Embargo y Revolución: dos caras de una misma moneda
Está claro que para que algo parecido a una democracia funcione habrá que conseguir la renuncia de los actuales mandatarios cubanos.
diciembre 04, 2014
La insistencia es sospechosa. También el hecho de que las demandas vengan desde varios frentes y con discursos semejantes. Es fácil pensar que existe una coordinación de factores para provocar algún tipo de estado de opinión que favorezca los intereses de aquellos que, con el espejismo de los "cambios" y las "reformas", buscan, al final, el mantenimiento delstatu quo, o al menos conservar aquello que no quiere ser cambiado presentándolo con un aspecto renovado.
Como se suele decir, "no soy partidario de las teorías de la conspiración", pero las características de lo ocurrido con los editoriales del The New York Times y otras señales aparecidas en las últimas semanas, hace difícil no mal pensar y creer que hay gato encerrado, unaconspiración en toda regla contra el proyecto democrático para Cuba.
Está claro que para que algo parecido a una democracia funcione habrá que conseguir la renuncia de los actuales mandatarios cubanos y también habría que dejar sin efecto sus normas y reglas de juego. En Cuba no se está construyendo una alternativa, como acostumbran a decir algunos buscando generar comprensión para el régimen.
Lo que lleva 50 años construido en Cuba es una dictadura, o lo que viene a ser lo mismo, un sistema de sometimiento de los individuos a unos esquemas políticos decididos verticalmente y que no dejan margen alguno para la oposición, la disidencia o el cuestionamiento. El proyecto para los cubanos está decidido de antemano por un grupo de poder que no ha refrendado democráticamente sus decisiones. Esto es, en definitiva, inadmisible.
Siendo así, pues, el cambio y reforma fundamental que se espera es que cualquier programa político a aplicar cuente con la aprobación popular. Seguir avalando las reformas del castrismo no es más que la manifestación de la incapacidad, la desidia o quizás el desinterés por el progreso real de la Isla.
Resulta un tanto extraño que se espere la regeneración de una dictadura, cuando lo único que se debería esperar de un sistema con estas características es la mutación total y absoluta. Hay personas que hoy participan del régimen político autoritario que están llamadas a hacer esta mutación. Otros, por supuesto, están dentro de este régimen, pero probablemente no están a tiempo de participar en un cambio. El mejor servicio que podrían hacer a su país es irse a sus casas.
Los evangelistas del "cambio" cubano, los que consideran que la llegada de efectivo a la Isla implicaría el tránsito a una democraciaestán equivocados en sus cálculos. No hay señales de que el Gobierno cubano busque la mejoría de la situación.
Está comprobado que iniciativas de éxito en el campo privado son boicoteadas para impedir el florecimiento de una nueva clase media. Todo parece indicar que, a efectos prácticos, es más interesante disponer de una miniclase hiperrica y bien situada, que se codee con los mercaderes extranjeros dispuestos a desarrollar negocios, en un país donde los ciudadanos no disponen de derechos.
Si se esfuma el embargo, el régimen cubano siempre encontrará la fórmula de recaudar parte de los nuevos ingresos para seguir sosteniéndose mientras, al mismo tiempo, boicotea el enriquecimiento de los emprendedores de éxito, los que pueden generar dinámicas de desarrollo económico que la esfera pública no puede resolver.
El argumento de que el embargo "no ha funcionado" en 50 años es muy vago para el propósito que plantea. La revolución cubana tampoco ha funcionado en medio siglo. Ambos fenómenos van emparejados, son dos caras de la misma moneda. O caen los dos o no cae ninguno.
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