¿Qué busca Putin?
Por muy pomposos acuerdos económicos que se anuncien durante la visita del líder del Kremlin a la Isla, el acercamiento tiene objetivos geopolíticos y militares. Será Moscú quien utilice a La Habana y no a la inversa.
Pedro Campos: El complejo momento de la visita de Putin a La Habana
Se trata de una hábil maniobra del Kremlin para utilizar a la Isla en su estrategia global de enfrentamiento con Estados Unidos, en sus intentos por recolocar a Rusia como una gran potencia mundial y, de ser posible, restablecer el viejo imperio que inició Iván el Terrible en el siglo XVI, y consolidó Pedro el Grande en el XVIII.Pese a que los Castro han presentado la visita a Cuba de Vladimir Putin como un renacimiento de las "históricas" relaciones comerciales y económicas entre ambos países, lo cierto es que ésta tendrá un carácter fundamentalmente geopolítico y que seguramente le va a dar más trigo a Moscú que a La Habana.
Con la revolución bolchevique, aquel imperio se "convirtió" al marxismo, extendió sus fronteras y adoptó el engañoso nombre de Unión Soviética, cuando en realidad era un imperio netamente ruso, esta vez comunista, impuesto por la fuerza a repúblicas que de hecho fueron convertidas en colonias. La hegemonía rusa además se expandió por el Este de Europa, el Asia Central y Mongolia, por África, e incluso se plantó a 90 millas de Estados Unidos. Desde la soleada Cuba puso al mundo al borde de un holocausto atómico. El imperio bolchevique duró 74 largos años, hasta su fallecimiento de muerte natural —la inviabilidad del sistema comunista— en 1991.
Casi un cuarto de siglo después, el nacionalismo ruso, uno de los más fuertes y arraigados del planeta, asoma las uñas nuevamente. Por lo pronto está de plácemes, pues Moscú emite señales de querer restaurar su hegemonía sobre naciones o territorios que formaron parte de la Unión Soviética, y disputarle a Washington, y a todo Occidente, la supremacía geopolítica internacional. Eso explica la gran popularidad de Putin en Rusia, según todas las encuestas.
Lo que sí hay que tener en cuenta es que si bien Raúl Castro y Putin ya se reunieron en 2009 y 2012, y se anunciaron acuerdos (de menor importancia), en esta ocasión la coyuntura internacional es muy diferente. Rusia está ahora interesada en penetrar política y económicamente en Latinoamérica y rivalizar con EEUU. Para ello Cuba es una pieza clave.
Ya se sabe que la delegación rusa negociará con uno de los hijos del dictador, Alejandro Castro Espín, acuerdos encaminados seguramente a reforzar el espionaje antiestadounidense desde suelo cubano. Al mismo tiempo, el armamento cubano, de fabricación soviética, es totalmente obsoleto y la junta militar de La Habana está ansiosa por renovarlo (poco se podrá lograr, pues las armas rusas ahora sí hay que pagarlas). Aparte, se podrían adoptar convenios para el atraque y mantenimiento de barcos de la Marina de Guerra rusa en puertos cubanos.
Historia antigua
Ahora bien, si bien Rusia tiene músculos colosales en materia militar, posee piernas débiles en el ámbito económico. Es además un país capitalista. Por eso la nomenklatura castrista no debe confundirse. El dadivoso tío Sacha soviético, la "solidaridad socialista", el "internacionalismo proletario", y el CAME, son historia antigua. Rusia no va suministrar petróleo gratuitamente a la Isla. Ni siquiera los 30.000 barriles diarios que al parecer está dejando de enviar Venezuela de la cuota total de 105.000 que graciosamente entregaba a los Castro.
Los rusos tampoco van a pagar el azúcar cubano a un precio siete veces superior al del mercado mundial, ni van a entregar gratis alimentos, fertilizantes, camiones, automóviles, tractores, maquinaria, tecnología, armamento de todo tipo o aviones civiles y de combate. Mucho menos van a subsidiar la arruinada economía cubana.
Antaño, los suministros soviéticos a Cuba, que oficialmente no eran gratuitos, estaban incluidos en créditos comerciales en rublos convertibles. Los Castro nunca pagaron un solo centavo de aquellos créditos, y al desaparecer la "Madre Patria" socialista la deuda cubana con ella superaba el valor del Producto Interno Bruto (PIB) de la Isla.
El reciente perdón del parlamento ruso del 90% de esa deuda cubana de 35.200 millones de dólares no fue ningún gesto solidario. Putin y la Duma moscovita sabían que jamás el régimen castrista iba a pagarla y decidieron oficializar esa incobrabilidad y utilizarla como ficha geoestratégica. Encima, el 10% restante, $3.520 millones, que deberán ser pagados por Cuba en un plazo de 10 años, serán depositados en una cuenta abierta por una empresa estatal rusa en el Banco Nacional de Cuba. Y serán esos fondos cubanos los que invertirán los rusos. Con ese esquema, Rusia no llevará capitales ni tecnología a Cuba.
No es de esperar que el Gobierno, o los capitalistas rusos, vayan a arriesgarse a invertir en grande en Cuba sin garantías de que obtendrán en forma segura su inversión y buenas ganancias. El gobierno raulista no ofrece tales garantías. Antes tendría que hacer reformas económicas estructurales, como liberar las fuerzas productivas, restablecer el derecho a la propiedad capitalista, abrir el país sin trabas al capital extranjero y suprimir la doble moneda.
Por otra parte, una economía tan improductiva, con un enorme déficit financiero interno y externo, con una deuda de $35.193 millones con el Club de París (3.200 dólares por cada habitante), y con un PIB que no crece hace años, no es nada atractiva para arriesgar capital. Obviamente sí habrá inversiones rusas, pero no de la envergadura que necesita la devastada economía cubana.
Lazos de corte mafioso
Lo peor de todo para el pueblo cubano con esta visita es que, de surgir una nueva alianza política ruso-cubana, se podrían crear lazos muy fuertes entre los funcionarios y la mafia que controla buena parte de la economía rusa y la casta militar que en Cuba ya se está posicionando como nueva burguesía a cargo de las empresas y de prácticamente toda la economía de la nación.
Más estrechas relaciones ruso-castristas podrían facilitar y acelerar la formación de esa plutocracia militar que dominará en Cuba tras la muerte de los Castro y de los "históricos" de la Sierra Maestra, y podrían definir el nuevo modelo socioeconómico postcastrista como una hibridación de capitalismo de Estado que, tomando del modelo chino y del fascista, tendría un fuerte componente mafioso de estilo ruso.
No obstante, dada la vocación fascistoide y represiva del castrismo, aún en el caso de que se produjese una mayor influencia rusa en Cuba no es probable que el castrismo imite el modelo postsoviético de pluralismo político y de respeto a la propiedad privada que impera hoy en Rusia. Cuesta trabajo imaginarse que, al menos a corto plazo, en Cuba se vaya a autorizar la creación de partidos políticos, sindicatos libres, y libertades económicas y de expresión.
En fin, una eventual mayor influencia rusa en Cuba contribuiría muy poco a mejorar el pobrísimo nivel de vida de los cubanos y mucho a perpetuar la dictadura y el autoritario proyecto de capitalismo de Estado que ya perfilan los generales, coroneles, sus familiares y la alta jerarquía civil del Partido Comunista.
De manera que, por muy pomposos acuerdos económicos que se anuncien con motivo de la visita del líder del Kremlin a la Isla, el pollo del arroz con pollo en este posible acercamiento seguirá siendo geopolítico y militar. Y será Moscú quien utilice a Cuba y no a la inversa
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