sábado, 17 de enero de 2015

Complicidad e impunidad

AMIA: 

Dije el domingo 18 de julio del año 2004 (se cumplirán 11 años) en el Club Hebraica de la ciudad de Caracas que hacía mucho, mucho tiempo, una de mis columnas de opinión del Miami Herald, periódico donde escribía para ese momento, llevó por título ¿Dónde están esas voces clementes? Una pregunta hecha a nadie en particular. Una pregunta hecha a un mundo cómplice, a un mundo con una moral tan pero tan sui generis, que pide paz desde países exportadores de violencia, que condena acciones contra terroristas, y que clasifica la muerte y el dolor de acuerdo a sus simpatías con los verdugos.
Me convocaron para decir, yo, una mujer venezolana, una periodista venezolana, que sentía –y sigue sintiendo- vergüenza ajena, la vergüenza de quien espera justicia y no la encuentra, de quien espera equidad y no la ve, de quien tiene el deber de suponer que la muerte como lenguaje político, que la muerte como ideología debe ser rechazada, debe ser perseguida, debe ser execrada. Que decir que Dios es un asesino es blasfemia de los santones que lo usan y matan en su nombre.
Casi 11 años han pasado de esa tarde en Hebraica y casi 21 de la masacre en la AMIA y tal como lo dije aquella vez quiero también hoy, cuando a la Sra. Cristina Kirchner se le acusa de complicidad con los verdugos iraníes, que recordemos lo que fue el último segundo de los que cayeron fulminados por el odio aquel 18 de julio de 1994, en Buenos Aires, en la Calle Pasteur, Nº 633, del porteño barrio de Once, a media mañana, a las 9 y 53 minutos. Estoy aquí para preguntar y preguntarme, a más de 20 años del cruento atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que dejó 85 muertos, si a la justicia argentina y al pueblo argentino no les inquieta que no existan  condenados por un crimen terrible, que no hayan sido condenados ni los ideólogos del horror, ni los verdugos, las bestias sanguinarias que llevaron el vehículo cargado de explosivos hasta esa institución comunitaria.
Estoy aquí en los espacios de Infobae para reflexionar, como lo hice aquella vez, sobre si la impunidad ante un horror como ese no molesta a los clementes, a los sensibles vociferantes contra el neoliberalismo salvaje, contra la globalización, contra la barrera que Israel ha tenido que levantar, justamente para evitarles a muchos inocentes la misma muerte horrenda que tuvieron aquellas 85 personas que aún esperan justicia. La misma horrenda muerte de cientos de niños, mujeres, hombres, jóvenes y ancianos que a diario pagan con sus vidas ser judíos, vivir como judíos, defender a un Estado, a una identidad, a una historia.
Decía ese día digo y lo repito que no me gustan las barreras, lo confieso, no me gustan hasta por un hecho meramente estético: afean el paisaje, además de frenarme el andar, pero hay barreras y barreras; ésta que construyó Israel, es la que debe levantarse donde no se levanta la muralla de la censura, de la justicia, de la condena al terrorismo.Condena que deberíamos estar viendo por parte de las Naciones Unidas, y que no se genera. A ellos les motivan otros asuntos…
Es ilegal la barrera que tuvo que levantar Israel, ilegal dentro de una legalidad que se hace la loca ante la muerte de 85 inocentes masacrados aquella mañana de hace más de 20 años. Me perdonan, pero un concierto de naciones, un organismo que agrupa a estados y pueblos de este planeta nuestro que da subjetividad a la justicia, que considera que una barrera que frene a las bestias es ilegal, pero que nada dice de las bestias que descuartizan, que explotan cuerpos, que cercenan sueños, dije y digo: un organismo (Naciones Unidas) así da asco.
Muchos han dicho que ese espantoso acto contra la comunidad judía argentina lo planificó Irán y lo llevó a cabo Hezbollah, yo también lo digo, pero algo más grave, lo planifico Irán, lo ejecutó Hezbollah y lo avala un mundo de hipócritas, un mundo de cómplices. Un mundo que garantiza hoy, a través de Naciones Unidas que pueden estar tranquilas las sanguinarias mentes de  Hamas, de   Hezbolláh, que la magnánima revolución iraní puede seguir financiando a los verdugos del pueblo de Israel.
Ahora, comenzado el año 2015 el Juez argentino Alberto Nisman, que investiga desde 2004 el atentado de la AMIA, ha acusado a la presidenta Cristina Fernández y a otros miembros del Gobierno de decidir, negociar y organizar la impunidad de los prófugos iraníes en la causa con el propósito de “liberar a los acusados y fabricar la inocencia de Irán”.
Nada ha variado mi Dios… Allí está Irán, maestros en el uso  del terrorismo como “argumento político” y como salida a cualquier posibilidad de disidencia, tanto con su fanatismo propio, como con lo que han tomado como punto de honor: Impedir cualquier posibilidad de paz con Israel, y emplearse al máximo en su destrucción total, en Medinat Israel o en cualquier lugar donde un judío viva…
Nada ha variado mi Dios… Por eso, seguimos esperando por justicia para los asesinados aquella mañana invernal de Buenos Aíres. Tenemos más de 20 años esperando, sabiendo que con tanta impunidad, con tanta complicidad  Hamas, Hezbolláh, toda la Yihad islámica se crece, no descansan, todos sabiendo que cuentan con la alcahueta ayuda de quienes han clasificado en su intimidad a las víctimas como “llorables y olvidables”. 
Hipócritas que gritan mientras siguen ignorando no sólo a los muertos de AMIA, siguen saltando sobre los cadáveres de los judíos masacrados en muchas ciudades del mundo. Saltando sobre los que a diario son liquidados en el Estado de Israel, esos muertos que muchas agencias noticiosas ni siquiera refieren, mientras abatir a un terrorista asesino, es un crimen de lesa humanidad de ese Israel bueno para el holocausto e imperdonable para la vida…
Acaban de morir judíos y no judíos en los atentados pavorosos de París, tan horrendos como los tantos que se han cometido en la nación gala y que ya la memoria frágil que hace cómplices olvidó. Otra vez debo, con mis mismas palabras de hace 10 años recordar un crimen impune, pero no es uno, son muchos, demasiados los crímenes sin castigo que se han cometido y se cometen contra el pueblo de Israel. Sólo, allá en Buenos Aíres, la agenda terrorista ejecutó dos terribles atentados: el de AMIA y el perpetrado contra la Embajada de Israel en 1992. Ambos con un saldo sangriento de 107 muertos y 500 heridos, ambos esperando justicia.
No olvido nombres que son parte de este horrible monumento a la impunidad:  Menem, Juan José Galeano, Hugo Anzorregui, Nestor y Cristina Kirchner, Héctor Timerman. Nombres como los de los dos diplomáticos iraníes a los cuales no se les puede tocar: Sahiet Bajban y Hadi Soleimanpour detenidos y liberados de inmediato.
Ya dije y lo repito: ¿alguien puede ayudarme a descifrar ese enigma que se me presenta de no saber si la política está reñida con la justicia, o si la justicia es víctima de la política?  ¿O quizá ambas sean elementos reñidos con la ética, con la propia repulsa que un hecho abominable como el perpetrado aquella fría mañana de hace más de 20 años en Buenos Aíres, tendría que sacudir la condición humana?
Yo no soy religiosa, pero sí puedo decir que tengo un inmenso temor de Dios, de ese Dios infinitamente magnánimo que harto de tanta criminal apatía puede decidir cobrarnos un pecado que ya es colectivo. Yo no soy religiosa por tanto se me imposibilita rezar un Kadish que se eleve hacia lo Alto por aquellos que murieron en el atentado de AMIA y por los que mueren cada día por la furia asesina de los que matan en el nombre de Dios.
Ni soy religiosa ni conozco el arameo para poder decir aquí un “Kadish”, una oración sagrada para estas víctimas y por todas las que ha cobrado el odio convertido en culto y  que aún no reciben justicia, y cuyas muertes no fueron un veredicto divino, sus muertes fueron la decisión de unos demonios con la complicidad de unos canallas.
Sé que el Kadish es la aceptación del doliente de los designios divinos y que termina diciendo “… el que hace la paz en las alturas nos dará la paz a nosotros.” No lo dudo, como tampoco dudo de que haya que ayudar a esa paz condenando el terror y la violencia. Bendigo el nombre de Dios al momento de confesar a todos ustedes, que creo absolutamente en lo que decía Leonardo Da Vinci: “El que no valora la vida no se la merece”.
 
¿Tiene algún comentario o pregunta para Eleonora Bruzual? Envíe un correo electrónico a ebruzual@gmail.com @eleonorabruzual

Eleonora Bruzual: AMIA, Complicidad e impunidad

16 de enero de 2015
AMIA Atentado Portada
Compartir el post "Eleonora Bruzual: AMIA, Complicidad e impunidad"




Esta columna de opinión está publicada originalmente en el Portal Infobae
Infobae complicidad e impunidad

Dije el domingo 18 de julio del año 2004 (se cumplirán 11 años) en el Club Hebraica de la ciudad de Caracas que hacía mucho, mucho tiempo, una de mis columnas de opinión del Miami Herald, periódico donde escribía para ese momento, llevó por título ¿Dónde están esas voces clementes? Una pregunta hecha a nadie en particular. Una pregunta hecha a un mundo cómplice, a un mundo con una moral tan pero tan sui generis, que pide paz desde países exportadores de violencia, que condena acciones contra terroristas, y que clasifica la muerte y el dolor de acuerdo a sus simpatías con los verdugos.
Víctimas de AMIA
Clamor de justicia por las víctimas
Me convocaron para decir, yo, una mujer venezolana, una periodista venezolana, que sentía –y sigue sintiendo- vergüenza ajena, la vergüenza de quien espera justicia y no la encuentra, de quien espera equidad y no la ve, de quien tiene el deber de suponer que la muerte como lenguaje político, que la muerte como ideología debe ser rechazada, debe ser perseguida, debe ser execrada. Que decir que Dios es un asesino es blasfemia de los santones que lo usan y matan en su nombre.
Casi 11 años han pasado de esa tarde en Hebraica y casi 21 de la masacre en la AMIA y tal como lo dije aquella vez quiero también hoy, cuando a la Sra. Cristina Kirchner se le acusa de complicidad con los verdugos iraníes, que recordemos lo que fue el último segundo de los que cayeron fulminados por el odio aquel 18 de julio de 1994, en Buenos Aires, en la Calle Pasteur, Nº 633, del porteño barrio de Once, a media mañana, a las 9 y 53 minutos. Estoy aquí para preguntar y preguntarme, a más de 20 años del cruento atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que dejó 85 muertos, si a la justicia argentina y al pueblo argentino no les inquieta que no existan condenados por un crimen terrible, que no hayan sido condenados ni los ideólogos del horror, ni los verdugos, las bestias sanguinarias que llevaron el vehículo cargado de explosivos hasta esa institución comunitaria.
AMIA MemoriaEstoy aquí en los espacios de Infobae para reflexionar, como lo hice aquella vez, sobre si la impunidad ante un horror como ese no molesta a los clementes, a los sensibles vociferantes contra el neoliberalismo salvaje, contra la globalización, contra la barrera que Israel ha tenido que levantar, justamente para evitarles a muchos inocentes la misma muerte horrenda que tuvieron aquellas 85 personas que aún esperan justicia. La misma horrenda muerte de cientos de niños, mujeres, hombres, jóvenes y ancianos que a diario pagan con sus vidas ser judíos, vivir como judíos, defender a un Estado, a una identidad, a una historia.
Decía ese día digo y lo repito que no me gustan las barreras, lo confieso, no me gustan hasta por un hecho meramente estético: afean el paisaje, además de frenarme el andar, pero hay barreras y barreras; ésta que construyó Israel, es la que debe levantarse donde no se levanta la muralla de la censura, de la justicia, de la condena al terrorismo. Condena que deberíamos estar viendo por parte de las Naciones Unidas, y que no se genera. A ellos les motivan otros asuntos…
Es ilegal la barrera que tuvo que levantar Israel, ilegal dentro de una legalidad que se hace la loca ante la muerte de 85 inocentes masacrados aquella mañana de hace más de 20 años. Me perdonan, pero un concierto de naciones, un organismo que agrupa a estados y pueblos de este planeta nuestro que da subjetividad a la justicia, que considera que una barrera que frene a las bestias es ilegal, pero que nada dice de las bestias que descuartizan, que explotan cuerpos, que cercenan sueños, dije y digo: un organismo (Naciones Unidas) así da asco.
Muchos han dicho que ese espantoso acto contra la comunidad judía argentina lo planificó Irán y lo llevó a cabo Hezbollah, yo también lo digo, pero algo más grave, lo planifico Irán, lo ejecutó Hezbollah y lo avala un mundo de hipócritas, un mundo de cómplices. Un mundo que garantiza hoy, a través de Naciones Unidas que pueden estar tranquilas las sanguinarias mentes de Hamas, de Hezbolláh, que la magnánima revolución iraní puede seguir financiando a los verdugos del pueblo de Israel.
Alberto Nisman
Juez Alberto Nisman
Ahora, comenzado el año 2015 el Juez argentino Alberto Nisman, que investiga desde 2004 el atentado de la AMIA, ha acusado a la presidenta Cristina Fernández y a otros miembros del Gobierno de decidir, negociar y organizar la impunidad de los prófugos iraníes en la causa con el propósito de “liberar a los acusados y fabricar la inocencia de Irán”.
Nada ha variado mi Dios… Allí está Irán, maestros en el uso del terrorismo como “argumento político” y como salida a cualquier posibilidad de disidencia, tanto con su fanatismo propio, como con lo que han tomado como punto de honor: Impedir cualquier posibilidad de paz con Israel, y emplearse al máximo en su destrucción total, en Medinat Israel o en cualquier lugar donde un judío viva…
AMIA Justicia 5Nada ha variado mi Dios… Por eso, seguimos esperando por justicia para los asesinados aquella mañana invernal de Buenos Aíres. Tenemos más de 20 años esperando, sabiendo que con tanta impunidad, con tanta complicidad Hamas, Hezbolláh, toda la Yihad islámica se crece, no descansan, todos sabiendo que cuentan con la alcahueta ayuda de quienes han clasificado en su intimidad a las víctimas como “llorables y olvidables”.
Hipócritas que gritan mientras siguen ignorando no sólo a los muertos de AMIA, siguen saltando sobre los cadáveres de los judíos masacrados en muchas ciudades del mundo. Saltando sobre los que a diario son liquidados en el Estado de Israel, esos muertos que muchas agencias noticiosas ni siquiera refieren, mientras abatir a un terrorista asesino, es un crimen de lesa humanidad de ese Israel bueno para el holocausto e imperdonable para la vida…
Acaban de morir judíos y no judíos en los atentados pavorosos de París, tan horrendos como los tantos que se han cometido en la nación gala y que ya la memoria frágil que hace cómplices olvidó. Otra vez debo, con mis mismas palabras de hace 10 años recordar un crimen impune, pero no es uno, son muchos, demasiados los crímenes sin castigo que se han cometido y se cometen contra el pueblo de Israel. Sólo, allá en Buenos Aíres, la agenda terrorista ejecutó dos terribles atentados: el de AMIA y el perpetrado contra la Embajada de Israel en 1992. Ambos con un saldo sangriento de 107 muertos y 500 heridos, ambos esperando justicia.
Cristina y Héctor Timerman
Cristina Kirchner y Héctor Timerman
No olvido nombres que son parte de este horrible monumento a la impunidad: Menem, Juan José Galeano, Hugo Anzorregui, Nestor y Cristina Kirchner, Héctor Timerman. Nombres como los de los dos diplomáticos iraníes a los cuales no se les puede tocar: Sahiet Bajban y Hadi Soleimanpour detenidos y liberados de inmediato.
Ya dije y lo repito: ¿alguien puede ayudarme a descifrar ese enigma que se me presenta de no saber si la política está reñida con la justicia, o si la justicia es víctima de la política? ¿O quizá ambas sean elementos reñidos con la ética, con la propia repulsa que un hecho abominable como el perpetrado aquella fría mañana de hace más de 20 años en Buenos Aíres, tendría que sacudir la condición humana?
Yo no soy religiosa, pero sí puedo decir que tengo un inmenso temor de Dios, de ese Dios infinitamente magnánimo que harto de tanta criminal apatía puede decidir cobrarnos un pecado que ya es colectivo. Yo no soy religiosa por tanto se me imposibilita rezar un Kadish que se eleve hacia lo Alto por aquellos que murieron en el atentado de AMIA y por los que mueren cada día por la furia asesina de los que matan en el nombre de Dios.
Ni soy religiosa ni conozco el arameo para poder decir aquí un “Kadish”, una oración sagrada para estas víctimas y por todas las que ha cobrado el odio convertido en culto y que aún no reciben justicia, y cuyas muertes no fueron un veredicto divino, sus muertes fueron la decisión de unos demonios con la complicidad de unos canallas.
Sé que el Kadish es la aceptación del doliente de los designios divinos y que termina diciendo “… el que hace la paz en las alturas nos dará la paz a nosotros.” No lo dudo, como tampoco dudo de que haya que ayudar a esa paz condenando el terror y la violencia. Bendigo el nombre de Dios al momento de confesar a todos ustedes, que creo absolutamente en lo que decía Leonardo Da Vinci: “El que no valora la vida no se la merece”.
 
Eleonora Bruzual 2014 MadridEleonora Bruzual (*)
ebruzual@gmail.com
@eleonorabruzual
Periodista venezolana, directora y presentadora de TV, columnista del Diario Las Américas (Miami) y del Portal Infobae (Argentina). Durante once años fue editorialista política de Radio Mambí /Univision Miami. Editora de la web Gentiuno. Coautora de los libros Favoritos del Diablo, Militares ¿héroes o cobardes? y Los hombres que erotizó Fidel. Vive en Caracas.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Enviar comentarios: