Una española considera al CIREN 'un sacaperras para extranjeros de Europa'
Según un artículo que publica El Español el costo de los tratamientos que ofrece la institución estatal para ciudadanos fuera de Latinoamérica ronda los 12.900 dólares para unos 35 días. Precisa que no todo es atribuible al tratamiento; el paciente ha de viajar con un acompañante, que se alojará también en alguna de las 11 residencias con 104 camas que componen el área denominada "de la Neurovilla".
El coste del alojamiento diario del familiar o amigo que viaje con el paciente asciende a casi 50 dólares, por lo que hay que sumar alrededor de 1.500 dólares al precio del tratamiento.
El medio recuerda el caso de Luis Eduardo Aute que pasó parte de los meses de diciembre y enero en el CIREN donde se sometió a tratamiento de rehabilitación tras un severo infarto. La decisión de Aute habría obedecido a la recomendación de su amigo Silvio Rodríguez.
El diario recoge el testimonio de otra española, Paloma Castro, quien en abril de 2004 viajó con su madre al CIREN donde estuvo allí un mes y, aunque no recuerda exactamente cuánto pagaron, lo cifra en alrededor de 6.000 euros.
Su madre, fallecida en 2006, padecía una enfermedad neurológica —parálisis supranuclear progresiva— sin tratamiento curativo, o al menos es lo que le habían dicho en España, donde la atención varió a lo largo de los años.
Lo que más le atrajo del CIREN: el hecho de que dispusieran de un tratamiento diseñado específicamente para la enfermedad.
Castro es cautelosa a la hora de criticar el centro, del que cree que hay muchas cosas que España "debería imitar". "No le diría a nadie definitivamente que no fuera, pero tampoco le recomendaría que se endeudara para acudir allí", añade.
La empresaria reconoce que su madre mejoró durante el mes que estuvo en el centro, aunque destaca que "no es la panacea".
"Gran parte de la mejora se debe atribuir al trabajo que hacen los pacientes, no hay nada milagroso", subraya. Lo que más destaca del centro es la organización de la jornada de los días laborables, que comenzaba a primera hora con la visita de un amplio equipo médico y se completaba con la administración de los distintos tratamientos, desde logopedia, a reflexoterapia y ozonoterapia.
"Era un nivel de actividad con el que te estaban estimulando las neuronas todo el día", recuerda. "Es un elemento que habría que aprender".
Los pros y los contras
Castro también destaca la preparación y amabilidad de casi todo el personal. "Había algunos jefes médicos endiosados, pero los enfermeros eran maravillosos", rememora. También habla de algunas características positivas más inherentes al carácter cubano.
"Recuerdo que en España la gente miraba mal a mi madre, por ejemplo cuando por su enfermedad tardaba mucho en sacar las monedas del monedero", comenta. "Allí, tres o cuatro personas venían a decirle cada día lo bien que la veían y lo que estaba mejorando", recalca.
Sin embargo, considera que el centro es "un sacaperras para extranjeros de Europa" y apunta a que, durante su estancia allí, se quejó de que los latinoamericanos pagaran menos.
"Me parece bien que subvencionemos a gente que no tiene dinero, pero recuerdo a la hija de un magnate hotelero mexicano que tenía incluso servicio y que pagaba menos que nosotras. Si vas a redistribuir la riqueza, que el parámetro sea el nivel de ingresos, no la nacionalidad", reflexiona.
El precio de los tratamientos del CIREN para ciudadanos de América Latina "y otros países del tercer mundo" es ligeramente inferior y asciende por una estancia de 35 días a 10.974 euros, según la propia web del centro médico estatal.
En el tiempo que su madre se trató en el CIREN, Paloma vio sobre todo a venezolanos ("había muchísimos"), argentinos y chilenos. No coincidió con ningún español y vio a pocos cubanos. "Yo creo que recibían tratamiento ambulatorio, aunque alguno había ingresado", apunta.
Para Castro, ni la tecnología ni las instalaciones permitían pensar que los responsables del centro se gastaban todo el dinero que les cobraban.
Además, no puede evitar mencionar las comidas. "Casi todos los días te ponían frijoles con arroz, a veces con bichos. También una loncha de una especie de mortadela; a veces daba pena ver la cara que ponía mi madre", recuerda y señala como acabaron saliendo a comer por los alrededores con otros pacientes, pagándolo de su bolsillo.
La sensación final: "Fue muy caro para lo que era y te lo vendían muy bien. Te lo ponen mejor de lo que realmente es y gran parte de la mejora es porque la persona trabaja mucho y porque la atención es muy personalizada". "Pero sí que hay cosas que aprender de ese centro", concluye.
A nivel mundial, Venezuela lidera con el mayor número de pacientes enviados al CIREN, con 2.878. Según El Español 87 ciudadanos estadounidenses han recibido también cuidados en el centro.
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