domingo, 14 de diciembre de 2014

Proceso de paz, eje de reconfiguración política /Los hechos del 2014

Proceso de paz, eje de reconfiguración política /Los hechos del 2014

Este es el hecho nacional del año. La negociación entre Gobierno y Farc está consolidada.

 
Esta foto, en la que 'Alape' (der.) y 'Márquez' se dan la mano con De la Calle y Jaramillo, fue el símbolo de la superación de la crisis por el secuestro del general Alzate.
Foto: EFE
Esta foto, en la que 'Alape' (der.) y 'Márquez' se dan la mano con De la Calle y Jaramillo, fue el símbolo de la superación de la crisis por el secuestro del general Alzate.
Aun sin un acuerdo para ponerle fin al conflicto armado, el proceso de paz con las Farc, en su segundo año, se impuso como el hecho del 2014 en Colombia. Por lo que provocó fuera de la mesa de diálogos, por lo que ocurrió dentro y por las expectativas que desde ahora ha creado para el año entrante.
Por fuera de la mesa, fue evidente su impacto en la vida política. Para comenzar, cambió la recomposición del Congreso, donde el Centro Democrático, partido crítico de los diálogos de La Habana, llegó con 20 senadores y 19 representantes para romper la hegemonía legislativa de la Unidad Nacional, que apoyaba al Gobierno.

Luego, el proceso de paz fue determinante para la reelección del presidente Juan Manuel Santos. Fue la apuesta por la negociación con las Farc la que terminó inclinando la balanza a favor suyo en la segunda vuelta de la elección presidencial, el 15 de junio.
Tras estar por debajo de su inmediato contendor, Óscar Iván Zuluaga, en la primera vuelta, con el 25, 6 por ciento de los votos, frente a 29, 2 por ciento, Santos logró el 50, 95 por ciento de la votación en segunda vuelta. Y lo hizo con la paz como principal propuesta de campaña.
Zuluaga, que hablaba de replantear las condiciones de los diálogos con el grupo guerrillero, se quedó con el 45 por ciento de la votación.
Sin que esta sea una cifra menospreciable, la inversión en el orden de los candidatos en la segunda vuelta mostró que Colombia le apostaba al cierre del conflicto armado con la guerrilla. Santos, de hecho, asumió su reelección como “un mandato para la paz”.
Al tiempo, el proceso de paz se convirtió en el motor de la más radical oposición a su gobierno. Temas como la posibilidad de penas alternativas a la cárcel para los jefes de las Farc o el traslado de nuevos guerrilleros a La Habana alimentaron durante el 2014 los más duros ataques del expresidente y ahora senador Álvaro Uribe y su partido, el Centro Democrático.
Con el lema “paz sin impunidad’ como caballito de batalla, reiteradamente Uribe y sus congresistas acusaron a Santos de estar “entregando el país al terrorismo”.
La negociación con las Farc fue, así, el eje de intensas tensiones, como la que también desató a mediados de octubre el procurador general, Alejandro Ordóñez, al pedirle cuentas al presidente Santos por el viaje de ‘Timochenko’ –máximo jefe de las Farc– a La Habana, sin que hubiera levantamiento de las órdenes de captura.
Fue tal la indignación por la actitud del Procurador que Santos, por primera vez, le respondió personalmente las críticas y le recordó que la paz, por ser un proceso político, era un asunto del fuero presidencial.
Los pasos firmes
Pero independientemente de lo que provocó fuera de la mesa, este año el proceso de paz dio pasos firmes hacia un punto de no retorno.
Y precisamente la presencia de ‘Timochenko’ en la isla fue una señal clara de que la negociación con las Farc alcanzaba un nivel nunca visto en procesos anteriores. Comenzaban los temas más difíciles para el grupo guerrillero: víctimas, verdad, justicia, reparación y dejación de armas, y las consultas con su jefe máximo eran necesarias para fijar las posiciones frente a estos puntos.
Sobre todo, porque desde el 16 de agosto los negociadores de la guerrilla en La Habana les estaban dando la cara a sus víctimas, en un hecho que también significó un salto cualitativo del proceso de paz. Algo igual no había ocurrido en una negociación ni en Colombia ni en el mundo.
Los puntos duros
El último encuentro con víctimas –de las Farc, de paramilitares y del Estado– para conocer sus expectativas frente a un eventual fin del conflicto se dará este 16 de diciembre.
Será tras estos encuentros cuando la mesa de diálogos comenzará a construir el camino para desatar uno de los nudos más difíciles de la negociación: el tipo de justicia que deberán afrontar los jefes de las Farc responsables de delitos graves.
El tema es complejo porque se trata de compaginar los estándares del derecho internacional –sin que necesariamente haya castigo penal– con las expectativas de los jefes guerrilleros.
Como se trata de hacer una verdadera transición de la guerra a la paz, atado a lo que pase con los guerrilleros vendrá la decisión sobre los militares y policías involucrados en crímenes cometidos en medio del conflicto.
Mientras tanto, el Congreso tendrá que ir definiendo qué acciones delictivas pueden ser conexas al delito político para que los jefes de las Farc tengan incentivos para dejar las armas.
El debate, por supuesto, será mucho más intenso que el que hubo hace una semana por la posibilidad de que el narcotráfico haga parte de la categoría de lo relacionado con el delito político. Y esto, porque otros ilícitos, quizás más difíciles de aceptar –como el secuestro–,tendrían que incluirse para que los jefes guerrilleros puedan participar en política, objetivo esencial de un proceso de paz porque se trata de cambiar las balas por los votos.
Todo dependerá, obviamente, de lo que las Farc estén dispuestas a avanzar para un modelo equilibrado de verdad, justicia y reparación a las víctimas.
Si el cara a cara con ellas fue una muestra del vuelo que estaba tomando el proceso de paz, la decisión de reunir a comandantes militares y jefes guerrilleros para comenzar a pensar en la manera como se darían el cese del fuego y la dejación de armas dejó ver el nivel de confianza que el Gobierno y las Farc han alcanzado.
Esta es una condición fundamental para dar los grandes saltos en una negociación. Y que cuatro de los siete miembros del secretariado de las Farc estén ya en la mesa de negociación en La Habana ratifica esa confianza.
Finalmente, la propia crisis que le generó al proceso de paz el secuestro del general Rubén Darío Alzate días antes de que se cumplieran los dos años de los diálogos formales –el pasado 19 de noviembre– puso en evidencia lo que el presidente Santos ha llamado “madurez” de la negociación.
Con todo y el discurso de las Farc reprochando al Gobierno por romper el principio de que lo que ocurriera militarmente en Colombia no debía afectar el proceso en La Habana, esta guerrilla se movió con agilidad para hacer posible la liberación del alto oficial en el menor tiempo posible. Solo lo tuvo en su poder 14 días.
Lo que sigue en el proceso de paz es complejo y causará polémica, pero las bases para abordarlo quedaron listas en este 2014. Por eso la esperanza del país de que el cierre del conflicto con la guerrilla se logre el próximo año.
Los hombres de la paz
Con muy bajo perfil, entre otras cosas por respeto al principio de confidencialidad que se pactó en el proceso de paz con las Farc, Humberto de la Calle, el jefe de los negociadores del Gobierno, y Sergio Jaramillo, el comisionado para la Paz, han sido decisivos para llevar los diálogos hasta el punto en el que está hoy: el más alto que se ha alcanzado en 30 años de intentos por cerrar el conflicto armado que vive Colombia desde hace medio siglo.
Humberto de la Calle (izq.) encabeza tanto los diálogos cordiales como los pulsos duros con las Farc. Sergio Jaramillo es el hombre de la estrategia en la negociación con la guerrilla. Foto: Archivo / EL TIEMPO
En La Habana, De la Calle ha mostrado habilidad para encarar los diálogos con los delegados de la guerrilla, tanto en los momentos de cordialidad como en los pulsos del Gobierno con hombres como ‘Iván Márquez’, que, a pesar de reivindicar como logros sin precedentes los acuerdos alcanzados en el proceso de paz, sigue siendo uno de los negociadores más duros de las Farc. “De la Calle también es clave cuando hay diferencias serias entre los distintos negociadores del Gobierno”, cuenta una persona cercana a ellos.
Jaramillo, que ha estudiado durante años a las Farc y las conoce a fondo, es el estratega de la negociación. “Es el que se trasnocha después de cada sesión con las Farc, preparando lo que debe plantearse al otro día”, dice otra persona.
Pese a la diferencia de caracteres –De la Calle es pragmático y elocuente y Jaramillo, más conceptual y reservado–, han impulsado juntos el proceso de paz cuando entra en momentos de tensión con las Farc o cuando está bajo el ataque de los críticos en Colombia.
Los 32 viajes a La Habana para igual número de rondas de diálogo con las Farc desde el 19 de noviembre del 2012, cuando comenzaron la negociación, son apenas el esfuerzo más visible de De la Calle y Jaramillo.
Los recesos en la mesa de diálogos no significan descanso para ellos. En Colombia, cada día se reúnen con un sector distinto para explicar el proceso de paz.
La experiencia política de De la Calle, quien ha sido ministro del Interior, vicepresidente y embajador ante la OEA, se complementa de manera natural con la formación académica de Jaramillo, que es filósofo, filólogo y especialista en el conflicto armado interno.
MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora de EL TIEMPO
en Twitter: @MarisolGmezG
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