martes, 5 de mayo de 2015

Tres tristes parques del Cerro


En la otrora elegante barriada del Cerro hay tres tristes parques, relativamente cercanos entre sí. La gente los conoce como el de Piñera, el de Tulipán, y el de Manila. Según sus vecinos, los tres parques se desperezan, y se animan a conversar entre ellos, tratando de rememorar glorias pasadas

Vertedero de basura en el parque Tulipán (foto del autor)
Vertedero de basura en el parque Tulipán (foto del autor)
LA HABANA, Cuba. -En la otrora elegante barriada del Cerro hay tres tristes parques, relativamente cercanos entre sí. La gente los conoce como el de Piñera, el de Tulipán, y el de Manila. Llevan el nombre de cada una de las calles principales donde fueron construidos.
Hace solo unos días quedé muy sorprendido con un relato de René, un relojero de mi barrio, quien me comentó, muy serio, lo que dicen las abuelas del asilo Santovenia, a las que él visita regularmente para arreglarles sus relojes. Según ellas, los tres parques se desperezan, y se animan a conversar entre ellos, tratando de rememorar glorias pasadas.

En el parque de Piñera, una señora con bastón, bien entradita en años, y que se identificó como Josefa, se me acercó intrigada, para preguntarme por qué yo tiraba fotos. Al explicarle mi intención de escribir sobre las penosas condiciones del mismo, dijo: “Bueno, si es así, me alegro mucho que lo haga. Me entristece verlo en ese estado deplorable por tanto tiempo, semejante a un vertedero de basura. Al gobierno le importa un comino.”
La historia de este parque comenzó cuando era un terreno baldío. Aquí venían los fiñes (niños) a jugar con pelotas de trapo. Disfrutaban de aparatos de diversiones, tales como sillas voladoras, un carrusel de caballitos, y botes para mecerse. Después se construyó un área especial cercada donde los niños se divertían lanzándose por las canales, girando en el tiovivo, y moviéndose en los cachumbambés. También existió un espacio dedicado a celebrar cumpleaños, del cual hoy sólo queda la caseta, como si fuera un monumento a una parada de ómnibus.
Por unos pocos años permaneció engalanado con preciosos jardines. Ya nada de esto existe, y la basura se acumula en los contenes de la acera. Muchos se preguntan qué diría si viviera el mártir del asalto al Moncada, Jacinto García Espinosa, cuya tarja, con fecha de septiembre-1960, se puede leer en una de las esquinas.
José Antonio, nacido y criado en el Cerro, a sus 80 años y con plena lucidez, me asegura que el parque Manila tuvo la suerte de tener la cuarta llave del Cerro, y la robaron. Según él, dicha llave era la Biblioteca Pública que una vez existió en sus predios. Y añadió: “Después del año 59, no sólo se perdieron los libros, sino que hasta los ladrillos se llevaron. Nunca olvidaré mis lecturas juveniles en aquel recinto, sobre la poesía de José María Heredia, y en especial, El Himno del Desterrado”.
Bancos sin espaldar en el parque Molina (foto del autor)
Bancos sin espaldar en el parque Molina (foto del autor)
En la actualidad este parque continúa totalmente abandonado. Aunque mantiene un sector para los juegos infantiles, donde hay unas sillitas para mecerse, varias argollas para colgarse, y quedan unas tablas que se asemejan a unos cachumbambés.
Finalmente el último de los tres parques es el de Tulipán. Varios de los entrevistados que residen en sus alrededores coincidieron al comentar que en antaño esta instalación era una maravilla para ir a sentarse y coger fresco. Contaba con bellos jardines, luces, y bancos de hierro con tablitas verdes que se perdieron. Los de ahora son de granito: se ven sucios y con desconchados.
Todavía se conserva el busto del casi olvidado poeta, dramaturgo, y ensayista Gustavo Sánchez Galarraga, nacido en el Cerro, quien colaboró con el maestro Ernesto Lecuona. No así su tarja de bronce, que desapareció en manos de los depredadores, que se alimentan de materia prima.
Tal fue la fama de este emblemático y abandonado parque, que no hay una región de toda la isla donde no se haya escuchado a niños cantando la rueda: “Anoche yo te vi en el parque Tulipán meneando la cintura. Parampampín pon, fuera.”

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