martes, 22 de septiembre de 2015

El papa Francisco aboga por la "libertad" de la familia en su último acto en Cuba

El papa Francisco aboga por la "libertad" de la familia en su último acto en Cuba

En la Catedral de Santiago afirmó que "es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad, a no ser avasalladores, el perdón".
  • El papa Francisco saluda a sus feligreses en la Catedral en Santiago de Cuba (Cuba).
El papa Francisco en la Catedral de Santiago de Cuba.

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Después de oficiar su misa ante la patrona de Cuba, el papa Francisco se reunió con las familias en la Catedral de Santiago en el último acto de su visita a Cuba e hizo unllamamiento a la libertad que se vive en esta institución.
Tras hacer referencia al pasaje del Evangelio de Juan, que presenta el primer acontecimiento público de Jesús de las Bodas de Caná, el pontífice recordó que Jesús comenzó su vida pública en una boda y dijo ante los presentes que "la familia es escuela de humanidad, que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros".

Recordó que "es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad, a no ser avasalladores, el perdón". Precisó que "la familia nos salva de dos fenómenos actuales: la fragmentación y la masificación, transformando a las personas en individuos aislados, fáciles de manipular y de gobernar. Las sociedades divididas o altamente masificadas son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares, que nos enseñan a ser personas".
Calificó a las familias no como un problema "sino una oportunidad" que hay que cuidar, proteger, acompañar e invitó a "dejar un mundo con familias", los "verdaderos centros de humanidad" a su juicio.
Antes de finalizar, el Papa invitó a los presentes a rezar por el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y el Sínodo de Obispos que tendrá lugar en octubre "para que sepamos entre todosayudarnos a cuidar a la familia".
Discurso completo pronunciado en la Catedral de Santiago:
Estamos en familia. Y cuando uno está en familia se siente en casa. Gracias a ustedes, familias cubanas, gracias cubanos por hacerme sentir todos estos días en familia, por hacerme sentir en casa. Gracias por todo esto. Este encuentro con ustedes viene a ser como "la frutilla de la torta". Terminar mi visita viviendo este encuentro en familia es un motivo para dar gracias a Dios por el "calor" que brota de gente que sabe recibir, que sabe acoger, que sabe hacer sentir en casa. Gracias a todos los cubanos.
Agradezco a Mons. Dionisio García, arzobispo de Santiago, el saludo que me ha dirigido en nombre de todos y al matrimonio que ha tenido la valentía de compartir con todos nosotros sus anhelos y esfuerzos por vivir el hogar como una "iglesia doméstica".
El papa Francisco saluda a un niño a su llegada a la Catedral en Santiago de Cuba.El papa Francisco saluda a un niño a su llegada a la Catedral en Santiago de Cuba.
El Evangelio de Juan nos presenta como primer acontecimiento público de Jesús las Bodas de Caná, en la fiesta de una familia. Ahí está con María, su madre, y algunos de sus discípulos compartiendo la fiesta familiar.
Las bodas son momentos especiales en la vida de muchos. Para los "más veteranos", padres, abuelos, es una oportunidad para recoger el fruto de la siembra. Da alegría al alma ver a los hijos crecer y que puedan formar su hogar. Es la oportunidad de ver, por un instante, que todo por lo que se ha luchado valió la pena. Acompañar a los hijos, sostenerlos, estimularlos para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus familias, es un gran desafío para todos los padres.
A su vez, la alegría de los jóvenes esposos. Todo un futuro que comienza, todo tiene "sabor" a casa nueva, a esperanza. En las bodas, siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Hay memoria y esperanza. Siempre se abre la oportunidad para agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que hemos recibido.
Y Jesús comienza su vida pública precisamente en una boda. Se introduce en esa historia de siembras y cosechas, de sueños y búsquedas, de esfuerzos y compromisos, de arduos trabajos que araron la tierra para que ésta dé su fruto. Jesús comienza su vida en el interior de una familia, en el seno de un hogar. Y es en el seno de nuestros hogares donde continuamente Él se sigue introduciendo, Él sigue siendo parte. Le gusta meterse en la familia.
Es interesante observar cómo Jesús se manifiesta también en las comidas, en las cenas. Comer con diferentes personas, visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer el proyecto de Dios. Él va a la casa de sus amigos Marta y María, pero no es selectivo, no le importa si hay publicanos o pecadores, como Zaqueo.
Va a la casa de Zaqueo. No sólo Él actuaba así, sino cuando envió a sus discípulos a anunciar la buena noticia del Reino de Dios, les dijo: "Quédense en la casa que los reciba, coman y beban de lo que ellos tengan" (Lc 10,7). Bodas, visitas a los hogares, cenas, algo de "especial" tendrán estos momentos en la vida de las personas para que Jesús elija manifestarse allí.
Recuerdo en mi diócesis anterior que muchas familias me comentaban que el único momento que tenían para estar juntos era normalmente en la cena, a la noche, cuando se volvía de trabajar, donde los más chicos terminaban la tarea de la escuela. Era un momento especial de vida familiar. Se comentaba el día, lo que cada uno había hecho, se ordenaba el hogar, se acomodaba la ropa, se organizaban tareas fundamentales para los demás días, los chicos se peleaban, pero era el momento. Son momentos en los que uno llega también cansado y alguna que otra discusión, alguna que otra "pelea" aparece, pero no hay que tenerle miedo.
Yo tengo miedo a los matrimonios que nunca tuvieron una discusión, raro, es raro. Jesús elije estos momentos para mostrarnos el amor de Dios, Jesús elije estos espacios para entrar en nuestras casas y ayudarnos a descubrir el Espíritu vivo y actuando en nuestras cosas cotidianas. Es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad, donde aprendemos a no ser avasalladores.
Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos continuamente invitados a perdonar, a dejarnos transformar
Es en casa donde aprendemos a recibir y a agradecer la vida como una bendición y que cada uno necesita a los demás para salir adelante. Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos continuamente invitados a perdonar, a dejarnos transformar. Qué curioso, en casa no hay lugar para las "caretas", somos lo que somos y de una u otra manera estamos invitados a buscar lo mejor para los demás.
Por eso la comunidad cristiana llama a las familias con el nombre de iglesias domésticas, porque en el calor del hogar es donde la fe empapa cada rincón, ilumina cada espacio, construye comunidad. Porque en momentos así es como las personas iban aprendiendo a descubrir el amor concreto y el amor operante de Dios.
En muchas culturas hoy en día van despareciendo estos espacios, van desapareciendo estos momentos familiares, poco a poco todo lleva a separarse, aislarse; escasean momentos en común, para estar juntos, para estar en familia. Entonces, no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso ni perdón, no se sabe dar gracias, porque la casa va quedando vacía, no de gente, sino vacía de relaciones, vacía de contactos, vacía de encuentros, de padres, hijos abuelos, nietos, hermanos.
Hace poco, una persona que trabaja conmigo me contaba que su esposa e hijos se habían ido de vacaciones y él se había quedado solo, porque le tocaba trabajar esos días. El primer día, la casa estaba toda en silencio, "en paz", nada estaba desordenado. Al tercer día, cuando le pregunto cómo estaba, me dice: "quiero que vengan ya todos de vuelta". Sentía que no podía vivir sin su esposa y sus hijos, y eso es lindo, eso es lindo.
Sin familia, sin el calor de hogar, la vida se vuelve vacía, comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad, las redes que nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha para la prosperidad. La familia nos salva de dos fenómenos actuales: la fragmentación (la división) y la masificación.
En ambos casos, las personas se transforman en individuos aislados fáciles de manipular y de gobernar. Y, entonces, encontramos en el mundo sociedades divididas, rotas, separadas o altamente masificadas son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares, cuando se pierden las relaciones que nos constituyen como personas, que nos enseñan a ser personas. Uno se olvida de cómo se dice mamá, papá... se van como olvidando esas relaciones que son el fundamento del nombre que tenemos.
La familia es escuela de humanidad, que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atento a la vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia, los egoísmo quedan chiquitos, existen porque todos tenemos algo de egoísta, pero si no se crean esas familias que podemos llamar así "yo me mí, que no saben de discusiones, de solidaridad…".
A pesar de tantas dificultades como aquejan hoy a nuestras familias, no nos olvidemos de algo, por favor: las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar. Es una manera de decir que son una bendición. Cuando vos comenzás a vivir la vida como un problema te estancás, porque estás muy centrado en ti mismo.
Mucho se discute sobre el futuro, sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos. Creo que una de las posibles respuestas se encuentra en mirarlos a ustedes: dejemos un mundo con familias, es la mejor herencia, dejemos un mundo con familias. Es cierto, no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres perfectos ni hijos perfectos, ni suegra perfecta, pero eso no impide que no sean la respuesta para el mañana.
Cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad
Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama, el amor siempre se compromete con las personas que ama. Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad.
Y aquí me viene una imagen cuando en las audiencias de los miércoles paso a saludar a la gente, tantas, tantas mujeres me muestran la panza y me dicen "¿Padre, me lo bendice?"... Le voy a proponer algo, a todas aquellas mujeres que están embarazadas de esperanza que en este momento se toquen la panza, o las que están escuchando por radio o por televisión, y yo a cada una de ellas y a cada niño le doy la bendición, y deseo que venga sanito, que crezca bien, que lo pueda criar bien, que lo acaricien.
No quiero terminar sin hacer mención a la Eucaristía. Se habrán dado cuenta que Jesús quiere utilizar como espacio de su memorial, una cena. Elige como espacio de su presencia entre nosotros un momento concreto en la vida familiar. Un momento vivido y entendible por todos, la cena.
Y la Eucaristía es la cena de la familia de Jesús, que a lo largo y ancho de la tierra se reúne para escuchar su Palabra y alimentarse con su Cuerpo. Jesús es el Pan de Vida de nuestras familias, Él quiere estar siempre presente alimentándonos con su amor, sosteniéndonos con su fe, ayudándonos a caminar con su esperanza, para que en todas las circunstancias podamos experimentar que es el verdadero Pan del Cielo.
En unos días participaré junto a familias del mundo en el Encuentro Mundial de las Familias y en menos de un mes en el Sínodo de Obispos, que tiene como tema la familia. Los invito a rezar, les pido, por favor, que recen por estas dos instancias, para que sepamos entre todos ayudarnos a cuidar la familia, para que sepamos seguir descubriendo al Emmanuel, es decir al Dios que vive en medio de su pueblo haciendo de cada familia y de todas las familias su hogar. Cuento con la oración de ustedes.

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