jueves, 2 de julio de 2015

Otro punto para el mito de la salud pública cubana


De ser cierto el reconocimiento de Cuba como “primer país a nivel planetario” en eliminar la transmisión del VIH y la sífilis de madre gestante a hijo, estaríamos ante un verdadero milagro
miércoles, julio 1, 2015 | Miriam Celaya
Foto de archivo
Foto de archivo
LA HABANA, Cuba. – Un nuevo y extraordinario logro del sistema de salud cubano fue dado a conocer por el monopolio informativo oficial este martes 30 de junio. Esta vez la fanfarria celebra –ni más ni menos– el reconocimiento de Cuba como “primer país a nivel planetario” en eliminar la transmisión del VIH y la sífilis de madre gestante a hijo. La grandilocuencia es una asignatura obligatoria para los comunicadores de los medios castristas.
Según el reporte, para alcanzar tan significativo reconocimiento fueron precisos tres pasos: la presentación del informe por parte de las autoridades correspondientes de la Isla –y ya sabemos cuán confiables y verificables son éstos–, la “visita de expertos” de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que validaron el informe, y finalmente la decisión de dicho organismo internacional, así como de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que certificaron el prodigio, solo posible gracias a que Cuba “destaca por un sistema social de equidad y justicia” y también por la “amplia participación de la sociedad civil” en los programas de salud. Eso, entre otras maravillas que solo se producen en esta bendita isla tocada por la gracia de una mítica revolución infinita.
Por su parte, la sede del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en La Habana también dedicó el panegírico de rigor al fabuloso sistema de salud con que nos privilegia nuestro bondadoso gobierno, ofreciendo con ello mayor aliento a la encomiástica facundia del coro de pregoneros. No caben dudas de que la exportación de médicos esclavos cubanos en tierras extranjeras ha sido una carta política bien jugada por la cúpula verde olivo, asegurándose la aprobación total de los organismos internacionales a los que se les hace en extremo dificultoso disponer de un ejército profesional de tal envergadura en el mundo libre.
Sin embargo, de ser cierto el merecimiento de esta ocasión, estaríamos ante un verdadero milagro, sobre todo si tenemos en cuenta que en la actualidad han desaparecido los programas para el control y tratamiento del VIH-SIDA en numerosas áreas de atención de la salud –como es el caso del policlínico Van Troi, en el populoso municipio Centro Habana–, así como los otrora rigurosos programas materno-infantiles.
Por eso resulta cuando menos contradictorio explicar un logro de la envergadura del que otorgan hoy los más encumbrados organismos internacionales de la salud al “sistema cubano”, mientras se han contraído a su mínima expresión los referidos programas, a la vez que han aumentado las carencias materiales de los centros de asistencia de la salud a todos los niveles, la escasez de personal calificado –justamente porque decenas de miles se encuentran prestando sus servicios como misioneros en otros “países pobres”–, se han tornado endémicas varias enfermedades que producen epidemias cíclicas, y son crónicas la falta de medicamentos y la insalubridad general.
Parecería que estamos asistiendo a una suerte de conspiración global empeñada en demostrar al mundo los beneficios de vivir bajo una dictadura bipolar –mala hacia dentro, buena hacia el exterior– que se ha convertido en ejemplo a seguir incluso para las naciones más democráticas del planeta.
Mientas, un suspiro de alivio debe estar recorriendo la Isla entera: ya el rebaño puede (sobre) vivir tranquilo. Ahora sabemos que en lo sucesivo seguiremos con riesgo de contraer enfermedades como el dengue, el chikungunya, las “infecciones diarreicas agudas” el AH1N1 y todas sus mutaciones, las inmundicias que nos transmita el caracol gigante africano, o cualquier regalo similar que pudieran traernos nuestros abnegados galenos desde tierras remotas; pero –por más que el VIH se siga extendiendo entre la población adulta y juvenil– ya no nacerán niños portadores del VIH, ni heredarán la sífilis de sus madres. Es un verdadero consuelo.
Y si en principio y con justicia, es magnífico que las inocentes criaturas que vienen al mundo no deberían sufrir las consecuencias de la irresponsabilidad de sus mayores, esto no resulta suficiente en absoluto para la beatificación del sistema cubano de salud.
Sería de desear que los datos estadísticos e informes que tanto fascinaron a los “expertos” de la OPS y a los altos funcionarios de la OMS como para dar este nuevo espaldarazo al Palacio de la Revolución estuvieran al acceso de todos los cubanos y de cualquier interesado en el tema en cualquier parte del mundo. Por supuesto, también deberían ser informaciones contrastables. No es nada personal; solo ocurre que últimamente la sola mención de esa especie sacra conocida como “expertos” me causa escalofríos. Y por otra parte, me consta que medio siglo de secretos y componendas de una pequeña élite que ahora se recicla en el poder absoluto de Cuba, genera entre nosotros, los cubanos, igual cantidad de tiempo acumulando suspicacias. De ahí que en estos tiempos resulta infinitamente más fácil para los Castro engatusar al mundo entero que a solo varios millones de cubanos.

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