La independencia alimentaria en Venezuela es historia
El desabastecimiento, los altos precios y el racionamiento de productos, mantiene a la población en una constante zozobra para asegurar el día a día de los hogares
VENEZUELA
MIAMI.- JOSÉ PERNALETE
jpernalete@diariolasamericas.com
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Las constantes restricciones que padecen los venezolanos para la compra de alimentos y artículos de primera necesidad, aleja el sentido de independencia para cualquiera de los habitantes de este país, regido por un Gobierno que apuesta por el sistema socialista.
El testimonio de la periodista venezolana Carolina Alcalde, quien labora como corresponsal para la Voz de América (VOA), revela el arrinconamiento de quienes trabajan por salarios que se diluyen en la diaria devaluación del bolívar fuerte, moneda golpeada por controles de cambio estrictos y por la falta de producción nacional.
“Es muy difícil llevar un presupuesto exacto en Venezuela porque si te encuentras un producto regulado y sabes que escasea, entonces de seguro te lo llevas, así no lo necesites”, resumió la comunicadora en lo que representa el afán cotidiano por conseguir comida para su hogar.
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Recientemente Nicolás Maduro aprobó un aumento escalonado del salario mínimo para el sector público y privado que a partir del primero de julio se ubicó en 7.421,66 bolívares fuertes [menos de $20 en el mercado negro]. Este sueldo no resulta suficiente teniendo en cuenta la distorsión de precios que afecta incluso a los productos regulados de la canasta básica.
“Hace pocos días compré cuatro kilos y medio de carne de res en distintas presentaciones y pagué casi 11.000 bolívares fuertes […] Esto alcanza en mi casa para aproximadamente un mes pero depende si llegase a tener invitados en algún momento”, comento la periodista.
Alcalde ha mostrado a través de su cuenta personal en la red social Periscope algunos detalles de las penurias que debe padecer a diario para comprar alimentos y otros productos de uso obligado en los hogares.
“Es muy difícil hacer el mercado por el tiempo que debemos invertir en cola [fila de espera], es entendible porque ni el sistema ni el cajero están en capacidad de atender a los grandes números de personas que llegan […] En ningún país, salvo en condiciones extraordinarias, todo el mundo sale a comprar al mismo tiempo como acá”, detalló en entrevista paraDIARIO LAS AMÉRICAS.
Con facturas en mano comprobó que una compra para los desayunos “en mi casa donde solo somos dos, y se adquirió jamón, queso y néctar de jugo para una semana puede alcanzar hasta 4.000 bolívares, más de medio sueldo mínimo”.
Ir de compras al mercado por la comida de una familia se ha convertido en una tortura. Al menos eso es lo que demuestra el relato de esta periodista recién casada que siente como el dinero que gana se vuelve “sal y agua”, además de gastar horas en colas por conseguir lo que requiere.
“El promedio de tiempo para comprar puede ser entre una o dos horas […] En las cadenas del Gobierno, el proceso es más lento porque primero te dan un número que te asigna el orden en el que debes entrar para registrar tu cédula de identidad, después vas pasando por estaciones donde el personal te va poniendo en el carrito lo que haya a disposición”, describió.
Además de estas molestias, los venezolanos deben resignarse con importaciones de mala calidad que debe hacer el régimen para abastecer de manera forzada las necesidades básicas de la población.
“Hay muchos productos que llegan por convenios de pésima calidad […] Por ejemplo, algunas marcas de leche que nos venden, provienen de Ecuador o Argentina y no son como lo que estamos acostumbrados a consumir”, apuntó.
Otra de las obligaciones incomodas de esta clase media en deterioro es la de apartarse de sus puestos de trabajo durante jornadas laborales para emprender la dura tarea de comprar alimentos.
“El personal de los comercios debe salir de sus trabajos para hacer colas y poder comprar […] Una vez fui a una peluquería vacía durante horas de la tarde de un viernes, todas las empleadas se habían ido al mercado porque había llegado comida”, dijo.
Ya somos una comuna
La experiencia de ir al mercado representa ahora una involución para quienes han crecido en una etapa productiva durante los últimos 16 años.
“A veces he llegado a mercados donde no hay ni siquiera carrito y gracias a personas solidarias me dejan poner las cosas en el suyo […] Vamos haciendo la compra entre dos o tres familias, se convierte en una experiencia comunal porque nos vamos intercambiando los productos que tal vez en ese momento no necesitamos”, explicó.
Las familias de este país no dudan en desmentir lo que para muchos gobernantes exponen como un logro, la soberanía alimentaria. De un aparato productivo que era sustentable hasta hace una década atrás, sólo quedan pocas empresas confiscadas por el poder ejecutivo como razón demagógica para calmar el hambre por resentimiento sembrado desde un palacio de Miraflores teñido de rojo bolivariano.
Tanto es el retraso en esta nación que una modalidad usual entre las familias para conseguir alimentos o productos de uso diario es el trueque.
“He hecho trueque con jabón con una amiga que lo necesitaba y ella a cambio me dio harina de trigo, eso pasa con el champú y el desodorante en muchas oportunidades entre nuestras redes”, afirmó la periodista.
Ser madre es otra preocupación que mantiene a muchas personas en constante búsqueda de productos y de buenos samaritanos. “Tengo amigas que tienen bebés y cuentan con grupos donde se intercambian pañales […] Cuando consiguen el producto lo compran sin importar la talla porque saben que a alguna de las amigas le puede servir”, apuntó.
El desgano por la constante búsqueda afecta a los venezolanos en algo que va más allá de los bolsillos y de la mesa de sus hogares. “Si te provoca reunirte en casa con amigos y quieres comprar algo como aperitivo tienes que dedicarte por bastante tiempo a encontrar lo que necesitas y terminas decidiendo que mejor no se hace nada y nos reunimos otro día”, agregó.
La lista de obstáculos que torpedean a las familias de este país hace que los venezolanos no tengan dudas en pensar que la independencia de esta nación ya es historia.
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