La insoportable levedad de la reducción de precios
En los últimos meses, al defenestrado vicepresidente Carlos Lage Dávila ha sido pillado en el policlínico 19 Abril, centro asistencial del Ministerio de Salud Pública
localizado en la calle Tulipán, entre Oeste y Panorama, municipio Plaza. Con su inconfundibles camisa kaki, botas cañeras y calva brillante, Lage se dedica a sanear la barriada de Nuevo Vedado, como parte de la campaña anti Aedes aegypti.
El que fuera un Rasputín de la economía fidelista en tiempos del Periodo Especial, continúa siendo para muchos un personaje repulsivo. Su descrédito alcanzó ribetes máximos cuando justificó a ultranza la subida de los precios, porque según decía "había que recoger el dinero circulante para sanear la economía".
Igualmente defendió otra impopular práctica: la aplicación de un sobreprecio del 240% a los productos de primera necesidad vendidos en las cadenas de tiendas en divisas (shopping) para compensar el desequilibrio social que causaría la dolarización del país y el envío de remesas a un segmento de la ciudadanía con familiares en el extranjero.
Hoy por hoy, dicen personas relacionadas con su entorno, Lage se niega a hablar de política y/o economía. Solo abre la boca para conversar sobre las propiedades del Abate, el peligro de los vasos espirituales, neumáticos y otros depósitos donde pululan las larvas de los indeseables vectores.
Los precios que sobrevivieron a su época iniciaron un leve declive el pasado 22 de abril, cuando fue anunciado un conjunto de medidas para, según el Gobierno, elevar gradualmente el poder adquisitivo de las dos monedas cubanas, mediante una reducción de precios de hasta un 20% en productos seleccionados de las tiendas recaudadoras de divisas y mercados paralelos del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN).
En apenas 45 días las ventas de los productos rebajados se triplicaron y el viceministro primero de Finanzas y Precios, Alejandro Miguel Gil Fernández, aseveró en el programa Mesa Redonda Informativa, que la aplicación de las medidas deberá ser de manera gradual, para evitar el desabastecimiento por el incremento de la demanda.
Así y todo, no pudo prever la debacle. Desde el pollo troceado hasta los chicoticos de ajo desaparecieron rápidamente de las cadenas de tiendas en divisas TRD Caribe y CIMEX. De la misma manera, la población se quejó de que las tiendas quedaron "peladas".
Lo cierto es que la medida sorprendió fuera de base a los 5.000 establecimientos de las cadenas CIMEX Y TRD. Según las vicepresidencias económicas de ambos grupos empresariales, hubo fallos en la logística a causa del déficit de transporte refrigerado y las capacidades frigoríficas para almacenar los cárnicos y otros productos. Por igual engrosaron las quejas la falta de información, las colas, el déficit de cajas registradoras, los frízeres y góndolas vacías, la corrupción y la sempiterna ineficiencia estatal.
La primera víctima: la verdad
El vicetitular de Finanzas y Precios, abrió el thriller de la Mesa Redonda planteando: "que toda la comercialización en CUC está regulada por el Estado".
Es el Estado, según Gil Fernández, quien fija de manera centralizada los precios de los productos más sensibles, como los cárnicos, los aceites y otros. Para los productos descentralizados, impone a las cadenas comercializadoras en CUC un llamado "índice de comercialización máximo", cuyos importes deben cubrir los gastos en transportación, almacenamientos y otros.
Gil Fernández, aseguró que la leyenda del garrote del 240% ya es agua pasada y que el control estatal solo busca garantizar la estabilidad de los precios. Aclaró además, que los índices de comercialización se multiplican por los precios FOB (valor de entrega en los puertos) siempre y cuando a este costo se le aplique un impuesto del 10%.
Como en una película de suspense, Gil Fernández no reveló a la teleaudiencia los precios FOB de algunos de los productos de primera necesidad a los que el Estado les impone un precio centralizado, imposibilitando medir la mascada que va al saco.
Los ruidos en el sistema irrumpen cuando informaciones suministradas por la oficina de comercio de la entonces Sección de Intereses de Norteamérica en la Habana (USINT) prueban que en el año 2008 el Estado cubano compró a varios proveedores norteamericanos volúmenes multimillonarios de pollo troceado y congelado, a precios FOB que oscilaban entre los 0,91 y 0,98 USD el kilogramo. De la misma forma, adquirió aceite refino de soya a precios FOB que oscilaban entre los 1,42 y 1,44 USD por kilogramo.
Evaluando las ganancias, en el caso del pollo que en aquellos tiempos se vendía a 2,40 CUC el kilogramo, el sobreprecio ascendía al 263%. Mientras el aceite refino, cuyo litro también costaba 2,40 CUC, se expendía a un sobreprecio superior, del 300% (por cada kilogramo de aceite refino se obtienen dos litros). Ambos precios superaban abusivamente los costos de impuestos, envases, proceso productivo y comercialización de estos víveres, muy a pesar de ineficiente industria cubana.
Vale aclarar que en el año 2008 se produjo una subida de los precios de los alimentos a nivel mundial, cuando el precio del barril de crudo se elevó drásticamente, el Brent a 147,2 USD y el West Texas a 147,9 USD, considerada un alza histórica.
El disparo de los precios, causó una hambruna mundial entre los años 2007-2008. En la actualidad los costes del petróleo se han depreciado a más de un 60%, causando una reducción proporcional del precio de los alimentos.
Sentarse a esperar
La reducción continuará, afirmó el viceministro, pero la logística e infraestructura de las cadenas TRD Caribe y CIMEX no están aptas para asumir una explosiva demanda por rebajas de precios.
Según fuentes del sector, ECUSE, la empresa constructora de la corporación CIMEX, sufre una crisis de fuerza laboral, puesto que sus trabajadores han emigrado hacia las cooperativas no estatales, donde los incentivos por concepto de salario son mayores. Esto evidencia que las obras de ampliación y el proceso inversionista no garantizarán a corto plazo las futuras demandas.
A ello se suma la despiadada burocracia, que anima al aparato estatal a ocuparse de sus propios intereses y olvidarse de los intereses de los ciudadanos de a pie. Por consiguiente, este embrollo de la reducción de precios solo obedece a una reorganización de la miseria, que llega tardíamente. Muchos preguntan por qué ahora, teniendo en cuenta la baja de los precios del petróleo, el menoscabo de la economía venezolana y el mantenimiento del embargo norteamericano.
"Ahora tendremos que esperar otros 30 años para que rebajen otra mierdita", comenta Sergio, un ingeniero termo-energético de 58 años. "La medida fue tomada sin respaldo logístico. Bajaron los precios, pero tenemos que zapatear los productos porque se han perdido. Por ejemplo, el hígado de pollo y las mollejas no se encuentran ni en los centros espirituales".
"Ni con más de 50 años cometiendo errores, está gente [el Gobierno] aprende a hacer algo bien", apostilla.
Arminda, un ama de casa de 63 años, agradece que hayan bajado los precios, pero considera que el monto aún es insuficiente. "Falta mucho para que el dinero adquiera valor y la gente recobre el interés por trabajar".
"Óigame, desde la época de Lage este Gobierno no nos ha dado un respiro con los bolsillos. No le deseo mal a nadie, pero supongo que ese señor, actualmente padezca de shoppingfobia".
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