Y Drácula salió del ataúd
Obama llegó a la Casa Blanca haciendo campaña y al parecer se marchará haciendo campaña. Prometer lo que es agradable a las orejas de las multitudes ha sido una de sus habilidades. Sin embargo, reconocemos que su discurso en el Gran Teatro de La Habana desmoralizó al castrismo, como al equipo de futbol que le meten cinco goles en su propia cancha.
Sugerir dar borrón y cuenta nueva a la historia vivida durante 57 años de dictadura y comenzar a construir un futuro democrático repleto de libertades por decisión de los propios cubanos, provocó una delirante reacción en la nomeklatura que colmó la platea del teatro Alicia Alonso. Sin dudas, el presidente recetó al pueblo cubano la mejor tableta para curar el inmovilismo que le atormenta.
Quedó bien claro que Obama vino a Cuba a dejar caer la pelota. No le descorrerá otro cerrojo más al embargo y los perros de Pavlov se ahogarán en su propia saliva, puesto que en lo adelante, el Congreso norteamericano será el único facultado para levantar la cuasi sexagenaria sanción económica.
Sin embargo,desde Punto Cero, Fidel Castro respondió ―una semana después― al mutismo que causó el demoledor discurso del presidente norteamericano.
En un artículo publicado en Granma, alegó que Obama utilizó las palabras más almibaradas en su discurso, e ironizaba: "Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del Presidente de Estados Unidos tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años".
"Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura", aclaraba Fidel, e inquiría: "¿Y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza…. No necesitamos que el imperio nos regale nada", denunciaba casi al final de la nota, a la que satíricamente tituló El hermano Obama.
Así patentizaba que la política antiyanqui ha sido y será la primera industria castrista.
Pasar página al antagonismo Cuba-EEUU y construir una sociedad que garantice empleos, salarios, comida, techos seguros y una sola moneda es lo que desean los estratos más bajos de la población que sufren las penurias económicas que no angustian a las nomenklaturas ofendidas con el discurso del presidente norteamericano.
Lo chocante es que ni Fidel Castro ni sus seguidores se dignan a desempacar los archivos de donde afloran los pogromos protagonizados por el ejército rebelde en1959, las muchedumbres pidiendo "paredón" para quienes pensaban distinto, la ficticia popularidad de la revolución en sus inicios, una suerte de glamur comparable con los tiempos de la Alemania nazi, donde la gente se unía a los matones para que no le pegaran.
Por qué meten en un frigorífico a los espiritistas, santeros, abakuás, católicos y otros religiosos que durante décadas sufrieron los embates del apartheid castrista, las UMAP, los templos cerrados y expropiados, los curas deportados, los sindicatos liquidados, las masacres de río Canimar, Cojimar y el remolcador 13 de Marzo.
De lo que si pueden estar seguro Fidel y su caterva de seguidores es que las charangas al son de "Cuba sí, yanquis no" ya fueron borradas de las mentes del pueblo, gracias a un voluntarioso Alzheimer. El antiamericanismo se acabó y, con él, las justificaciones de un régimen que apesta a rancio.
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