En las tiendas estatales por divisas hay estantes semivacíos y en muchas escasean las mercancías importadas y también las de producción nacional.
LA HABANA. Ni siquiera con dinero se encuentra lo que uno busca en La Habana. Luego de recorrer varios mercados y cafeterías en moneda dura de La Víbora, Erick, 44 años, ingeniero, se llegó a la parte antigua y al centro de la ciudad en busca de productos que no encontró en su barrio.
Días antes había vendido varios metros de cristal nevado a un amigo del barrio, robados del almacén de su empresa. “El metro de cristal está a cincuenta fulas (cuc). Y un socio quería seis metros. Con las 300 cañas, que me venían de maravillas, además de comida para la cena de fin de año y los
primeros días de enero, pensaba resolver un montón de cosas para la casa”, había calculado Erick.
Pero la bestial inflación cubana le devoró los 300 pesos convertibles, el equivalente a su salario anual, en menos de 48 horas.
Cuenta Erick: “Un pavo congelado 50 cuc, tres piernas de puerco (dos para nosotros y una para mi madre), 75 cuc. Cinco turrones, tres cajas de cerveza, dos botellas de vino, golosinas, viandas y hortalizas, 110 cuc. Dos paquetes de culeros desechables, 20 cuc. Y un galón de pintura, 25 cuc. Recibiré el año nuevo con 20 cuc en la cartera, si no lo gasto antes ”.
Cuando usted recorre las tiendas estatales por divisas, observará sus estantes semivacíos y en muchas escasean las mercancías importadas y también las de producción nacional.
“Llevo una semana buscando galletas dulce con crema y están desaparecidas en combate. Los turrones ni se diga. Apenas hay variedad. Mi hija quería uno de crema catalana y no lo encuentro por ningún lado. Ya ni con dinero en la mano uno puede comprar lo que desea. Este país cada vez se pone peor”, comenta Lourdes, empleada de una firma extranjera.
Martí Noticias indagó con un funcionario de Comercio Interior sobre las causas del déficit de productos típicos de esta época del año. La justificación, como siempre, es la llegada de un barco extranjero.
“Estamos esperando el arribo de un buque conveniado que trae turrones, uvas, sidra, vino, manzanas, confituras y mazapanes. Pero se ha retrasado, por eso el bache en las ventas. El déficit no es debido al luto a Fidel Castro, como rumora la población”, aclara el funcionario.
Un comprador de Habaguanex difiere de esa opinión. “Es un problema de mala gestión. La mayoría de las cadenas minoristas son dirigidas por militares, bastante incapaces a la hora de administrar negocios. Se pensaba que con los stocks en almacén sería suficiente para cubrir la demanda interna. Y no fue así. Desde hace un año, el país viene confrontando problemas de liquidez monetaria y las compras en el extranjero de alimentos no esenciales, como yogurt, confituras y otros, han descendido”.
Además de la escasez están los precios de infarto. A pesar de que Cuba tiene salarios e infraestructuras al nivel de Zimbabwe, el precio de los artículos en divisas no tiene nada que envidiarle a los de Nueva York.
“Afortunados aquéllos que pueden celebrar Navidad y fin de año. En mi casa nada más vamos a festejar el 31 de diciembre. No hay dinero para tanta fiesta”, señala Rubén, custodio de un almacén de víveres.
En este 2016 los festejos de fin de año serán diferentes. Por el duelo extendido tras la muerte de autócrata Fidel Castro, no habrá bailables públicos ni ruidosas orquestas de timba o reguetón festejando ‘un nuevo aniversario del triunfo de la revolución’.
“Los vecinos de los lugares donde suelen organizar bailables nos alegramos. Esas aglomeraciones solo traen broncas, puñaladas y personas que orinan en pasillos, portales y aceras. El día después de esos guateques oficiales, el edificio donde vivo amanece lleno de mierda y preservativos”, comenta Rafael, quien reside a tiro de piedra de la Plaza Roja de La Víbora.
Diana, profesora de piano en la casa de cultura municipal, señala que “las actividades culturales serán más discretas. El primero de enero habrá fiestas infantiles y música campesina”.
Si del tema de las celebraciones ya muchos habaneros no quieren opinar, menos aún quieren hablar de lo que ellos esperan para el nuevo año. Los que aceptan, suelen responder encogiéndose de hombros, con una sonrisa nerviosa o engolando la voz para ofrecer una respuesta políticamente correcta. Pero en confianza -y en voz baja- son más locuaces.
“No espero nada bueno. Más de lo mismo. La cantaleta sobre Fidel en la televisión y la misma jodedera de siempre. En la medianoche del 31 de diciembre yo daré una vuelta a la manzana con una maleta, a ver si en 2017 se me pega un viaje al extranjero. Y si se me da, te juro que no regreso”, confiesa Adrian, técnico medio en Contabilidad.
Y es que según la tradición local, el último día del año los cubanos tiran un cubo de agua a la calle y recorren el vecindario con una maleta, para que se cumpla el viaje anhelado, sobre todo a Estados Unidos.
“Sé que la gente dice que es una superstición, pero tiene que ser con una maleta de rueditas, pues si con un maletín, el viaje es a una provincia o a países pobres como Haití o Sierra Leona. Y con la maleta vacía, pues eso significa que el viaje es solo de ida. A la mía le voy a poner una banderita americana, va y a lo mejor me saco también la lotería de visas”, apunta sonriente Daniel, desempleado.
Al filo de las doce de la noche del 31 de diciembre, por tercer año consecutivo, Daniel le dará la vuelta a la manzana con con su maletica de ruedas. "A la tercera va la vencida. Y en 2017 pienso aterrizar en algún aeropuerto del Primer Mundo. Ojalá sea el de Miami".
Días antes había vendido varios metros de cristal nevado a un amigo del barrio, robados del almacén de su empresa. “El metro de cristal está a cincuenta fulas (cuc). Y un socio quería seis metros. Con las 300 cañas, que me venían de maravillas, además de comida para la cena de fin de año y los
primeros días de enero, pensaba resolver un montón de cosas para la casa”, había calculado Erick.
Pero la bestial inflación cubana le devoró los 300 pesos convertibles, el equivalente a su salario anual, en menos de 48 horas.
Cuenta Erick: “Un pavo congelado 50 cuc, tres piernas de puerco (dos para nosotros y una para mi madre), 75 cuc. Cinco turrones, tres cajas de cerveza, dos botellas de vino, golosinas, viandas y hortalizas, 110 cuc. Dos paquetes de culeros desechables, 20 cuc. Y un galón de pintura, 25 cuc. Recibiré el año nuevo con 20 cuc en la cartera, si no lo gasto antes ”.
Cuando usted recorre las tiendas estatales por divisas, observará sus estantes semivacíos y en muchas escasean las mercancías importadas y también las de producción nacional.
“Llevo una semana buscando galletas dulce con crema y están desaparecidas en combate. Los turrones ni se diga. Apenas hay variedad. Mi hija quería uno de crema catalana y no lo encuentro por ningún lado. Ya ni con dinero en la mano uno puede comprar lo que desea. Este país cada vez se pone peor”, comenta Lourdes, empleada de una firma extranjera.
Martí Noticias indagó con un funcionario de Comercio Interior sobre las causas del déficit de productos típicos de esta época del año. La justificación, como siempre, es la llegada de un barco extranjero.
“Estamos esperando el arribo de un buque conveniado que trae turrones, uvas, sidra, vino, manzanas, confituras y mazapanes. Pero se ha retrasado, por eso el bache en las ventas. El déficit no es debido al luto a Fidel Castro, como rumora la población”, aclara el funcionario.
Un comprador de Habaguanex difiere de esa opinión. “Es un problema de mala gestión. La mayoría de las cadenas minoristas son dirigidas por militares, bastante incapaces a la hora de administrar negocios. Se pensaba que con los stocks en almacén sería suficiente para cubrir la demanda interna. Y no fue así. Desde hace un año, el país viene confrontando problemas de liquidez monetaria y las compras en el extranjero de alimentos no esenciales, como yogurt, confituras y otros, han descendido”.
Además de la escasez están los precios de infarto. A pesar de que Cuba tiene salarios e infraestructuras al nivel de Zimbabwe, el precio de los artículos en divisas no tiene nada que envidiarle a los de Nueva York.
“Afortunados aquéllos que pueden celebrar Navidad y fin de año. En mi casa nada más vamos a festejar el 31 de diciembre. No hay dinero para tanta fiesta”, señala Rubén, custodio de un almacén de víveres.
En este 2016 los festejos de fin de año serán diferentes. Por el duelo extendido tras la muerte de autócrata Fidel Castro, no habrá bailables públicos ni ruidosas orquestas de timba o reguetón festejando ‘un nuevo aniversario del triunfo de la revolución’.
“Los vecinos de los lugares donde suelen organizar bailables nos alegramos. Esas aglomeraciones solo traen broncas, puñaladas y personas que orinan en pasillos, portales y aceras. El día después de esos guateques oficiales, el edificio donde vivo amanece lleno de mierda y preservativos”, comenta Rafael, quien reside a tiro de piedra de la Plaza Roja de La Víbora.
Diana, profesora de piano en la casa de cultura municipal, señala que “las actividades culturales serán más discretas. El primero de enero habrá fiestas infantiles y música campesina”.
Si del tema de las celebraciones ya muchos habaneros no quieren opinar, menos aún quieren hablar de lo que ellos esperan para el nuevo año. Los que aceptan, suelen responder encogiéndose de hombros, con una sonrisa nerviosa o engolando la voz para ofrecer una respuesta políticamente correcta. Pero en confianza -y en voz baja- son más locuaces.
“No espero nada bueno. Más de lo mismo. La cantaleta sobre Fidel en la televisión y la misma jodedera de siempre. En la medianoche del 31 de diciembre yo daré una vuelta a la manzana con una maleta, a ver si en 2017 se me pega un viaje al extranjero. Y si se me da, te juro que no regreso”, confiesa Adrian, técnico medio en Contabilidad.
Y es que según la tradición local, el último día del año los cubanos tiran un cubo de agua a la calle y recorren el vecindario con una maleta, para que se cumpla el viaje anhelado, sobre todo a Estados Unidos.
“Sé que la gente dice que es una superstición, pero tiene que ser con una maleta de rueditas, pues si con un maletín, el viaje es a una provincia o a países pobres como Haití o Sierra Leona. Y con la maleta vacía, pues eso significa que el viaje es solo de ida. A la mía le voy a poner una banderita americana, va y a lo mejor me saco también la lotería de visas”, apunta sonriente Daniel, desempleado.
Al filo de las doce de la noche del 31 de diciembre, por tercer año consecutivo, Daniel le dará la vuelta a la manzana con con su maletica de ruedas. "A la tercera va la vencida. Y en 2017 pienso aterrizar en algún aeropuerto del Primer Mundo. Ojalá sea el de Miami".