Por: Dr. Oscar Elías Biscet, La Habana,
Cuba - El régimen totalitario de Castro, ante
la pérdida inminente del mercado de bienes venezolanos, se prepara para su
mejor jugada diplomática internacional, la conquista del mercado empresarial
americano.
No es la primera vez
que la dictadura cubana logra hacer una hábil jugada diplomática y obtener
beneficios para su supervivencia en el poder. En los inicios de la década del
sesenta lo obtuvo con el apoyo incondicional de la Unión Soviética y prolongó
su existencia hasta la caída de este imperio socialista en 1991.
El Castro-comunismo
cayó en la crisis económica más grave vista en la historia del país con la
pérdida del mercado socialista y la fuga hacia el exterior de más de 37 mil
cubanos que fueron abrigados en sus inicios en la base estadounidense de
Guantánamo.
Castro aplicó el
terror de estado y estimuló el éxodo de Guantánamo como válvula de escape a sus
graves problemas internos. Las potencias occidentales no supieron provechar la
ocasión para ayudar al pueblo cubano en la conquista de sus derechos humanos
básicos.
La administración
estadounidense de Bill Clinton tampoco sacó partido de las grandes debilidades
económicas e ideológicas de la dictadura castrista en esos primeros cinco años
de los noventa. Con tan sólo una orden ejecutiva sin vacilación hubiera forzado
el cambio hacia la democracia y la libertad en Cuba.
Cuando la dictadura
de Castro abrió sus fronteras en desprecio del pueblo cubano y estimuló a
muchas personas a que se lanzaran al mar en condiciones precarias, cometió un
grave delito tipificado en las leyes internacionales como genocidio. Ese era el
momento para ir en auxilio de esa muchedumbre, rescatarla y llevar alrededor de
un millón de personas refugiadas a Guantánamo.
El costo político
para Castro iba a ser elevadísimo, también el costo financiero para los
estadounidenses. Treinta y siete millones de dólares diarios para mantener esa
cantidad de refugiados harían que ninguna de las potencias mundiales se hubiese
responsabilizado de tal situación que obligaría la discusión del caso en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para hallar una solución final
desfavorable a la tiranía comunista.
El ejecutivo
estadounidense se conformó con un acuerdo migratorio que dejaba intacta a la
dictadura cubana y la aprobación de la Ley para la Libertad y Solidaridad
Democrática cubana (Helms-Burton) que beneficia al pueblo cubano y debilita a
la dictadura, pero por falta de firmeza en la aplicación total de dicha ley por
las administraciones norteamericanas, no le han puesto fin al régimen
totalitario.
Por segunda vez en
la historia del país el comunismo es salvado, ahora por las potencias europeas
capitalistas que, en busca de más ganancias económicas, solventaron financiera
y económicamente a la dictadura de Castro y oxigenaron su régimen despótico.
Esta es la triste historia del pueblo cubano, abandonado por el mundo
civilizado que debería estar comprometido con la libertad y los derechos
humanos.
Casi veinte años
después se repite esta historia bochornosa. Los países europeos, democráticos y
libres, en diálogo con la tiranía castrista porque creen en la bondad de
reforma de los dictadores cubanos y, por supuesto, sin apartar a un lado sus
fuertes intereses económicos.
Del mismo modo, en
la nación americana un grupo de célebres personalidades políticas, diplomáticas
y de negocios están exigiendo a su presidente, Barack Obama, una actitud más
flexible hacia el régimen castrista. En su carta piden aperturas de medidas
económicas y de negocios con el régimen, en vez de la promoción objetiva y
efectiva de las libertades fundamentales para el pueblo cubano.
Realmente esas
personalidades norteamericanas se han olvidado de que el régimen de Castro es
una dictadura totalitaria que tiene control de todos los aspectos de la
sociedad, desde lo más sencillo como el jabón de baño hasta lo más complejo y
abstracto en la vida del cubano como su libertad.
Sin embargo, hay
algo que nos indica el fin del sistema: su pérdida de la firmeza ideológica y la
desastrosa economía dependiente del gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Si
en algo podrían ayudar estas personalidades, sería estimulando a sus gobiernos
a promulgar leyes, adoptadas por las dos Cámaras del Congreso de su nación,
donde se denuncie y persiga a los asesinos de estudiantes venezolanos. La caída
del régimen de Maduro aceleraría la de los Castro. Esto lo saben ellos, por eso
sus intensas injerencias en los asuntos venezolanos. Cuba comunista caería
irremediablemente sin el sostén económico y financiero de los chavistas.
El presidente Obama
tiene la oportunidad de solidarizarse con el pueblo cubano, a través de ayudas
directas, firmes y decisivas al ciudadano cubano, sin tener que oxigenar con
recursos a la dictadura comunista y ser cómplice de ella. Este es el momento de
exigir libertades para el pueblo cubano y no de cohabitación pacífica para
prolongar la vida de una dictadura que es una vergüenza de América.
Los cubanos estamos
en desiguales condiciones en nuestra lucha contra las injusticias y faltas de
libertades impuestas por el Gobierno Comunista. Pero no estamos dispuestos a
rendirnos. Por esto, hemos ideado un plan estratégico general para empoderar
con esperanza a nuestro pueblo. Un plan que será la chispa divina de la libertad
que los estimule e ilumine a todos ellos. Se llama Proyecto Emilia y es la
brújula que nos conducirá a la libertad de Cuba.
¡Cuba será libre!.
De esto tenemos la más absoluta certeza. Ahora bien, con la solidaridad de los
pueblos democráticos y libres este proceso se acelerará en nuestra patria. El
altruismo de otros pueblos es la esencia de la solidaridad con el pueblo
cubano. La herramienta perfecta que consolidará nuestras esperanzas de llegar a
la Tierra Prometida de la libertad.
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