Familia cubana relata sus memorias como desterrados del Escambray
“Mi nombre es Felipe Aguilar Medina, soy uno de los que vivieron en el pueblo cautivBriones Montoto, de los desterrados de Las Villas”.
Así comienza la conversación con este hijo de campesinos del Escambray, en el centro de Cuba, cuya familia se vio envuelta en medio de una guerra civil a principios de los años 60.
“En Cuba hubo una guerra civil. No hay otra palabra para describir lo que ocurrió en esa fecha”, afirma la historiadora Lillian Guerra, profesora de la Universidad de la Florida. Por esos azares de la vida, ella es familia de Felipe y también una experta en la historia de los primeros años de la Revolución Cubana.
A través de entrevistas y análisis de documentos de la época, Guerra relata en su libro Visions of Power: Revolution, Redemption and Resistance, cómo el conflicto armado entre los que toman el poder en 1959 y aquellos que se le opusieron tempranamente—que en su mayoría también lucharon para derrocar a Fulgencio Batista—fue, además, un conflicto simbólico.
Los opositores que subieron a las lomas del Escambray con la esperanza de reeditar lo que había sucedido en la Sierra Maestra, se convirtieron en “bandidos” y “contrarrevolucionarios” sobre los que descansaba la base misma de la legitimidad “revolucionaria”. En ese contexto de polarización extrema, no encajaba que campesinos por los que supuestamente la Revolución había luchado, “colaboraran” con los “alzados”.
Pese a haber llevado a prisión a muchos de ellos, e intentar su “reeducación” y rehabilitación”, a fines de la década del 60, “el gobierno revolucionario decide que hay mucha gente en ese país que a pesar de haber nacido con la revolución no son confiables y muchos campesinos presos que no habían sido alzados pero los habían apoyado. Todos tienen algo en común: problemas ideológicos”, explica Guerra.
Entre aquellos que estaban bajo sospecha estaba Néstor Martín Aguilar, padre de Felipe. Él y cerca de 10 mil hombres, según las fuentes de Guerra, fueron reunidos un día en el estadio de Santa Clara, donde se enteraron que los trasladarían forzosamente al otro extremo del país, a construir pueblos con nombres de “héroes revolucionarios”, como Antonio Briones Montoto.
Este hecho sin precedentes quedó grabado en la memoria de Felipe, quien tenía solo seis años. El mero recuerdo de estos acontecimientos lo emociona casi desde el inicio de la entrevista.
ENH: ¿Qué relación tuvo tu familia con los “alzados” en las Villas?
Mi papá criaba cochinos. Dentro del corral grande, hizo un corralito al lado para que los cochinos no se pudieran meter dentro de él, y cuando les llevaba comida, llevaba una cubeta con comida para los alzados. Cuando él se iba, venían los alzados y recogían la comida.
Cerca de mi casa también había un campamento de milicianos. Para ir ahí, él tenía que salir de la casa con una gorra, porque los milicianos se lo exigían para no confundirlo con los alzados y darle un tiro. Sin embargo, cuando avanzaba [hacia el territorio de los alzados] tenía que ponerse un sombrero, porque si entrabas en el territorio aquel con una gorra, capaz que pensaran que eras un miliciano y te dieran un tiro. Era un trauma hasta para poder alimentar a esas personas.
ENH: ¿Por qué tu papá los ayuda?
Aquel sistema no podía avanzar. A él no tenían como quitarle las propiedades por ninguna ley de reforma agraria, porque no tenía una barbaridad de tierras. Su mayor tesoro estaba en lo que había luchado, en lo que tenía sembrado, las matas de café y en el ganado, que era de él. Ya venía un sistema que todo era del estado, todo lo iba recogiendo el estado, y la mayoría de los campesinos se dio cuenta y por eso en el Escambray se alzaron tantos campesinos.
El Ejército Rebelde hace la limpia en el Escambray porque de esos alzados la mitad andaba sin armas. Y mandaron al Ejército completo a coger a esos alzados, y ellos sin armas porque las armas nunca llegaron. Los campesinos se unieron y les dieron comida pero hasta ahí, no les podían dar más nada, las armas las tenía el gobierno.
ENH: ¿Cómo se entera que lo van a trasladar de Las Villas?
Mi papá primero había sido interrogado, pero después, en el año 71 específicamente, lo citan a una reunión en el pueblo de Cumanayagua. Le dijeron que era una reunión para los campesinos. Y mi papá se fue en su caballo. Allá les dijeron que la reunión era en Santa Clara y los montan en un camión. Cuando llegan a Santa Clara y los bajan del camión, estaban rodeados por policías con armas largas.
Un militar se sube en un estrado y les dijo todo lo que quiso. Les dijo gusanos, contrarrevolucionarios, que serían trasladados a Pinar del Río y que jamás volverían a Las Villas, porque habían colaborado con los alzados. Que ellos no merecían estar vivos, sino que debían haberlos fusilado. Los montaron en un tren y los mandaron para Sandino, un pueblo que está prácticamente en lo último de Pinar del Río.
ENH: ¿Y cómo se enteró tu familia de lo sucedido?
Al día siguiente, fueron a llevar el caballo a la finca donde estaba mi mamá y estábamos nosotros, que éramos niños. Yo tenía 6 años. Fueron dos militares, con el caballo por las riendas, y cuando llegaron allá le dijeron a mi madre: “su esposo ha sido trasladado a Pinar del Río, y jamás volverá a verle. A partir de este momento, todos sus bienes quedan confiscados por el estado. La cosecha de café que se encuentra en los cafetales ya no es de ustedes, no tienen derecho a recogerlo y vendrán otros a recogerlo por ustedes. El ganado y demás, será intervenido”.
Mi mamá cayó en un ataque de llanto. A partir de ese momento la vida de nosotros cambió, porque ya no estaba papi, y ya no teníamos propiedades, no teníamos nada.
La casa del campo nos la quitaron; nos quitaron la finca. El poco café que recogimos ese año, lo recogimos a escondidas por la noche. El ganado se lo llevaron todo. El café nunca lo pagaron. Las matas de café, que al precio puesto por el estado eran 25 pesos nada más, tampoco las pagaron.
ENH: ¿Cuándo se reúnen con tu padre?
Cuando él cae en Sandino en calidad de preso, aunque nunca le hicieron juicio, cada 45 días le daban un pase para irnos a ver, si se lo ganaba. Y cada 45 días autorizaban a dos miembros de la familia a ir a verlo a un pueblecito cerca de Sandino. Después, lo trasladan al campamento El Negrito, ubicado a 18 kilómetros de Pinar del Río, y empiezan la construcción del pueblo cautivo que se llama Antonio Briones Montoto.
En el año 1976, le entregan la llave de uno de los apartamentos que ellos mismos habían hecho y nos trasladan para Pinar del Río en un tren. Fuimos custodiados por la policía con armas y todo, y hasta para ir al baño había que pedir permiso, aunque fueras menor de edad. Todo el mundo tenía que estar sentado en el tren y no se podía preguntar nada.
ENH: ¿Qué pasa cuando llegan al pueblo?
Tuvimos que empezar de cero, en una provincia donde a los campesinos de la zona les dijeron que quienes le dieran una oportunidad de trabajar en la tierra a la gente que vino de Las Villas –porque había campesinos que por sembrar y cortar arroz, te daban una parte a ti– les iban a decomisar la tierra, como para aislarnos más de todas las posibilidades de desarrollo.
Hubo villareños que chapearon aromales [una planta leñosa espinosa] e hicieron sus pequeñas finquitas. Y se las quitaron otra vez. Hubo un hombre que pidió una tierra que los villarenos habían limpiado, para sembrar tabaco, y se la dieron. Después empezaron otras teorías de dar tierras, pero ya nadie quería, porque ya esa historia se conoce, ¿volver a limpiar para quién? ¿Para que te la vuelvan a quitar? Era un círculo cerrado. Por eso hay tanta aroma en Cuba, porque ya nadie cree que tú puedes vivir de la tierra sin que te la quiten un día.
ENH: Y cuando les quitaron las tierras, ¿a qué se dedicaron estas familias campesinas?
Mi papá se hizo carpintero en Pinar del Río y de eso siguió viviendo, ganando 160 y pico de pesos al mes, que en Cuba eso se sabe que no era ni dinero, y con cuatro hijos que mantener. Nosotros fuimos creciendo en esa incertidumbre, hasta que cada uno fue estudiando lo que pudo.
Yo me hice técnico medio en petróleo, después me quedé sin trabajo. Cuando vino el período, como dicen ellos, especial, fui a buscar trabajo en el petróleo en Matanzas y ahí me dijeron que no, que yo tenía un historial algo complicado y que no había plaza. Otros compañeros de Pinar del Río que estudiaron conmigo siguieron trabajando en el petróleo, y yo no pude trabajar más en el petróleo.
ENH: ¿Ustedes se sintieron discriminados?
Aparentemente no nos discriminaban. Ellos trataban de tener la política en las escuelas de que nosotros no éramos discriminados. Pero tú siempre ves la doble intención de las cosas. Si tú y yo somos estudiantes y tú tienes 80 y yo tengo 90, ¿por qué tú coges mejor beca que yo? Porque soy de la gente de Las Villas. Y así sucedía con todo en la trayectoria de la vida, en los trabajos...
ENH: Si te hubieras querido ir del pueblo, ¿lo hubieras podido hacer?
No sé hasta qué punto. Por lo menos al principio no se podía salir, no podías hacer nada. Al principio, teníamos que reportar que íbamos de visita a Las Villas cada vez que íbamos a salir del pueblo en las vacaciones. Esto transcurrió así años y años hasta que luego dieron más libertad de movimiento.
Después del año 85, empezaron con otra política. Se hicieron tantos reclamos sobre los pueblos cautivos y la gente pidiendo que les pagaran lo que les habían quitado...aunque eso nunca pasó. Ya después de esto sí era posible moverse. A Las Villas no podíamos regresar, no podíamos pensar en regresar porque eso estaba prohibido. A mi mamá y a mi papá se lo dijeron, que a Las Villas jamás volverían.
ENH: ¿Cómo toman la decisión de venir para los Estados Unidos?
Es una decisión algo difícil dejar al padre de uno y a mi hermana allá. Pero siempre tuvimos la esperanza de podernos ir de Briones. Y habíamos aplicado, y nos habían denegado los permisos. Volvimos a aplicar, Dios es grande y me dio la oportunidad. Y acá vine con mis hijos y mi esposa, a luchar.
Mi papá tiene 90 años, lo aprobaron para venir pero desde que falleció mi mamá hace 4 años, ya no tiene la misma fuerza. Él ya dice que quisiera quedarse allí para que lo entierren en la misma bóveda de ella.
ENH: Después de tanto tiempo viviendo en Briones Montoto, ¿tu papá alguna vez se arrepintió de haber ayudado a los alzados?
Jamás. Actualmente, si alguien va y le habla del Escambray y de todo lo que pasó, todavía a mi papá le brillan los ojos. Porque mi papá es una gente de campo. Pero bueno, ya el campo se perdió. Todavía quedan algunas matas de café, pero ya todo aquello se perdió, y lo único que queda es el recuerdo.
Con la colaboración del reportero Abel Fernández.
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