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Más que crisis, desastre energético argentino
El Gobierno de Mauricio Macri heredó el país con un sistema de energía al borde del colapso y está tomando medidas para subsanarlo
ANÁLISIS
LA PAZ.- BORIS SANTOS GÓMEZ ÚZQUEDA*
Especial
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Lo venía advirtiendo desde hace años un grupo de exministros de Argentina: hay crisis en el sector energético del país. Principalmente en electricidad, gas y petróleo; genéricamente hablando.
Ahora se confirma esa obviedad, cuando el nuevo Gobierno del presidente Mauricio Macri decretó “emergencia energética en Argentina hasta diciembre 2017” debido a que el sistema se encuentra al “borde del colapso".
No era para menos. Una década de descuido del sector de electricidad, gas y petróleo tiene a Argentina como está.
Y ahora, una tarea titánica le espera al ministro de Energía, Juan Aranguren. Salir del desastre –heredado– y postular una verdadera reforma energética argentina. Siguiendo –quizá– el modelo de la reforma energética mexicana.
El propio ministro calificó de “precaria” la situación eléctrica argentina.
El verano, con sus altas temperaturas y uso de acondicionadores de aire; el invierno, con bajas temperaturas y el uso de calefacciones; los subsidios, mal direccionados y de poco impacto pero establecido por el anterior régimen populista; la ausencia de inversiones a escala para producir más gas, principal fuente de generación eléctrica; y otros factores, han puesto a Argentina al borde del desastre.
Manejo irresponsable
El sector energético fue manejado con una total irresponsabilidad. Lo digo como observador latinoamericano; realmente fue mal administrado en la “década ganada” –como dicen los kirchneristas al período de 12 años en el que gobernaron–.
Sólo en electricidad, el país tiene una demanda de aproximadamente 23.000 megavatios, con una potencia instalada máxima de aproximadamente 26.000 megavatios, como consecuencia –entre otros– de la escasa inversión.
No vamos a referirnos al sector de combustibles o a la producción de gas o de petróleo; o a procesos de refinamiento o transporte por ductos que son acápites igualmente olvidados por más de una década.
Necesidad de inversión
En diciembre 2013, hubo cortes eléctricos en grandes ciudades argentinas que merecen hoy atención en distribución y también en generación con mejores índices de servicio de calidad, pero con más inversión.
Lo que van a tener que hacer –gradualmente, para que aquellos que no entienden de esta crisis y contrariamente creen que se le están quitando privilegios–, es analizar y reordenar su política interna de subsidios; manteniendo los mismos a los sectores “más vulnerables”.
Con esos sectores es que la anterior Administración de Gobierno hizo política: les dio electricidad casi a coste cero, pero llevó al país a niveles insostenibles en cuanto a satisfacción de demanda.
El ministro dijo, anteriormente, que Argentina va a “recuperar la racionalidad” y “salir de la esquizofrenia que hemos vivido en el sector energético en los últimos años", palabras con las que coincido absolutamente.
Un signo de la esquizofrenia de la expresidenta Cristina Fernández fue no haber formado un Ministerio de Energía, sino sólo una simple Secretaría. El presidente Macri, como buena señal, jerarquizó y creó un Ministerio a cargo de este importante sector.
Subsidios sin respaldo
La “lógica” del subsidio, si se quiere verla como una lógica, funciona sólo en países con excedentes de petróleo y gas. Naturalmente, si tienen excedentes pueden aplicar algún tipo de subsidio. En cambio, en países cuya matriz energética depende de casi el 20% de fuentes externas (como el caso argentino) es una tontería tener esquemas altamente subsidiados.
Seguramente la nueva visión del presidente Macri impulsará una reforma legislativa y regulatoria para el sector, abriendo puertas a inversionistas externos para estimular –por ejemplo– el reservorio “Vaca Muerta” que tiene excelentes volúmenes de gas y petróleo para mejorar condiciones de oferta de electricidad, gas y combustibles al país.
Claro que este tema tomará un buen tiempo, paciencia y una arquitectura financiera y legal compleja, mientras que el gas boliviano seguirá siendo útil para la economía argentina, pese a los malos deseos del exembajador kirchnerista en Bolivia que dijo, irrespetuosamente, antes de marcharse de ese país, que “Macri no compraría gas boliviano”.
La coyuntura y los contratos de por medio desmintieron al embajador.
Quizá en este tiempo veremos subidas de tarifas eléctricas, mucha racionalidad en el consumo –con campañas intensivas de reeducación ciudadana para mejorar la utilización de aires acondicionados, luces y otros– y nuevos esquemas de subsidios, en tanto se consigan inversiones externas para temas macro como exploración y extracción de petróleo y gas.
De momento, hay que apoyar al presidente y a su ministro de Energía: están reordenando la barbarie heredada.
*Analista de temas energéticos y consultor del sector
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