Con la cabeza hueca y el alma a la intemperie
La frivolidad, el hambre de diversión y la febril preferencia por lo de afuera, son en Cuba una reacción ante el hartazgo y la carencia de todo y el gran aburrimiento que provoca el régimen
miércoles, julio 1, 2015 | José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba. – Puede provocar lástima en unos pocos y deseos de vomitar en otros, pero mayormente provoca carcajadas, sin que casi nadie se detenga a sopesar qué tiene de gracioso que una anciana, borracha tal vez, enajenada sin duda, accediera a bailar reguetón desnuda a la pelota mientras algún desmadrado la filmaba.
Ahora el video discurre entre los habaneros (Bluetooth mediante), como una muestra más de esa suerte de caída en picada hacia el Medioevo que venimos sufriendo en los últimos tiempos. Nadie parece saber quién es la desdichada danzarina, ni quien fue el hijo de buena señora que la sacó de su anonimato para convertirla por unos días en estrella del chisme. La gente se limita a reír o a curiosear. Alguno que otro se escandaliza y arremete contra las “peligrosas” posibilidades del teléfono celular, o echa pestes contra los más jóvenes, “criaturas rendidas ante la tecnología”, dicen, haciendo gala del docto conocimiento que acaba de impartirles Abel Prieto a través de la Mesa Redonda.
Mientras, el espectáculo continúa. Antes fueron otros videos. Luego vendrán más. Siempre hay alguno en el ambiente ya que se reproducen como los curieles:
Insólita bronca de niñas en una escuela secundaria básica de La Lisa, enredadas como perros de pelea sin que la policía pueda apaciguarlas; un anciano sin cobijo que, a la luz del día, parado en uno de los portalones de la calle Reyna, defeca sobre su propia mano enguantada con un periódico Granma; agentes del orden cayéndole a trompadas a una loca porque salió a pasearse encuera por la vía pública de Camagüey; crímenes por venganza o por robo, tan atroces, repugnantes e impresentables como los de la peor crónica del amarillismo internacional…
En tanto, el asesor de Raúl Castro para asuntos culturales sin importancia continúa dándonos la muela sobre la banalización de los contenidos en Internet y sobre la necesidad de construir un socialismo digital (vaya disparate léxico y sintáctico), para que estos medios resulten “una herramienta al servicio del desarrollo humano sostenible del país…”.
No sé cuándo Prieto y el resto de la recua de trasnochados salvadores del socialismo acabarán de enterarse de que el desarrollo humano está en franca regresión en Cuba desde hace ya varias décadas, y que las bases de su descalabro datan de 1959, o sea, mucho antes de que las nuevas tecnologías de la información estuviesen dirigidas, según ellos, a desproveer a la gente de todo sentido ético, situándoles a merced de los fetiches de la industria del entretenimiento, idealizada más allá de sus funciones, egoísta y sometida hasta el delirio.
No es Internet sino su prohibición para el común mortal y su uso privilegiado por las claques del régimen, no es el acceso a la información y a la libre expresión, sino su veto a la fuerza, los que impiden que la cultura ejerza la debida influencia sobre el desarrollo de nuestra sociedad, permitiéndonos distinguir los reales valores e impidiendo que la omnipresente y omnipotente política reemplace las ideas por consignas y la capacidad de reflexión por dogmas embrutecedores.
La frivolidad, el hambre de diversión y la febril preferencia por lo de afuera, no son en Cuba el resultado de influencias externas, sino una reacción (humana) ante el hartazgo y la carencia de todo y el gran aburrimiento que provoca el régimen.
El irrespeto y el desprecio a la vida privada de las personas es ya sistémica entre nosotros. Meter las narices en las intimidades del vecino, el amigo, el pariente para luego hacer innoble uso de lo que se averigua, no es algo que nos enseñaran los avances tecnológicos de Internet (desconocidos por completo aquí). No fueron los de la prensa amarilla, sino los del Ministerio del Interior quienes colocaron micrófonos en la alcoba matrimonial de Oswaldo Payá y su esposa.
Nada desmoraliza tanto a una sociedad como el hecho de que sus gobernantes aprovechen el poder para enriquecerse y enriquecer a los parientes y protegidos, mientras obliga a la población a fingir, a mentir y a robar por la subsistencia.
El gran desprestigio de quienes dirigen y administran, y el uso y abuso del dominio en lugar de la justa autoridad, han condicionado sin duda la fractura del orden espiritual en Cuba. El hecho de que los maestros hayan sido despojados de su credibilidad profesional y convertidos en autómatas adoctrinadores al servicio del poder, nos dejó con la cabeza hueca y el alma a la intemperie.
Y ahora, para la completa, andan cosiéndole la cara a un nuevo Frankestein represivo. Socialismo digital le llaman, graciosamente, con pretensiones tan antisépticas, antinaturales, locas y aburridas como las que sólo se necesitan para rodear con alambradas la Internet, no para que no entren los de afuera (ya que de cualquier modo van a entrar) sino para que no salgan de su encierro los de adentro.
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