jueves, 15 de diciembre de 2016

El canto de cisne del ALBA

El canto de cisne del ALBA


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Maduro, Castro, Morales, durante el aniversario del ALBA en La Habana. (MINREX)
El ALBA conmemoró este miércoles su aniversario. Hace 12 años de su constitución en La Habana. Aquí se fundó, aquí le cantaron ayer el obituario. Nicolás Maduro, más sentimental que práctico, usó la efeméride para compartir su optimismo de capa caída con Cuba, el aliado crepuscular. Romántica antes que política, la cita terminó con unas palabras de Hugo Chávez y una canción de Silvio Rodríguez salidas de una bocina, naturalmente, pues el ALBA ya no tiene mesías ni música propia.
Lo más duro es que Maduro, el cacofónico, no admita el atardecer del ALBA. "Ahí está China y Rusia y la India", señaló. Aludir a esos socios, opciones de vejez, sugiere que la Alianza no fue bien recibida en América Latina. Como si esta beldad con cabeza en el Bravo y piernas en la Patagonia prefiriera un vestido prêt-à-porter en vez de una prenda hecha a medida.

El ALBA era un remedio demasiado estricto. Ningún gigante lo suscribió: ni México, ni Brasil, ni Argentina. En cambio, lo abrazaron las islas utilitarias: Dominica, Antigua y Barbuda, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas, Granada, San Cristóbal y Nieves.
Se constituyó como antítesis, la cruz de la moneda, el reverso del traje. El Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) proponía un tratado desigual. El ALBA, su contrario, acabó proponiendo una integración inefectiva. "Antineoliberal", dijo Fidel Castro. "Con un discurso social, no tecnocrático", apuntó una vez Maduro. "En pos de sociedades racionales, eficientes", explicó en su día Raúl Castro. Pero todo dependía de un pilar económico que se quebró: el petróleo venezolano.
El heredero de Chávez acabó por reconocerlo en La Habana: la renta petrolera se agotó, al parecer para siempre. De paso, expuso la perogrullada de la época: "la independencia y la soberanía dependen del desarrollo económico".
La Misión Milagro, digamos, anduvo apresurada. Y ya no sale nada de los pozos que sirva para untar los ojos de los ciegos y hacerles ver.
El discurso postcolonial de borrar asimetrías sociales entre naciones y complementar economías desiguales siempre tendrá oídos en América Latina. Casi ningún Estado, sin embargo, valorará en serio una ruta de integración que no propenda al éxito económico, una unión interesada, confesémonos, a la manera de Europa.
Sin un banco que destrabe su caja fuerte en alguna parte, el ALBA se pone sin llegar a mediodía y la CELAC vegeta. Vive Mercosur, el mercado, la conexión económica donde evaden ahora a Venezuela. Por eso el vapuleado Maduro viene a insinuar en La Habana que la Alianza tiene "hoja de ruta para 2017 y 2018", pero no dice cuál. Por eso protesta, en medio del cumpleaños, y avisa que "apalearon" en Buenos Aires a la canciller Delcy Rodríguez. El ALBA también muere de un bastonazo.
La integración latinoamericana no se fermentará con levadura bolivariana. La alianza por negación, por causa del enemigo, nunca será suficiente. El subdesarrollo, la única verdadera afinidad, tampoco basta para conciliarnos. "Nuestra América" no es un artefacto cultural, mucho menos político. Tironea a un lado y a otro. Se rompe cuando aprietan el haz. Si le buscamos el defecto común, aparece como un cachivache subdesarrollado. Todas las integraciones de cariz ideológico lo comprendieron, pero no izaron ese argumento, el único rotundo.
Así Venezuela gastó un potosí en Petrocaribe y las islas utilitarias demoraron la siembra de paneles solares. Así Cuba sazona el discurso social con especias tecnocráticas, poco a poco, sin renunciar al Partido. Así nadie se asombra, con Fidel en el cielo bolivariano, de que se oiga por estos días en La Habana el canto de cisne del ALBA.

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