viernes, 8 de julio de 2016

Juventud, incógnita

Juventud, incógnita

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Uno de los dilemas más grandes de las dictaduras es cómo lidiar con la verdad. La realidad, esa que se respira en la calle sin mucha cortesía y aún menos estudios, parece hecha en esos regímenes para no ser dicha, o dicha a medias, que es lo mismo pero no es igual. Los profesionales de las estadísticas, de los estudios socio-psicológicos y económicos de los regímenes totalitarios parecen tener en el dintel de sus oficinas, cual "Auschwitz científico", un letrero que reza: "La mentira os hará confiables".

Los investigadores sociales, que en el totalitarismo no son independientes pues ganan un salario, viajan, tienen automóviles y vacaciones por el Estado, llegan a parecer como si investigaran, mientras que los políticos aparentan que esas investigaciones les interesan. Sin embargo, existe un reducto pequeño, imperceptible a los ojos de la sociedad, dedicada a conocer y reportar la "verdad verdadera". Esos muy discretos estudios por encargo son presentados a las más altas esferas del Gobierno —donde no pueden darse el lujo de cometer errores—, y sus voces han comenzado a oírse en algunas tribunas, quizás como un clamor autorizado ante tanta aridez informativa.  
Interesante como, ante el acercamiento del huracán económico y social, unos calman y otros alertan a la población. Uno de los encargados de disminuir la alta tensión, la espera sin fin, la aproximación de la borrasca, fue la Comisión de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de Derechos de la Mujer en  la reciente concluida Asamblea Nacional del Poder Popular. Allí acaban de decir que, según estudios, los adolescentes cubanos son felices y sienten orgullo por vivir en la Isla. La encargada del estudio declaró que el bienestar de los jóvenes se debe a que se sienten con el derecho a la salud, la educación y la seguridad.
Poco después comienzan las inocultables verdades, las contradicciones de la farsa;  el 68% de los jóvenes considera el estudio como prioridad y la deserción escolar y la migración de  jóvenes a las esferas de servicios, estatales y privados, ha cambiado toda la geografía pre y universitaria; el 70% tiene acceso a "tecnologías" en un país con una de las peores conexiones a internet y a las redes sociales del mundo; es pobre la incorporación temprana al trabajo en una población que envejece rápido sin sustitutos inmediatos; los jóvenes prefieren el trabajo privado en un régimen autoproclamado socialista, y estatista por voluntaria mayoría.
Curiosamente, a pocas horas de finalizada la Asamblea Nacional, el mismo Centro de Estudios de la Juventud anunció que a partir de septiembre se aplicará una encuesta nacional "para caracterizar del modo más fiel posible a los jóvenes con sus certezas, incertidumbres y expectativas". Al menos la jefa del estudio habla de novedades: por primera vez explorará la juventud campesina —tras casi 60 años de Reforma Agraria— y cómo se relacionan los jóvenes con las manifestaciones religiosas —22 años después de ser constitucionalmente Estado Laico.
¿Será esta la verdadera investigación? ¿Terminará el centro de investigaciones adjunto al Comité Central por declarar lo no declarable, investigar lo ininvestigable? En verdad, pudiera no ser preciso un investigador o un centro científico para saber, encuesta a boca de calle, que por lo menos 5 o 6 de cada 10 jóvenes cubanos tienen como prioridad irse de Cuba; o si quisieran permanecer, pedirían al menos que el añoso Gobierno dimita y den espacio a jóvenes con ideas del siglo XXI. No se necesitan científicos sociales para saber que a un adolescente le importa un pepino la salud, no le da valor al estudio y mucho menos a la seguridad individual. De modo que medir la felicidad de los jóvenes por esos "derechos sentidos" es un "forro" del peor dominó de esquina.
Los adolescentes y jóvenes cubanos, como fuimos todos, lo único que tienen en exceso, además de hormonas y majaderías, son muchos sueños, ilusiones y esperanzas de cambiar las cosas, empezando por sus propios cuerpos. Porque adolecen de miedos y de compromisos, tienden a entregarlo todo, hasta la vida, cuando creen en alguien o en algo.
La verdadera encuesta, la que el régimen necesita, sin "globos", es la que pregunte si, ante una situación límite, los jóvenes en Cuba, como dieron su vida por un cambio hace 57 años, estarían dispuestos esta vez a dar la pelea para defender a sus testarudos abuelos.  

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