Cafeterías estatales en CUP, la opción de los pobres
Eso es lo que dicen, en general, las tablillas de las cafeterías en pesos cubanos (CUP) de La Habana. Algunas incluyen otras ofertas, como panes con jamón, con pasta, con queso crema. Las hay especializadas, como las "Casas del Perro Caliente" de la calle 23, en el Vedado
.
El denominador común entre ellas es que todos los productos se venden en CUP y a precios más bajos que los de las cafeterías en pesos convertibles (CUC).
"Los precios es verdad que son bajos, comparados con los particulares y los estatales en divisa", reconoce Miladis, trabajadora del ICRT. "El problema es que la calidad de lo que venden es dudosísima".
Muchos trabajadores estatales cubanos que viven esencialmente de su salario no tienen otro remedio que consumir estos productos, pues el dinero no les alcanza para más.
"Pero no es que me guste el pan con croqueta de harina", aclara Miladis.
Beatriz, quien trabaja en un organismo estatal en la Habana Vieja, suele almorzar en el Ten Cent de Obispo.
"Desde que nos quitaron el almuerzo, hace unos años ya, voy a Obispo a comer algo. Antes comía pizzas de cinco pesos, de esas que no tienen tomate, o un pan con lechón, por el mismo precio", cuenta. "Pero, la verdad, prefiero comer pan con tortilla a dos pesos. Es más barato y al menos sé que los huevos vinieron de una gallina, porque las hamburguesas o el picadillo no sé de qué los hacen".
A Indira, profesora universitaria, las cafeterías en CUP la deprimen.
"Las que son grandes, como el Ten Cent de Obispo y el de 23 y 10, están más oscuras que una boca de lobo", explica. "Los estantes son viejos y rayados, los pisos sucios o manchados de tantos años sin repararse. Las más pequeñas no tienen ni dónde sentarse, y las condiciones higiénicas y la calidad de los productos tampoco son las mejores".
Ana Paula se considera una fanática de los perros calientes, por eso frecuenta las cafeterías que los venden en moneda nacional.
"A la que más voy es a la de 23 y K, que es muy céntrica", dice. "Yo no sé si es mala suerte mía, pero lo más frecuente es que los panes estén viejos; vaya, que nunca son del día, y cuestan 10 pesos, no uno ni dos".
Otros clientes se quejan del olor que despide la grasa de freír en los lugares donde se venden panes con croquetas o hamburguesas.
"Nunca cambian la grasa", dice María. "Nada más hay que oler para saberlo. Cocinan con ella hasta que se gasta y seguro echan la nueva sin fregar el caldero, porque aunque la comida no sepa a refrito, huele siempre a refrito".
La venta de bebidas también causa algunas incomodidades en los clientes. La queja más frecuente es que las cafeterías solo ofertan con regularidad refrescos enlatados, que son más caros.
"Yo no tengo 10 pesos todos los días para pagar un refresco", critica Miladis. "Deberían mantener estable la venta de refresco a granel, que cuesta un peso, o de refresco gaseado, porque hay un montón de gente igual que yo, que no puede pagar una lata".
También la calidad de los refrescos a granel preocupa a los clientes.
"Yo tomaba refresco gaseado en Infanta y Carlos III o del otro lado de la avenida, en la pizzería que hay en Infanta, antes de llegar a Jesús Peregrino", cuenta Indira. "Al principio estaba bueno, pero después lo mismo sabía a agua sola que a azúcar a pulso".
Hace dos semanas Silvia quiso tomarse una cerveza Tínima en una cafetería de Guanabacoa.
"Son esas que vienen en botellitas chiquitas y cuestan ocho pesos", dice. "La vi barata, y como tenía tremendo calor, la pedí".
La dependienta de la cafetería le explicó a Silvia que no tenían refrigeración, así que la cerveza estaba caliente. Tampoco podía comprar la botella para llevarla para su casa y enfriarla.
"Para llevarme la botella tenía que dejarle una vacía", se queja Silvia. "¿Quién anda con una botellita de cerveza vacía en la cartera? No tengo idea de cómo esta gente logra vender la mercancía".
Ana Paula asegura que nunca toma refresco instantáneo en las cafeterías en CUP.
"Aunque esté frío, ni lo miro. ¿Tú crees que lo hacen con agua hervida o con hipoclorito?", se cuestiona. "Si a veces lo miras bien y tiene hasta partículas raras flotando".
A pesar de la deficiente calidad de los productos, la fealdad de las instalaciones, el churre y hasta el mal servicio, algunas personas prefieren no quejarse.
"Mejor no escribas sobre eso", pide Eugenio, custodio que trabaja en la Habana Vieja. "Es verdad que están en candela, pero es lo único que tenemos la gente como yo. Si nos quejamos mucho, capaz de que las quiten o las pongan en dólares y ahí sí que nos jodimos los que somos pobres".
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