo, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), monseñor Roberto Luckert, declaró en una entrevista con la emisora caraqueña 'Unionradio' que los prelados de la Iglesia Católica Reformada eran unos "malandros" (delincuentes) que habían sido excomulgados por su "mala conducta".
En el caso de Cuba, lo más doloroso es que esta nueva claudicación de la curia ante la tiranía se produce en un momento en que los Castro y su obsoleta satrapía están débiles, viejos y desprestigiados. En que los tiranos ya no pueden darse el lujo de clausurar templos, deportar religiosos, encarcelar líderes de la iglesia y, muchos menos, fusilar mártires como lo hicieron en sus inicios. Este es el momento para que un cura con pantalones y vergüenza, como lo hicieron en un tiempo los mexicanos Hidalgo y Morelos, exija el final de la tiranía y mande a retiro definitivo al esperpento de Jaime Ortega Alamino.
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