jueves, 25 de febrero de 2016

Piedras en los zapatos de Obama y Raúl Castro

Piedras en los zapatos de Obama y Raúl Castro

Detención de una Dama de Blanco en el Día de los Derechos Humanos. (AFP)
En Cuba, el registro de detenciones temporales aplicadas a opositores políticos por manifestarse en las calles superó en 2015 las 8.600. A su vez, enero de 2016 cerró con otras 1.400 detenciones, según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), cuyos informes se difunden internacionalmente.

Aunque el Gobierno prefiere los encarcelamientos temporales sin juicio posterior, el número de presos políticos va incrementándose lentamente, contradiciendo la masiva liberación de años atrás. El papa Francisco recibió un listado de más de 70 nombres, que por cierto ignoró durante su mediática visita a la Isla.
La Oficina de Prensa de la Casa Blanca anunció que Barack Obama "se reunirá con integrantes de la sociedad civil, empresarios y cubanos de todos los ámbitos de la sociedad". El presidente intenta quitarse la piedra de su zapato, pero no es fácil: comparte la angustia al caminar con las autoridades cubanas, aunque por motivos diametralmente opuestos.
¿Aflojará la represión? Al menos la meteorología política predice que crecerán las manifestaciones de #TodosMarchamos, con las Damas de Blanco al frente, la UNPACU y otras organizaciones opositoras muy activas, que aprovecharán la visita presidencial norteamericana.
El Gobierno de Estados Unidos mantiene un solo reclamo, nada material, frente al cubano: permitir el pleno ejercicio de los derechos de asociación y expresión, tal y como fuera reiterado el pasado 11 de diciembre por John Kerry, quien envió un mensaje mencionando a Cuba, cuando bajo los auspicios de las Naciones Unidas se había celebrado a nivel planetario el Día de los Derechos Humanos.
Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos en la Cancillería cubana, debió contestar el pasado jueves 18 de febrero una obligada pregunta sobre los derechos humanos, curiosamente adelantada por Iramsy Peraza, de Granma:
"Cuba está abierta a conversar con el Gobierno de Estados Unidos sobre cualquier tema, incluyendo el de los derechos humanos, en el cual, por supuesto, tenemos diferentes concepciones (…) sobre bases de respeto, de igualdad, de reciprocidad y de no intervención en los asuntos internos de ninguna de las partes".
Evidentemente, la directora general de Estados Unidos repite la acostumbrada retórica sobre el tema, en tanto el órgano oficial del Partido Comunista apela a la consabida táctica de gritar antes de que te griten. Raúl Castro enfrenta, desde el ángulo opuesto, similar dilema al de su próximo huésped porque en ambos países, y a la vez en buena parte del mundo, se esperan resultados concretos respecto a tan peliaguda materia.
Sin embargo, la fraseología de La Habana carece de asideros razonables. ¿Qué diferencias conceptuales pueden argumentarse a la hora de reconocer la vigencia de los derechos de asociación y expresión? Simplemente, los ejerces o los niegas.
El otro punto recurrente, tampoco asegurado ante la realidad, es la cacareada doctrina de la no intervención en los asuntos internos, plausible en términos de soberanía estatal ante agresiones externas, pero totalmente incongruente al tratar derechos humanos fundamentales, universalmente reconocidos.
Contrario a su prédica, el liderazgo castrista muestra una larga historia de intervenciones en los asuntos internos de numerosos estados —desde mítines populares hasta guerrillas—, aunque en la actualidad los contundentes cambios operados en el mundo le impiden continuar con tales conductas.
Persiste, de cualquier manera, la piedra en los zapatos para ambos mandatarios, pensando en el largo camino a recorrer rumbo a lo que desde la Plaza de la Revolución llaman "normalización de las relaciones".
Desde la Casa Blanca exigen resultados concretos en cuanto a derechos humanos, y que avalen la nueva política emprendida hacia Cuba; pero en La Habana hay oídos sordos porque, tratándose de manifestaciones populares, el asunto es crucial para la élite gobernante.
Es difícil creer que más allá del próximo teatro politiquero, Raúl Castro hará algo efectivo, permanente en cuanto a derechos humanos, complaciendo a Brack Obama. Persistirá la molesta piedra en los zapatos de ambos, en tanto no se rindan los opositores en sus demandas.
Sin ser una experta en el tema, la conocida artista del performance Tania Bruguera retrató las razones ocultas del castrismo: "Hay una evidente desconexión entre lo que el Gobierno quiere proyectar hacia el exterior y lo que hace dentro. Tienen miedo, toda la preocupación es que las calles se le vayan de las manos".

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