¿Qué sucedió entre el V y el VI Congreso del PCC?
Por estos días la prensa oficialista cubana despliega abundante información relacionada con el Partido Comunista, en vísperas de la celebración de su VII Congreso.
Además de entrevistas a los delegados que asistirán a esa cita partidista, se publican reseñas de los anteriores congresos de la organización, y hasta los pasos que condujeron a la creación de un partido único a partir de junio de 1961. Y en todos los casos, por supuesto, se alaba la figura de Fidel Castro.
Los medios de difusión castristas les han salido al paso también a aquellas voces críticas que solicitan la posposición del VII Congreso. En ese sentido argumentan, entre otras razones, la periodicidad con que deben efectuarse esos cónclaves, que según los estatutos de la organización debe ser de cinco años. Entonces, si el VI Congreso tuvo lugar en el año 2011, el VII corresponde celebrarlo en el actual 2016.
Semejante aluvión mediático, sin embargo, ha sido incapaz de explicar el porqué del vacío que se produjo entre el V Congreso de 1997 y el VI Congreso, celebrado en 2011. ¡Nada menos que 14 años sin que la cúpula del partido gobernante se reuniera con una representación de los militantes de base!
Todo parece indicar que durante ese lapso hubo un debilitamiento de la labor partidista, y también una merma en el funcionamiento institucional del país. Haciendo válido aquello de que "la cabra siempre tira al monte", Fidel Castro se despojó durante la última década de su mandato de los tímidos moldes institucionales adoptados a partir de 1975, y le dio riendas sueltas al voluntarismo que caracterizó los primeros 15 años de Gobierno revolucionario, cuando sus improvisaciones marcaban el día a día de la vida nacional.
En efecto, a partir de 1997 el país conoció de políticas que no parecían ajustarse a determinada estrategia de desarrollo. Más bien eran el resultado de los impulsos de un hombre que gobernaba sin miramientos. Fueron los años de la "revolución energética", cuando se llevaban a la televisión las ollas de presión que enseñarían a los cubanos cómo cocinar mejor; del famoso "chocolatín" —hoy casi olvidado— que iba a garantizarles el desayuno a todas las personas; y se iniciaría la "Batalla de ideas", con aquellas movilizaciones costosas e irracionales que tenían lugar desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí.
Fue la época de la municipalización de las universidades. Un período en el que disminuyó la calidad de la educación superior en el país debido a la gran cantidad de estudiantes que ingresaron en las aulas sin la debida preparación, así como la necesaria contratación de profesores no aptos para tan alto empeño.
El V Congreso del Partido en 1997 dio inicio al retroceso en las reformas promercado que habían sido implementadas para paliar los momentos más críticos del "Periodo Especial". Se le interpusieron múltiples trabas al trabajo por cuenta propia, y también se frenó la inversión extranjera. Además, la economía experimentó una recentralización que a ratos recordaba la utopía guevarista de los años 60. Aquella controversial cuenta única a nivel de ministerios casi dejaba a las empresas y entidades sin la posibilidad de realizar operaciones bancarias.
En esas condiciones cobró auge el Equipo de Apoyo y Coordinación del Comandante en Jefe, un proyecto que materializaba la vieja aspiración del máximo líder de contar con un gobierno paralelo que fuese "más ágil" que el gobierno real de la nación. Un gobierno real en el que no todos los cargos se correspondían con el desempeño histórico de los funcionarios. Por ejemplo, el comandante de la Revolución Ramiro Valdés, hoy poderoso vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, era en los últimos años de Fidel Castro un simple director de un grupo empresarial del Ministerio de Comunicaciones.
Al acceder a la jefatura de la nación, Raúl Castro pudo haber denunciado la política de su predecesor, al estilo de lo que hizo Nikita Jruschov con respecto a Iósif Stalin. Pero ya sabemos que no sucedió así. Al parecer, las relaciones dinásticas pesaron más que otras consideraciones.
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