Filosofando en el Café La Durañona
Atardece en el desierto café de 51 y 118, en Marianao. Un veterano pasa gritando:"Deja que lleguen los americanos, que se acabará el relajo". El dependiente, un morenito fornido que juega fútbol, exclama: "¡Qué clase de queme tiene ese habitante!".
Un solitario parroquiano interviene desde su banqueta: "Pues mira que no le falta razón", y de inmediato desarrolla una filosofía, si no de café con leche por lo menos de refresco gaseado y pan con pasta, que transcribo aquí, enriquecida con mis comentarios.
Aquí hay libertinaje, la gente puede andar en camiseta por la calle, plantar dondequiera una mesa de dominó, jugar a la bolita por la libre; en resumen, menos criticar al Gobierno, usted puede hacer lo que le parezca. Las libertades políticas no existen, pero, después de tantos años sin ellas, la gente no parece necesitarlas para nada.
En cambio, los cubanos que se han ido viven integrados en países donde las leyes se cumplen y se hacen cumplir. Muchos de ellos, cuando regresan por primera vez, experimentan vivamente ese cambio de atmósfera, como haber entrado en un ambiente mucho más relajado.
Ahora bien, ¿esto es una consecuencia buena de tantas décadas de tranquila pobreza y estabilidad igualitaria o, al contrario, es un síntoma grave de decadencia social?
Hasta ahí la tesis del ocasional filósofo. El dependiente futbolista había desconectado desde el principio, negado a soportar ese "viejo teque". El administrador del establecimiento, sentado en la trastienda, no le había prestado ningún interés. Así, el filósofo, otro veterano, renovó su vasito de refresco y se respondió su propia pregunta.
Hay que recordar que la revolución concibió un proyecto de sociedad muy diferente, que sería ejecutado por el "hombre nuevo". Eso fue quedándose por el camino, descuartizado entre "tendencias negativas"y "rectificaciones" cuyos remedios fueron a la larga mucho peores, porque ninguno llegó a la raíz del problema.
Casi a los 30 años, se presentó la mejor ocasión, con la perestroika de Gorbachov, pero entonces, lejos de aprovechar la ocasión para desmantelar el modelo marxista estalinista que se "desmerengó" en la URSS, el Jefe Máximo le cogió miedo a aquel desorden y se opuso totalmente, hasta hundir al país en un caos de resistencia inútil y profundamente destructiva, tanto económica como moralmente.
Al cabo de este bombardeo histórico crítico, el futbolista reaccionó: "Oigáme, la verdad es que a usted deberían invitarlo a Punto Cero, para que intercambiase con El Viejo…"
Entonces, un poco amoscado, el filósofo comprendió que se le había ido la mano, y se retiró del café, rumiando su monólogo.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Enviar comentarios: