sábado, 4 de octubre de 2014

Cárceles en Cuba: trabajo esclavo y mano de obra barata

Cárceles en Cuba: trabajo esclavo y mano de obra barata

En los centros penitenciarios de la isla no solo el maltrato físico se ha hecho habitual, a eso se le suma las condiciones infrahumanas en que laboran los reclusos
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Según un exfuncionario de prisiones, el 90% de los reclusos en Cuba trabajan con escasa seguridad y cobran salarios miserables. (Foto/ Archivo)
Para Saúl la prisión es como su segunda casa. El cumpleaños 63 lo celebró tras las rejas, fabricando bloques de cemento y gravilla en una empresa estatal cubana llamada Provari, que elabora desde ladrillos, baldosas, colchones y hasta insecticidas para vender en moneda dura. Saúl conoce el mapa penitenciario de la isla como pocos.

Desde los 19 años ha estado recluido en las principales prisiones: La Cabaña, Chafarinas, en Guantánamo, Boniato (Santiago de Cuba) y en cárceles edificadas por Fidel Castro como el Combinado del Este, en La Habana, Agüica (Matanzas) y Canaleta (Ciego de Ávila). 


"En todas, desde que caí preso por primera vez en 1970 por la Ley del Vago, he trabajado cortando caña, en la construcción, haciendo muebles para el turismo o insecticidas sin apenas protección física”, comentó Saúl, quien desde abril es un hombre libre.

Escasa seguridad

Según un exfuncionario de prisiones, el 90% de los reclusos en Cuba trabajan con escasa seguridad y cobran salarios miserables.

“Estoy convencido que el trabajo de los presos es uno de los principales motores productivos del país. Su explotación deja grandes beneficios. Hasta 2006, cuando laboré en una cárcel habanera, se les pagaba 150 pesos o 200 pesos mensuales por trabajar hasta 14 horas [el salario mínimo en Cuba es de 484 pesos] o no se les pagaba ni un centavo. A quienes cobraban, se le descontaban gastos como comida y alojamiento. A la mayoría de los presos comunes cubanos el Gobierno les da un trato degradante”, señaló el exfuncionario.

Se calcula que existen más de 200 prisiones a lo largo del verde caimán.

Cuba es la sexta nación del planeta tomando en cuenta su población. En 2013, el régimen reconoció que la población penal ronda los 57.000 reclusos. La disidencia interna afirma que la cifra puede acercarse a los 100.000.

Las cárceles cubanas son rigurosas. El maltrato corporal y los abusos de los guardias penitenciarios resultan habituales. Los suicidios, mutilaciones y vejaciones dentro de los penales es una estadística secreta que el Gobierno maneja con pinzas.

Mano de obra barata

En la década de 1980, Ciro estuvo preso cinco años por intento de salida ilegal del país. En su peregrinaje por centros de reclusión, laboró en un almacén de piezas de transporte del Ministerio del Interior, en la barriada de Lawton, a 30 minutos del centro de La Habana.

“El MININT es el principal beneficiado de la mano de obra barata de los presos. En el Taller Uno trabajé sin apenas protección en una línea de montaje de autos con carrocerías plásticas y motores alemanes VW.

También laboré en una tapicería donde se le daba barniz a muebles finos. Años después, supe que eran de la compañía Ikea. Nunca me pagaron un centavo”, relató Ciro.

En la construcción de hospitales, escuelas, viviendas, producción de alimentos y los trabajos más peligrosos participan miles de reclusos. “Hacemos lo que nadie quiere hacer. Limpiar calles, fosas y cortar marabú”, afirmó Evelio, quien cumple una sanción de dos años fregando ómnibus urbanos.

El Estado a la cabeza

Empresas militares o estatales como Provari están a la cabeza en la explotación laboral y trabajo cautivo.

En un folleto editado en 2001, la firma Provari decía tener 150 instalaciones productivas en la isla. En la prisión Combinado del Este, en las afueras de La Habana, Provari elabora insecticidas.

Un informe publicado en el diario oficial Guerrillero en 2013 señaló que la sucursal de Provari en Pinar del Río tuvo ventas por valor de 200,000 dólares en 2010.

De acuerdo con ese informe, la producción de la sucursal pinareña incluye cloro y ácido muriático, sillas de playa, cunas infantiles, bloques de construcción de concreto y arcilla, pinturas, brochas, tubos plásticos y plantas ornamentales.

En un taller de la prisión de mujeres de La Habana, se confeccionan jeans de distintas marcas para la exportación, así como uniformes para la policía, las fuerzas armadas y las propias prisiones.

Provari también produce el insecticida Lomaté, antibacteriales contra piojos y garrapatas, así como otros productos destinados a la higiene.

La firma planeaba construir un calentador solar de agua de 170 litros, según medios oficiales.

En ese folleto de 2001, entre otras actividades de Provari, se mencionaban la carpintería con maderas preciosas, venta de textiles bajo las marcas Oeste y Hércules y tapicería de muebles de oficina de la marca Ofimax.

“Lo más preocupante es que se trabaja sin uniformes especiales y adecuados para elaborar sustancias químicas. Los presos no tenemos opciones ni un representante legal donde poder quejarnos y demandar al Gobierno”, comentó el exrecluso Saúl.

Añadió que casi todos los presos trabajan de manera voluntaria. “Es una forma de coger aire, comer mejor y escapar de los abusos de los carceleros”.

Mientras a los corresponsales y diplomáticos occidentales acreditados en Cuba, la autocracia castrista les prepara "tours" de las prisiones modelos como La Lima, en Guanabacoa, municipio en el suroeste de la capital, miles de reos laboran en condiciones precarias y sin la remuneración requerida.

Lo insólito es que empresas estatales al estilo de Provari, con todos los indicios de participar en la explotación del trabajo esclavo, aguardan por un socio extranjero para ampliar sus negocios.

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