jueves, 20 de noviembre de 2014

No podemos ser espectadores de un país que se cae a pedazos

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Prisión Militar de Ramo Verde
19 de noviembre de 2014
Desde que Nicolás Maduro tomó posesión ilegítimamente del cargo de presidente, la situación de nuestro país, que ya era dramáticamente negativa, no ha hecho otra cosa sino empeorar; y Venezuela vive hoy una crisis social, económica, política y moral que afecta la vida de todos.

Con dolor, hoy los venezolanos padecemos las terribles consecuencias de tener un gobierno tan incompetente como autoritario. Un gobierno sobradamente incapaz de brindar bienestar y calidad de vida a nuestro pueblo, pero al mismo tiempo extraordinariamente eficiente cuando se trata de hostigar, encarcelar y torturar a quienes piensan distinto, a quienes se atreven a criticar y a disentir, y en general a todos los que luchamos con voluntad inquebrantable por construir un futuro mejor.
En todo este tiempo, Nicolás Maduro se ha encargado de dejar clara la naturaleza dictatorial de su gobierno. Día tras día, gracias a la descarada manipulación de la justicia, gracias a la actitud cómplice con la corrupción, gracias a la partidización de la administración pública y la violación sistemática de los principios generales recogidos en nuestra Constitución Nacional; se ha evidenciado el secuestro de los Poderes Públicos por parte de una cúpula corrupta muy lejana a los problemas del pueblo, para la cual lo único que importa es mantener a como dé lugar sus privilegios y prebendas a expensas de todos los venezolanos.
Digo a expensas de todos los venezolanos porque nuestro pueblo ha tenido que pagar un alto precio por la incapacidad de Nicolás Maduro y de la élite corrupta que con él abusa del poder.
Cada día los venezolanos somos más pobres y menos libres. La creciente inflación causada por la emisión irresponsable de dinero inorgánico y por la poca producción nacional, hace que los sueldos rindan cada vez menos. Este año, por ejemplo, el salario mínimo cerrará en 4.889 Bs mensuales, mientras que la canasta básica se ubica ya en 24.500 Bs, cinco veces más que el salario mínimo. Y a esto se le suma la escasez de todos los bienes y mercancías, algo que ha obligado a nuestro pueblo a hacer largas colas para comprar una cantidad limitada de leche y pañales para sus hijos, o ha condenado a nuestros enfermos a un viacrucis por varios hospitales y farmacias para con suerte conseguir una ración semanal de medicinas. Hemos llegado al absurdo de que el país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, está importando petróleo y además sufre constantemente de escasez de gasolina.
Pero por si fuera poco el pueblo venezolano no solamente ha tenido que pagar con sus bolsillos la equivocada gestión económica de la dictadura, sino que además ha tenido que pagar con sangre su irresponsable gestión social. Venezuela se ha convertido durante la última década en uno de los países más violentos e inseguros del mundo, teniendo una tasa de homicidios mucho mayor a la de varios países que viven cruentas guerras y, al mismo tiempo, un sistema de justicia que permite una impunidad mayor al 95% de los crímenes que ocurren en el país.
Todos estos problemas se agravan con los días, y ellos formaron un cúmulo sólido de razones que movilizaron al pueblo venezolano a principios de este año para decirle, con voz firme y decidida, “basta ya” a la dictadura; para encontrar una Salida a este desastre. Y es que es un derecho y una obligación de los pueblos libres ponerle la mano en el pecho al abuso y buscar los caminos democráticos para cambiar a sus gobernantes.
¿Cuál fue la respuesta de Nicolás Maduro ante la implementación por parte del pueblo venezolano del legítimo derecho a la protesta pacífica? Represión y más represión. Sólo durante los cuatro primeros meses del año Nicolás Maduro encarceló a más de 3.000 personas, en su mayoría jóvenes y estudiantes, significando esto la cifra más alta de detenciones arbitrarias en la historia de Venezuela; cifra que databa de los años 1989 y 1990 cuando, gobernando Carlos Andrés Pérez, se aprehendieron a más de 1.400 personas en el marco del estallido social conocido como El Caracazo.
Ante esta situación dolorosa, en un momento oscuro de nuestra historia, sería imperdonable quedarnos de brazos cruzados y adoptar una actitud contemplativa, una actitud inercial, como esperando a que algo mágico pase y resuelva los problemas que nos aquejan. No podemos ser espectadores de un país que se cae a pedazos. Nuestra Constitución Nacional ofrece varias opciones para lograr activar el cambio que requiere nuestro país con el pueblo, organizado como el mayor protagonista.
De todas estas opciones, nosotros hemos propuesto la vía constituyente, y la razón es muy clara: el problema de Venezuela no se reduce solo a tener un gobierno autoritario e incapaz. El problema es mucho más profundo. El problema de Venezuela es un sistema dictatorial con claras aspiraciones totalitarias que se ha permeado a lo largo y ancho de todo el poder público. Y algo así no se soluciona solo cambiando al presidente de la República, sino más bien renovando todos los poderes públicos con la fuerza del pueblo.
Soy consciente de los riesgos implícitos dentro de esta propuesta. La he pensado con detenimiento una y otra vez, y he escuchado con verdadero espíritu autocrítico a quienes han alertado sobre sus falencias y posibles peligros. Algo que con humildad también hice cuando años atrás algunos venezolanos propusimos “primarias y tarjeta única” para la oposición, cosa que desató un candente pero fructífero debate que terminó fortaleciendo a la alternativa democrática.
Estoy convencido de la idoneidad de la vía constituyente para desmontar el sistema corrupto y dictatorial que oprime a Venezuela. Este proceso constituyente tendría dos particularidades que lo harían único en nuestra historia: sería convocado por el pueblo y no desde el poder, y sería con el objetivo de restablecer la constitución y no cambiar y diseñar una nueva a la medida del gobernante de turno. Por supuesto que hay cosas que mejorar en cualquier constitución del mundo, y la nuestra no es la excepción. La eliminación de la reelección indefinida que tanto daño hace a la democracia y el fortalecimiento de las alcaldías y gobernaciones profundizando así la descentralización, serían cambios que se podrían hacer en un proceso constituyente, y para ello es el debate; pero el espíritu último de este planteamiento es cambiar un sistema, renovar todos los poderes públicos secuestrados y restablecer la democracia.
Hago una pregunta con el mayor espíritu constructivo ¿cuál vía de las establecidas en la constitución, ya sea enmienda, elecciones parlamentarias, elecciones presidenciales, constituyente, revocatorio o reforma, no presenta obstáculos, peligros de manipulación, frente a un gobierno que viola la constitución? Absolutamente todas. Las elecciones parlamentarias presentan el obstáculo de que se manipulen nuevamente los circuitos y que por tal razón, aun ganando el voto popular, no ganemos la mayoría de los diputados, tal como ocurrió en el 2010. En el 2013 se ganaron las elecciones presidenciales y la alternativa democrática no está gobernando. Y en el caso del revocatorio debemos recoger firmas igual que para convocar una constituyente. Si esto es así, por qué no transitar de una vez el camino que nos permite logra el cambio más profundo, el cambio de un sistema y hacerlo por la vía más incluyente, porque la constituyente convoca a todos los sectores del país.
A mis compañeros de lucha, a mis hermanos de la Unidad, un objetivo estratégico permanente de la dictadura es sembrar la división en nuestras filas. No han podido, ni podrán. Lo intentaron cuando dimos el debate sobre las primarias. Otra coyuntura se le presentó a la dictadura cuando dimos el debate sobre la Tarjeta Unitaria. Ahora a la dictadura y a la unidad se les presenta una nueva coyuntura y el resultado será el mismo: el fracaso de la dictadura y el fortalecimiento de la Unidad.
La división que se trata de promover en esta oportunidad se halla en decir que existe un conflicto o un dilema entre el planteamiento que estamos haciendo de una Asamblea Nacional Constituyente y unas elecciones parlamentarias que están establecidas para finales del año 2015. Sobre las parlamentarias mi posición es muy simple y consecuente: no abandonaremos ningún terreno de lucha, los movimientos democráticos jamás lo hacen. Tenemos que ganarlas, pero estoy convencido que mas tarde o temprano, para lograr los cambios profundos que necesita Venezuela, debemos ir a un proceso constituyente y siempre es mejor temprano que tarde. La Constituyente es un planteamiento que, con el concurso de toda la Unidad, podemos transitar en el primer semestre del año que viene, y luego encarar con más fuerza y con una renovada institucionalidad las elecciones de diputados.
Ningún factor, partido, organización o liderazgo puede afrontar esta lucha solo. Por eso el valor de la Unidad. Dentro de la Unidad requerimos del concurso de todos los que no solo crean que es posible lograr el cambio, sino de todos los que estén dispuestos a hacer sacrificios para que este se dé. El pueblo de Venezuela tiene cifrada su esperanza en nosotros y demanda no solo una mayor Unidad discursiva, sino Unidad de acción. Es nuestra responsabilidad.
En la calle está un pueblo que lucha y que sufre, un pueblo que día a día busca la manera de sobrevivir a una realidad dolorosa que debemos cambiar. Un pueblo al que una elite corrupta ha tratado de dividir para así mantenerse y afianzarse en el poder. Sin embargo, con cada día que pasa, la polarización que la elite corrupta ha querido impulsar durante todos estos años está perdiendo espacios. No es cierto que el pueblo esta dividió entre chávistas y opositores.El pueblo venezolano tiene hoy una idea clara: la lucha no es de pueblo contra pueblo; sino de todo un pueblo que unido sufre y lucha contra una elite corrupta que es capaz de hacer cualquier cosa para no perder sus privilegios.
Por tal razón invito a todo el pueblo venezolano, sin distingo de ningún tipo, a firmar a favor de la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Esta propuesta, que nace desde la calle, nos incluye a todos, incluso a aquellos que hoy simpatizan con el gobierno nacional y a aquellos que laboran en la administración pública en todos sus niveles.
Estamos dando una lucha histórica y en esta lucha no podemos cansarnos ni rendirnos. Más que un deber es nuestra obligación seguir adelante hasta que consigamos lo que todos queremos: La Mejor Venezuela, una Venezuela donde todos los derechos sean para todas las personas, sin exclusiones ni privilegios; donde juntos podamos superar la pobreza en paz y en democracia.

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