Ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario
Por una parte, la dictadura cubana, con su terrible historial de violaciones de casi seis décadas, que se ha negado a ratificar los instrumentos básicos en materia de DDHH de las Naciones Unidas, presenta una resolución que pide el fin de lo que llama "bloqueo norteamericano", alegando que viola los derechos de los cubanos. Un documento plagado de cinismo, manipulaciones, medias verdades y mentiras.
Por otra, la representación de Estados Unidos, única nación que se había mantenido acusando y sancionando al régimen por las violaciones al derecho internacional y al de los cubanos, dentro y fuera de la isla, se abstiene. Contradiciendo su propia ley, promulgada y sostenida por el poder legislativo.
Es lamentable ver que quienes representan a esa gran nación han pasado al grupo de los que prefieren mirar hacia otro lugar o hacer ligeros e inocuos pronunciamientos, mientras acuerdan con quienes han arrasado a nuestra tierra. Han pasado al grupo de quienes con frialdad nos llaman a la paciencia mientras el país sigue cayendo en una crisis interminable y los cubanos escapan en estampida.
Pero qué hay detrás de esas sanciones promulgadas por el congreso de EEUU y de las que el actual ejecutivo reniega en su totalidad.
La ley Helms-Burton sanciona en lo político, económico y financiero a la dictadura y codifica bajo qué condiciones se pueden levantar dichas sanciones. Es decir, un petitorio que fija condiciones básicas para movernos hacia la democracia y la construcción de un estado de derecho.
Es natural que un nuevo poder ejecutivo o legislativo contemple que dicho petitorio puede tener nuevos matices, variaciones o tempos. Pero lo que resulta inexplicable, es que la actual administración ha establecido que, en el proceso político iniciado con el régimen, no debe existir petitorio sino solo el otorgamiento de prebendas.
¿Cuándo y dónde ha funcionado un acuerdo, un contrato, una relación, donde una de las partes solo tiene derechos y no deberes? Donde una de las partes vuelve una y otra vez a reiterar, en palabras y hechos, que no respetará las normas básicas del mundo civilizado y moderno, y sin embargo se le tolera y premia.
Bajo la lógica de acabar con el hipotético aislamiento de EEUU, en su política hacia la Isla, o en la búsqueda de un supuesto compromiso del régimen, o en la falsa lógica de desmantelar las justificaciones del castrismo, la administración norteamericana ha legitimado nuevamente al régimen de cara a la comunidad internacional.
Un régimen de naturaleza despótica crea una y mil veces sus propias justificaciones para seguir abusando y violentando al pueblo. Si hay dudas, revisemos la historia.
Para lograr más aliados en el mundo democrático se necesita una política dinámica y coherente, basada en la promoción de los principios democráticos y los derechos fundamentales, que comprometa al resto de las naciones y deje a un lado el relativismo que se ha impuesto en las relaciones con la Isla.
La administración Obama está dejando a un lado los llamados de un amplio grupo de opositores, defensores de derechos humanos, periodistas independientes, artistas y cubanos en general, dentro y fuera de la Isla, que claman por la solidaridad de la comunidad internacional para frenar las violaciones sistemáticas de un régimen enemigo de la libertad y la democracia.
¿Quién pudiera cuestionar que el futuro de Cuba debe depender primordialmente de los cubanos? Si no estuviera convencido de esto ¿Por qué estaría luchando?
Pero quién puede decir que no necesitamos una presión por parte de la comunidad democrática, voces amigas y comprometidas, que le digan al régimen que no puede continuar golpeando a seres humanos por solo decir abierta y públicamente lo que piensan y que esas golpizas y abusos tienen consecuencias.
Que Cuba sea una fuente de estabilidad y progreso para su gente y la región, demanda más que frases bonitas o juegos de razonamientos.
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